Una singular mirada sobre el “vertiginoso aumento de precios de consumo masivo” motivó un editorial de LA GACETA del 6 de diciembre de 1983, en la alborada de la democracia. “Algo sorprendidas, las nuevas autoridades económicas debieron atender urgentemente el grave problema de la espectacular remarcación de precios que precede a los festejos de Navidad y Año Nuevo y que pareciera llevar las expectativas inflacionarias también al mes de enero. Sorprendidas, subrayamos, a juzgar por las manifestaciones escuchadas en cuanto a que no esperaban que después de las conversaciones sostenidas con los sectores industriales y de la producción más representativos del país, dichas remarcaciones llegaran a niveles sin precedentes en los ya castigados últimos meses”, comenzaba el texto, titulado “Las actitudes suicidas”. Hoy, 40 años después, hay un escenario con muchos puntos de contacto con los de la difícil salida del país de la lóbrega dictadura. “No se pueden separar las reacciones de una sociedad de lo que ha vivido en su historia”, dijo el ex presidente de Uruguay, José Mujica, en una reciente entrevista, al referirse a los sucesos políticos y económicos de la Argentina.
Efectivamente, el contexto de terrible inflación de 1983 (un 578,99% se calculaba para ese 6 de diciembre), más inminentes vencimientos y reclamos de la deuda externa, aumentos salariales y de tarifas y actividades productivas prácticamente destruidas, mostraban un panorama que iba a marcar un derrotero de insatisfacción casi constante con las políticas económicas, y una repetición de problemas, como se ve hoy. “Apenas unos días transcurrieron para que se pudiera observar la vertiginosa modificación de los precios minoristas, especialmente de los artículos de consumo masivo por la población de menores ingresos. Se hizo evidente que los comerciantes, o quienes fueren en el complejo circuito que va de la producción al consumo, se estaban curando en salud, anticipando no sólo aquella eventualidad salarial sino también cualquier otro agregado. Naturalmente, el Estado no se quedó tampoco quieto y aumentó los combustibles y tarifas públicas para recuperar -como se suele decir- el atraso provocado por la inflación”, continuó el editorial, que ofreció una reflexión interesante sobre las responsabilidades en una sociedad en crisis: “esos abusos minan, por otra parte, el principio de responsabilidad y autocontrol sin el cual no será posible el país del que tanto se habla en estos días. Ahora, los grandes perjudicados son los consumidores, es decir, la mayoría de la sociedad, después; el peligro suele alcanzar a todos, cuando se comienza a descreer del sistema”.
Y a raíz de eso viene a cuento la actitud reciente de hace unos días de una empresa tucumana frente a esta situación actual de desbocadas remarcaciones, que decidió mantener congelado el valor de sus prendas hasta enero. La idea, dijo uno de sus dueños, es apostar por el poder del consumidor y “acompañar a la sociedad con un gesto”, dándole la misma importancia a lo económico, lo social y lo ambiental. “A partir de la actividad que realizamos, queremos generar un impacto positivo: sosteniendo el nivel de empleo para poder seguir trabajando, produciendo y vendiendo. ¿Cómo hacerlo? No lo sé; pero, mientras tanto, vamos a seguir haciendo lo que ya venimos haciendo. Ese es nuestro rol”, explicó. “Nosotros deberíamos haber modificado los precios desde una postura netamente de costos, analítica y estadística. ¿Por qué no lo hacemos? Porque queremos transmitir un mensaje a nuestros clientes, que son los que nos permiten sostener nuestro modelo de negocio”.
Esta mirada amplia, generosa y destacable, ayuda a una reflexión sobre lo que nos ocurre y a una mirada más amplia sobre el granito de arena que cada uno puede aportar, en la que cobra relevancia aquel discurso de 1961 del presidente de EEUU, John Fitzgerald Kennedy: “No pienses qué puede hacer tu país por ti. Piensa qué puedes hacer tú por tu país”.