Teatro independiente: “Todo puede ser mentira, y la superficie ser el fondo”

Carlos Correa reescribe y dirige “Las calles laterales”, en una nueva versión a 18 años del estreno

EXPERIENCIA SOBRE LA PERCEPCIÓN. “Las calles laterales” plantea un trabajo actoral y dramatúrgico sobre el espacio y el tiempo en el Centro Rougés. EXPERIENCIA SOBRE LA PERCEPCIÓN. “Las calles laterales” plantea un trabajo actoral y dramatúrgico sobre el espacio y el tiempo en el Centro Rougés.

“Las calles laterales” cumplió la mayoría de edad. A 18 años de la primera versión del texto de Carlos Correa, la obra se repone (hoy es la última función del nuevo ciclo) esta noche a las 21 en el Centro Cultural Rougés (Laprida 31) con su propuesta de pensar “sobre nuestro descenso social y nuestra voluntad de supervivencia”, con las actuaciones de Carlos Lozano, Marcos Acevedo, Javier Ale, Hugo Galván y Miguel Méndez Dietrich.

“Es una experiencia teatral para el espectador, una experimentación sobre su escucha, su visión y su percepción del espacio y el tiempo”, adelanta Correa, también director de la puesta, para LA GACETA.

- ¿Qué los impulsó a volver a montar este texto?

- Volvemos principalmente porque teníamos muchos deseos de regresar a ese espacio y a una obra que nos exigió un trabajo descomunal en lo actoral y nos dio muchísimo placer realizarla. Además, porque podemos seguir centrándonos en la actuación como parte del lenguaje escénico, y al ser un texto tan abierto las posibilidades de búsqueda son inagotables. Entonces, aunque conservamos algunas acciones, los discursos se renuevan en principio para nosotros, y eso es muy estimulante.

- ¿Cambiaron algunos elementos de la puesta?

- Acordamos, desde el inicio de este nuevo proceso, que no queríamos hacer lo mismo que años atrás. En el transcurso de los ensayos de esta etapa nos entusiasmó mucho llegar al encuentro con el público y compartir los hallazgos que habíamos hecho; incluso puedo decir que si no hubiésemos encontrado estos nuevos lenguajes en la obra, quizá no llegábamos a un estreno, pero sucedió. Como autor pude cerrar cuestiones que quedaban abiertas por falta de pericia, que eran atractivas pero me dejaban dudas en su significado, o bien no las podía resolver escénicamente. En esta versión todo cierra, aun tratándose de un material metafórico, y cierra en hechos lo cual es mucho más valioso. También pudimos sumar nuevas capas de significado al material y sin separarnos del tema principal, hay resonancias históricas que permanentemente asoman en el decir y el accionar de los personajes.

- El tiempo es uno de los ejes de la propuesta. ¿Registraron cambios sociales respecto a él en estos años?

- Fue un desafío acortar la obra de 100 minutos a prácticamente una hora. Quité mucho texto de la versión original y aceleramos los tiempos, en la comprensión de que lo que queríamos provocar en el público no necesitaba tanta extensión. También porque el ritmo social y los modos de comunicación son cada vez más vertiginosos. El teatro discute, y nosotros en particular en nuestro hacer teatral, discutimos con otras cuestiones. Otro atractivo para nosotros es que el paso del tiempo plantea hacernos cargo, y nos permitimos bromear al respecto: por ejemplo uno de los personajes, que en la versión original ofrecía cambio de divisas en las cercanías del Centro Cultural Rougés, actualmente compró el espectáculo y nos permite su reposición; por eso la grandilocuencia de su recibimiento al público, porque él es el dueño, y esto encaja con el discurso de la obra.

- ¿Como ubicas a esta obra en el conjunto de tu producción?

- “Las calles laterales” me permite pensar y poner en práctica el refinamiento de los recursos y su producción de lenguaje, tanto desde la dramaturgia como desde la dirección y la concepción general de una obra. Pero además tiene un componente afectivo enorme, por las personas con quienes pude llevar a cabo este desafío hace tantos años, y con quienes seguimos acompañándonos en este regreso, y porque ahora a la distancia nos resultó mucho más “fácil” y “cómodo” poder realizarlo.

- ¿La experiencia de la pandemia hace repensar el encierro que comparten personajes y público?

- La pandemia nos hirió en más de un modo, nos hizo ver lo frágiles que somos en varios aspectos; los distintos ámbitos de contención que creíamos tener se esfumaron en cuestión de semanas. El hecho de que nos prohibieran nuestra necesidad de contacto y nuestra necesidad de movernos por un tiempo indeterminado, hizo del encierro una experiencia angustiante. Sin embargo, en cuanto al encierro momentáneo que toda obra teatral propone, y aunque en el caso de los personajes la falta de salida es absoluta, los espectadores acompañan una latente voluntad de ascenso y resistencia contenida en los cuerpos de los actores, además de una permanente deconstrucción de lo real. Todo puede ser mentira, y lo que creemos la superficie puede ser el fondo.

Última función: baja “Una vida, todas las vidas” en La Sodería

Tres amigos, nacidos en Pueblo Chico, piensan en “mundos posibles e infinitas posibilidades”. Este es el punto de partida de “Una vida, todas las vidas”, la propuesta de Teatro al Manubrio interpretada por Ramón Luna, Leandro Ortega y Yesika Migliori (foto), con dirección y música de Roberto López, que bajará de escena esta noche a las 22 en La Sodería (Juan Posse 1.141).

Teatro independiente: “Todo puede ser mentira, y la superficie ser el fondo”

“Una vida en el entramado de tantas otras, ciclos que se repiten por miles de años. Todas las vidas cruzándose en un mar de posibilidades”, se plantea en la sinopsis. A las 21, en la sala Juan Tríbulo del teatro Alberdi (Crisóstomo Álvarez y Jujuy) se presentará “Invisibles”, el texto de Luciana Dimarso que fue premiado el año pasado por el Instituto Nacional de Teatro entre las dramaturgias del NOA, con las actuaciones de Daniela Bazzi y Dimarco, dirigidas por Belén Mercado, sobre dos mujeres que todavía juegan como niñas, en una mirada sobre la sensibilidad y los recuerdos frágiles.

“Fresa y chocolate”: Leo Gavriloff trae la obra de Senel Paz

“Al cumplirse 30 años del estreno de ‘Fresa y chocolate’ en Cuba, creemos importante volver a contar esta historia que trascendió fronteras y es la más fuerte y conmovedora historia del teatro y del vine de la isla de todos los tiempos”, afirma Leonardo Gavriloff, director y protagonista de la obra que entre hoy a las 21 y el domingo se verá en el auditorio del Centro Cultural Virla de la UNT (25 de Mayo 265). Gavriloff -artista tucumano radicado hace años en la Capital Federal-  estará acompañado en escena por el actor puertorriqueño Gregory Preck y el porteño Walter Fornasero, en un texto que apela “a la idea de respeto a las igualdades o a las diferencias en un sentido cultural, sexual, político, religioso y también revolucionario, con la idea de ir dejando de lado el impuesto machismo provocado por el patriarcado a nivel mundial en muchos aspectos”. La puesta es producida por La Pluma Teatro y reservada a mayores de 18 años.

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