El de Chacabuco 59 es mucho más que un misterioso crimen

"Todos los días nos encontramos con un dato que nos preocupa y que estamos obligados a analizar”, dijo un investigador.

  La Gaceta / foto de Analía Jaramillo

“Esto es una caja de pandora. Todos los días nos encontramos con un dato que nos preocupa y que estamos obligados a analizar”. Esas son las palabras que utilizó un investigador para definir el crimen de Chacabuco 59. Un homicidio tan particular que recién ayer se confirmó que la víctima era Laura Gabriela Picciuto. La única certeza era que había sido asesinada de un fuerte golpe en la cabeza “Un indicio nos lleva a otro y así son todos los días”, agregó el pesquisa.

Ese hombre que luce canas en su cabeza hizo un enorme esfuerzo para tratar de recordar un caso tan misterioso como este. Pensó en algunos crímenes que se resolvieron parcialmente como los de Ángela Beatriz Argañaraz (2006) y de Milagros Avellaneda y su hijo Benicio (2016) y los que quedaron impunes como el de Paulina Lebbos (2006) y Pamela Laime (2000). Todas fueron mujeres que quedaron entrampadas en una trama de algún tipo. “El problema aquí es que hay una red de tramas”, agregó. El fiscal Carlos Sale que dirige la investigación analiza cada uno de los indicios que surgen en el expediente. De una cosa está seguro: encontró numerosas irregularidades que deberán ser investigadas por otros pares porque no tienen que ver con el homicidio en sí.

La lista de posibles delitos cometidos en esa casa es tan larga como polémica. Robos, comercialización de drogas, prostitución, falsificación de instrumento público, amenazas, violencia de género y estafas, son algunos de ellos. Hasta hubo una infracción municipal que nadie tuvo en cuenta: la remodelación de la vivienda se hizo sin ninguna autorización o por lo menos, no se exhibió el cartel de permiso de obra que exigen las normas vigentes. Esa falta se cometió en pleno centro y los vecinos la sufrieron cuando tuvieron que esquivar las montañas de arena que dejaron en la calle.

Sospechas

Hasta el momento la hipótesis más fuerte es que el crimen se cometió por la venta de la vivienda. Ese es el punto de partida de una polémica que recién está por estallar. Según la teoría de Sale, José Luis Fumero podría haber matado a su ex mujer para obtener una suma de dinero con la que salvaría su empresa. El acusado niega esa versión. Los informes de una oficina oficial y de un juzgado de familia podrían haber aclarado todo. Pero la burocracia, al igual que el paso del tiempo, es la enemiga de cualquier investigación. Lo está sufriendo el fiscal que lleva adelante la pesquisa. Pese a que toda esa información está digitalizada, las respuestas tardaron varios días en llegar.

Los detalles de cómo se realizó la operación son otro misterio. En la escena aparece una procuradora que buscaba hacer una mediación de bienes (no se entiende bien para qué, si supuestamente Fumero ya podía vender su parte) y un letrado que afronta una investigación en el Colegio de Abogados por la venta ilegal de una casa. Picciuto sufrió el accionar de otros dos profesionales. Uno le quitó ilegalmente un auto Mercedes Benz y otro, pretendía quedarse con el 30% de la vivienda de manera irregular. Ambos fueron sancionados por la entidad. Y puede haber más si se confirma que los protagonistas de esta trama obtuvieron ilegalmente de una escribanía un documento para concretar la operación. “No será la primera vez que ocurra algo así”, explicó una fuente del Ministerio Público Fiscal.

La droga también metió la cola en este caso. No sólo porque tres de los cuatro detenidos y la misma víctima tenían problemas de adicción, sino también porque los vecinos sostienen que la casa podría haber sido un “fumadero” (lugar donde los adictos se reúnen a consumir) donde se comercializaba estupefacientes. En la Justicia conocen esta versión, pero hasta aquí nadie la denunció formalmente para que la fiscalía de Narcomenudeo intervenga, tampoco hay elementos de peso para que lo haga de oficio. Una de las acusadas era una trabajadora sexual que frecuentaba la casa de Chacabuco 59, no residía allí. Los pesquisas tratan de establecer si esta joven era miembro de una red de trata con fines de explotación sexual por las pruebas que encontraron buceando en las redes sociales y un posible vínculo con una peluquera trans que podría haberle facilitado contactos para que vendiera su cuerpo a cambio de dinero y dosis de droga.

Vínculos peligrosos

“Quiero aclarar todo porque esta exposición me está destruyendo”, se apuró en aclarar Walter Marchese, el hombre que compró una parte de la vivienda donde se encontró el cuerpo. El mismo que tiene numerosas causas abiertas en la Justicia por tentativa de homicidio, amenazas, falsificación de documentos para demostrar la titularidad de un bien y usurpación, entre otros. Entre sus víctimas aparecen ciudadanos comunes y hasta la mismísima y poderosa Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera (Fotia). “No tengo ninguna condena”, se defendió en una entrevista con LA GACETA.

Tucumán es chico y las noticias llegan mucho más rápido. Al aparecer su nombre en las crónicas del caso de Chacabuco 59, muchos se atrevieron a denunciarlo o a aportar pruebas para complicarlo procesalmente, no por el homicidio, sino por considerarlo cabecilla de una organización dedicada a realizar operaciones inmobiliarias ilegales desde hace varios años.

En el penal de Villa Urquiza también apuntaron contra Marchese. Un condenado por robo también lo acusó de no haber cumplido el trato de vender dos propiedades y entregarle el dinero para evitar recibir una pena de cumplimiento efectivo. No sería el único caso. Defensores y otros penados apuntaron que el hombre habría cruzado todos los límites al haber hecho lo mismo con gente vinculada al cruento mundo delictual de Rosario, como los integrantes de “La banda de los millones”, uno de los tantos engranajes del clan Los Monos, dejando al descubierto los contactos tucumanos con el hampa de esa ciudad santafesina. Por ese motivo, el de Chacabuco 59 es mucho más que un crimen.

Comentarios