Tendencias: camas separadas, gastos divididos y salidas solos

Las parejas actuales priorizan la independencia. Cuáles son los pro y los contra. La idea del amor romántico que teníamos ya caducó. Los espacios y tiempos para cada uno se vuelven cada vez más importantes

Tendencias: camas separadas, gastos divididos y salidas solos

Desde que estaban de novios, Romina (28) e Iván (33) lo habían hablado: el día que se fueran a vivir juntos iban a tener cuartos separados. A la diseñadora de interiores Joaquina Barrera no le llamó la atención el planteo de los recién casados. Es más, ya hizo varios trabajos en casas con dos cuartos principales.

Ya no es un tema tabú, ni de relaciones excéntricas. Cada vez son más las parejas que deciden dormir bajo el mismo techo, pero cada uno por su lado. O hacer viajes por separado e incluso llevar economías diferenciadas.

“Es lo más natural; son cosas que le dan armonía y progreso a la relación”, sostiene Joaquín Argüello. Para Luciana Morales es clave en su pareja que cada uno haga viajes y salidas con amigos por su lado y también tener ahorros por separado, además de las inversiones que puedan tener en común.

“Cuando nos casamos, teníamos un dormitorio para los dos. Luego, decidimos tener cuartos separados. Pero no consideramos que sea una forma de alejarnos. Al contrario, queríamos tener cada uno su propia habitación para conservar el espacio personal y porque juntos no descansábamos bien”, describe Luciana.

 Gabriela Sigili es psicóloga, y además está en pareja, aunque cada uno vive en su casa porque ella siente que es la mejor opción.

¿A qué dirías que responden estas elecciones de algunas parejas? “El modelo neoliberal que predomina, no solo aquí sino en gran parte del mundo, tiene su correlato en los vínculos; hay un reblandecimiento de los compromisos y hoy predomina el individualismo en muchos aspectos de la vida. Esto influye en las parejas, en la posibilidad de compartir con el otro espacios, tiempo y dinero. Hoy ya no pesa tanto eso de que lo mío es tuyo y viceversa”, explica.

Nuevo paradigma

El psicólogo Arturo Gómez López señala que estamos frente a un nuevo paradigma de la formación y desarrollo de las parejas como célula social. “Si bien no es una situación nueva, las parejas están en una etapa de consenso por la ampliación de los espacios vitales individuales, y por ende, una disminución de los espacios comunes. Eso, en términos de conducta y de usos y costumbres, se expresa en el hecho de dormir en camas individuales, a veces hasta incluso en cuartos separados y tener una administración compartida solo para los gastos comunes (alquiler, impuestos, servicios, gastos de los hijos y alimentación). Incluso es común pretender que sea un 50 y un 50, aunque no tengan ingresos mensuales similares”, resalta el terapeuta.

“Cuando hay un cambio tan radical y contundente de comportamiento social, en general es por oposición al paradigma anterior en donde la división de roles era así: la mujer atendía lo doméstico y el varón era el único que trabajaba y generaba dinero. Eso traía aparejado una interdependencia crónica y recíproca, pero era más valioso el dinero que la labor doméstica, y eso suponía una diferencia de poder a favor del hombre”, apunta.

Hoy esto cambió totalmente y es consecuencia de la lucha femenina por conseguir igualdad de derechos y obligaciones, señala. El cambio de rol de la mujer en la sociedad también tuvo su impacto en las relaciones.

“Hay una priorización enorme de espacios privados. El mundo compartido se vuelve cada vez más pequeños en cantidad de tiempos de actividades, de contenidos y de proyectos en común. Por supuesto que algo de eso hay, sino no habría necesidad de vinculación. La tendencia es a que cada vez sea más grande el espacio personal y más pequeño el espacio en común”, remarca.

Todo, según Gómez López, también tiene que ver con que estamos frente a una época donde hay una sobrevaloración del principio del placer y una disminución del sentido de la responsabilidad. “Y ya que es inevitable tener responsabilidades, al menos que sean en beneficio propio. Ese es el pensamiento”, aclara.

En su consultorio, el terapeuta vio una disminución notable del tiempo de convivencia de la pareja en la casa, que en general actualmente es en promedio de cinco a siete años entre las personas nacidas en la década del 90 en adelante.

“En general los movimientos de oposición llevan a construir usos y costumbres opuestas a las anteriores, y luego se construyen matices con nuevos equilibrios, tanto en la división de roles como en la distribución del poder”, especifica.

Según los especialistas, hay distintas interpretaciones sobre estas prácticas de las parejas. Algunos señalan que hay más egoísmo. Otras, en cambio, hablan de un sinceramiento de los deseos de cada uno de los integrantes de una relación.

Muchos hablan solo de los contra de estas costumbres, ¿se le puede encontrar algún beneficio? Como positivo -dicen los entrevistados para la nota- está una mayor libertad para manifestar el propio deseo, que en algunos casos seguramente alimenta la posibilidad del buen amor.

Atrás va quedando el mito de la “media naranja”, aquel que nos hace presuponer que en una relación dejamos de ser seres individuales para transformarnos en uno solo. “Aunque suene desagradable, pienso que en esto influye mucho la crisis económica y social: dado el poco poder adquisitivo del salario, eso empuja a que las personas prioricen las necesidades individuales”, sostiene Gómez López.

Hasta no hace muchos años, el paradigma del amor romántico y de la fusión atravesaban a las pareja. Sin embargo, en la actualidad ya no hay una sola forma de entender el amor y las relaciones. Hay situaciones en las que dormitorios separados, viajes solos o ahorros divididos pueden mantener a salvo una relación.

Como dice el psicoanalista Gabriel Artaza Saade, caducó la idea que teníamos del amor romántico; esa forma de amor que implicaba alienarse al otro, n amor marcado por el sacrificio y en el cual se borraba la singularidad de uno. Hoy hay muchas formas de amar y de relacionarse que no tienen que ver con esa faceta de resignación de la vida de uno por el otro, apunta.

Casos famosos: quiénes son las parejas que no eligieron vivir bajo un mismo techo

Están juntos, pero viven separados. Cada vez más personas eligen compartir su vida con otra persona pero no están dispuestos a vivir bajo un mismo techo.  A este tipo de parejas se las conoce como “LAT”(Living Apart Together, según su sigla en inglés). Así es como vivían su relación Mia Farrow y Woody Allen, por ejemplo. Hace 90 años suponía una rareza: Frida Kahlo y Diego Rivera también fueron pioneros cuando decidieron no residir juntos. En Europa, en el londinense barrio de Kensington, el director de cine Tim Burton y la actriz Helena Bonham Carter, vivieron durante 13 años separados por un muro que dividía dos apartamentos contiguos comunicados por un túnel. Otro ejemplo lo tenemos en la pareja formada por Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, que durante el medio siglo que duró su historia de amor nunca encontraron el momento de compartir techo.  Entre las parejas de famosos que acordaron no compartir habitación de forma habitual tenemos varios ejemplos: David y Victoria Beckham, Camilo y Evaluna, Melania y Donald Trump y Kaley Cuoco (actriz en The Big Bang Theory) y Karl Cook. La reina Isabel II y su esposo Felipe tuvieron cada cual su cuarto, que estaban conectados a su vez por un tercer dormitorio. La actriz Gwyneth Paltrow confesó que con su marido decidieron no dormir todos los días juntos, ni en la misma casa, para no arruinar su matrimonio.

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