Declaraciones de independencia en espejo: Israel-Palestina

15 Mayo 2023

Carlos Duguech

Analista internacional

Cuando el 14 de mayo de 1948 se declara la independencia de un país, que se llamaría Israel, sobre la Palestina del mandato otorgado por la Sociedad de las Naciones a Gran Bretaña en junio de 1922, se instala un mojón que, lejos de marcar un territorio, será la señal de una guerra, por capítulos. Larguísima ya, demasiados 75 años transcurridos desde la “Guerra de Independencia” de Israel llamada “Nakba” (“catástrofe”) por los palestinos.

Declaración de Israel

“El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que disponía el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel. La Asamblea General requirió de los habitantes de Eretz Israel que tomaran en sus manos todas las medidas necesarias para la implementación de dicha resolución. Este reconocimiento por parte de las Naciones Unidas sobre el derecho del pueblo judío a establecer su propio estado es irrevocable.”

Cuarenta años después -15 de noviembre de 1988 - se declara la independencia de Palestina en el exilio, desde Argel. Los textos de las dos declaraciones, en espejo, revelan, aunque no expresamente, el reconocimiento al otro país surgido del diseño de la Resolución 181(II) de la Asamblea General (AG) de la ONU.

Declaración de Palestina

“A pesar de la injusticia histórica infligida a los árabes palestinos, la dispersión y la privación de su derecho a la autodeterminación sigue la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas (1947), que dividió a Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío. Es esta resolución la que aún proporciona esas condiciones de legitimidad. internacional que garantizan el derecho del pueblo árabe palestino a la soberanía.”

Las dos declaraciones de independencia tienen casi como un símbolo que las atraviesa y las vincula: un “lugar común” que se nos muestra como ese simbolismo difícil de marginar. Distanciadas entre ellas -40 años- la de Israel (1948) y la de Palestina (1988) incluyen en el texto, emotivo y solemne en los dos casos, siete veces la expresión “Naciones Unidas”. En el texto de las declaraciones de independencia de tan valorados y mencionados documentos fundantes las referencias a “Naciones Unidas” conlleva un mensaje: el de la “pertenencia” -con plena aceptación del imperio de su diseño- para una de las principales razones de su creación: “Preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”. (Primer punto de la Carta de Naciones Unidas.)

“Partera de los siameses”

Pero he aquí que -viendo más allá de la letra escrita y teniendo presente las acciones y las omisiones de la vigencia real y efectiva de las respectivas declaraciones de independencia de israelíes y de palestinos - no es sino imaginar que eran más apropiadamente, cada una de ellas, una “declaración de pendencia”. Es que con setenta y cinco años transcurridos con amenazas y acciones violentas entre las partes involucradas en lo que se denomina “conflicto israelí-palestino” es, en rigor, una serie de batallas por entregas. Entre los que atacan y los que se defienden. Además, cabe señalarlo, intercambian sus roles cada tanto. Y una “Comunidad internacional de naciones” que mira y mira y, cuando al fin intervienen, privilegian sus propios intereses. Mientras una ONU atada de pies y manos, con sus propias sogas y nudos. Siendo la “partera de los siameses” que decidió en la Asamblea General (AG) del 29 de noviembre de 1947 dividir a Palestina en dos partes (una para los judíos y otra para los palestinos) y reservando para Jerusalén un régimen internacional especial se quedó no más que con eso sólo. Omitió la AG aplicar en el caso al Capítulo XI de la Carta sobre ”Declaración relativa a los territorios no autónomos”. La Palestina del mandato lo era desde hace 76 años,. La ONU tenía (tiene) la obligación de implementar la cirugía que separará a los “siameses”. Claro que asegurando la sobrevida de ambos. No más que eso, para ser justa. Ni menos, tampoco.

Siete veces

La coincidencia del número siete en ambas declaraciones inclina nuestra percepción de aquello que se ha instalado a lo largo del tiempo -y de origen bíblico- en la fórmula pacífica y misericordiosa, además: “setenta veces siete”, fórmula que trasciende y se instala como un foco de luz de las mentes y las voluntades de los que luchan y sufren. Perdonar esa cantidad de veces se deben a sí mismos los palestinos y los judíos. Ambos tienen cuentas pendientes entre ellos, con la justicia internacional y con la Humanidad. Y con ellos mismos,

Terrorismo por dos

El palestino: Sí, muchos son y de variada contextura, pero elegiremos para esta columna dos significativos de cada parte: En septiembre de 1972, once atletas israelíes y un militar alemán fueron asesinados en Munich -donde se celebraban los Juegos Olímpicos- por un grupo terrorista palestino conformado en 1972 bajo el nombre de “Setiembre negro”. Y eligieron ese lugar, vidriera mundial como pocas entonces, seguramente porque querrían darle más entidad a su grupo y con ello para su sangrienta acción terrorista. El mundo, a partir de ese suceso que se mostraba como casi insólito, tomaba nota de que el terrorismo internacional sentaba sus malditos reales en suelo europeo.

Otro más, de tantos: A fines de enero de este año un joven palestino que residía en Jerusalén, de 21 años, atacó a tiros en una sinagoga y sus alrededores dando muerte a ocho israelíes. Dos muestras de las muchas que se sucedieron -y continúan- de las acciones terroristas de grupos palestinos fundamentalistas islámicos.

El israelí: Un sonado asesinato en Jerusalén. Nada menos que del mediador de Naciones Unidas, el conde Folke Bernadote, Designado en mayo de 1948 por la ONU para mediar entre los enfrentados en la primera guerra de la serie: Israel ya constituido como estado independiente y atacado por las fuerzas de Egipto, Transjordania, Siria, Irak y Líbano, Bernadote hizo un trabajo encomiable. Consideraba que la “Partición de Palestina” no fue un acierto de la ONU. Ya sobre el terreno y con la impronta del mediador inteligente y experimentado para resolver sobre la guerra árabe-israelí (1948) pudo logar una tregua de 30 días en los enfrentamientos bélicos. Una primera propuesta se orientaba a la constitución de un estado plural con las dos vertientes: la de las partes en ese momento enfrentadas. En la ONU esta propuesta no prosperó. Así es como el mediador ideó una segunda que sí enfatizaba en la conformación de dos países. Por cierto con el mutuo reconocimiento y con fronteras por acuerdo entre las partes o por resoluciones de la ONU. Esta propuesta incluía un capítulo sobre los casi 700 mil desplazados a los que se les debía asegurar el retorno o la compensación a los que no retornaban. Compleja la segunda propuesta pero atendía a una realidad que pudo constatar durante sus casi cinco meses en el destino asignado por la ONU. Malísima para el gobierno israelí.

El 17 de septiembre, volviendo al hotel con el observador de la ONU, el coronel francés André Serot, su caravana fue interceptada por un “jeep” del ejército desde donde le dispararon ráfagas mortales a Bernadote y al acompañante. Se conoció que el ideólogo y ejecutor del doble asesinato fue un integrante del grupo terrorista Lehi y tenía el asentimiento de los líderes de la organización Natan Yellin, Isaac Shamir e Yisrael Eldad. Lo que confirma que para Israel, que ya era un país formal, el asesinato de Bernadote era de conveniencia política, teniendo en cuenta su plan para gestionar en la ONU los dos estados independientes como lo había planeado, diferente del plan de partición. Las autoridades israelíes alertadas por esa posibilidad, veían de buen grado que Bernadote desapareciese. Los involucrados fueron declarados culpables. Acto seguido el primer ministro David Ben Gurión los indultó junto a casi doscientos miembros de la organización que recobraron su libertad, Acto terrorista cuasi de estado.

El otro acto terrorista. El 22 de julio de 1946, un grupo Irgún (reivindicado en la rebelión, de Menachem Begin, Plaza&Janés, Barcelona. 1978 ,350 pág.) colocó bombas en el ala del hotel King David en Jerusalén, sede del comando británico. 91 muertos.

Cuando en las acciones guerreras interviene –además- el terrorismo, casi nunca se sabe el final.

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