Pareceres III: los verdaderos patriotas compran dólares

Por Gustavo F. Wallberg - columnista invitado.

23 Abril 2023

Tras una semana en la que el precio del dólar fue la estrella la única pregunta válida es por qué ahora y no antes o después. Porque lo ocurrido no fue inesperado. En ninguna de las variantes de la divisa su precio subió igual o más que la inflación y además es un año electoral en mal clima económico. Era obvio que una vez más la moneda estadounidense vería reforzado su papel de póliza de seguros. Porque no importan el gobernante ni la causa de los problemas: cuando hay una crisis lo mejor es tener dólares.

Claro que nunca faltan quienes objetan la “obsesión verde” por antipatriota. Que el peso es soberanía nacional, que comprar dólares es de vendepatrias que hacen el juego a los intereses estadounidenses, que hay que sacrificarse por el país y así. Ahora bien, quedarse con pesos (quienes puedan) es sacrificarse considerando la tasa de inflación que además muchos parecen creer que está en trayectoria ascendente. ¿Para qué hacerlo? El gobierno sólo lanza eslóganes, en el mejor de los casos. Ni siquiera muestra un país extranjero que sirva de ejemplo, incluso aunque no especificara cuál es el camino de políticas para llegar a emularlo.

Y cada vez quedan menos refugios. Tener efectivo es una locura. En plazo fijo también se pierde, porque las alzas de la tasa de interés, que ocurren gracias al FMI, no por primera opción del gobierno y del Banco Central, van atrás de la inflación (y para peor implican mayor costo por las Leliq, lo que aumenta los temores por una crisis futura y un nuevo plan Bonex). Invertir en “ladrillos” tampoco es muy atractivo, por la mala ley de alquileres. Comprar mercadería para eludir la inflación futura tiene un límite de almacenamiento. Lo más sencillo es el dólar. Barato de guardar, fácil de conseguir, fácil de liquidar. Sobre todo para quienes no tienen ingresos suficientes para comprar autos, departamentos o tierras. Si sobran unos pesos, un “arbolito” es accesible.

Por otra parte, el consenso es que el dinero tiene cuatro funciones: medio de cambio, unidad de cuenta, reserva de valor y patrón de transacciones de largo plazo. Ninguna de ellas tiene que ver con la soberanía. El dinero sí puede ser una herramienta para ejercerla, pero mal usada la deteriora. La soberanía puede ejercerse cuando no hay problemas, al menos no problemas económicos que devalúen el respeto hacia un país o la aceptación de sus normas por los habitantes o de sus necesidades por los otros países. Además, soberanía no es poder hacer lo que se quiera. Al menos, no es que el gobierno haga lo que quiera. Y más bajo nuestra Constitución, entre cuyos ejes principales está la defensa de la libertad de los ciudadanos. Si no se respetara el pueblo tiene derecho de remover a sus autoridades. Por eso existen la república y las elecciones. Otra: España, Francia, Alemania y el resto de los países que utilizan el euro, ¿son menos soberanos que Argentina? En todo caso, la moneda nacional hizo a la construcción del Estado-nación de los siglos XVIII y XIX, cuando fue un instrumento para bajar costos de transacción unificando una zona comercial bajo un mismo gobierno.

Un punto más: ¿se favorecen los Estados Unidos porque el mundo usa dólares? Sí. Gracias a ello su emisión puede salir al exterior y se reduce la presión inflacionaria interna. Pero, ¿no será porque hacen las cosas mejor que el resto? ¿No debería Argentina mejorar sus políticas económicas para dejar de ser el país fuera de los EEUU cuyos habitantes retienen más dólares? Es más o menos como la actitud ante las supuestas conspiraciones, sobre todo internacionales. Si las hay se deben hacer las cosas bien para que no triunfen. Y si no las hay se deben las cosas bien para que el país no se hunda solo. La conspiración es esencialmente irrelevante.

Lo ocurrido la semana pasada fue una manifestación de voto económico. Es la conducta ante las políticas económicas, en concordancia con ellas o cubriéndose contra ellas. La primera actitud las consolida y así fortalece al gobierno, la segunda las mina y con ello debilita al gobierno. Nada criticable de por sí. Lo legítimo puede ser diferente de lo legal y no se puede pedir a las personas que actúen contra sí mismas. Por ejemplo, cuando una economía está muy cerrada el contrabando es la salida legítima para aumentar el bienestar. ¿Por qué? Porque el intercambio es el camino civilizado para maximizar el bienestar, además de aumentar la riqueza social.

Así, la cotización del blue es una señal al gobierno de que está haciendo las cosas mal. Y más clara que la enviada mediante el voto político, cuando se mezclan en una sola papeleta las opiniones sobre las variadas responsabilidades de gobierno. El voto económico es más directo. La economía en negro muestra que para buena parte de los agentes económicos los impuestos y las leyes laborales están mal. Y la cotización del blue, con la advertencia de recordar que es un mercado muy pequeño, que no se cree en las políticas fiscal y monetaria.

La emisión sin respaldo es una estafa al ciudadano. Al gobierno le sirve por el impuesto inflacionario y el bajo costo (al menos de corto plazo) del consecuente crédito para sí mismo. Así esquiva tomar medidas de fondo. Por eso, exagerando con la chicana simétrica, podría decirse que quien ahorra en pesos no es un patriota sino un traidor porque ayuda al gobierno a seguir abusando.

Por cierto, “Los verdaderos patriotas hacen preguntas” era el título de un capítulo del libro “El mundo y sus demonios”, de Carl Sagan. El autor abogaba por la práctica del escepticismo no sólo para las ciencias naturales sino también para la vida comunitaria en general, para no dejarse engañar en las decisiones públicas. Un consejo muy útil, aunque implica tener el valor de preguntar científicamente y aceptar las respuestas.

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