Diciembre tiene un día especial, dedicado al suelo y a su conservación. Se trata de un recurso fundamental para producir alimentos, ya que se calcula que en el mundo el 95% es producido directamente o indirectamente en el suelo.
El suelo es, entonces, vital. Y conservarlo sano resulta clave para la producción agraria y, por ende, para el sistema alimentario global. Es la base del medio en el cual crecen casi todas las plantas destinadas a la producción de los sustentos de personas y de animales.
El Día Mundial del Suelo se celebra el 5 de diciembre. Esta efeméride tiene por objeto concientizar sobre la importancia del suelo, y sobre su relación con el agua para lograr sistemas agroalimentarios sostenibles y resilientes. Así lo indicaron funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al establecer la fecha.
No se pueden producir alimentos de calidad si los suelos no son sanos y vivos. En el último medio siglo, los avances en materia de tecnología agrícola y el aumento de la demanda provocado por el crecimiento de la población mundial ejercieron una creciente presión sobre aquel recurso.
En numerosos países -entre ellos, la Argentina- la producción agrícola intensiva provocó un grave agotamiento de los suelos, que puso en peligro la capacidad productiva y, aunque suene alarmante, la chance de satisfacer las necesidades de las próximas generaciones.
Nuestro país fue y sigue siendo el más avanzado en el uso de la tecnología de siembra directa, que permitió un cambio de paradigma en el uso y en la conservación del suelo, al proponer una agricultura que imite el funcionamiento edáfico de los ambientes naturales.
El uso continuo de este sistema productivo, con el uso adecuado de rotaciones en intensidad y en diversidad, tiene como consecuencia el aumento en un volumen superficial del suelo de los contenidos de materia orgánica. En siembra directa se genera una capa superficial enriquecida con residuos orgánicos, alterando la dinámica de la materia orgánica y el ciclado de nutrientes.
Es necesario mantener y aumentar los contenidos de materia orgánica del suelo, lo que es considerado uno de los principales indicadores de su calidad.
Beneficios
La implementación de la siembra directa tiende a mejorar las propiedades biológicas, químicas y bioquímicas de los suelos, y cambia la composición, distribución y actividades de las comunidades microbianas.
Los rastrojos que se generan en cada ciclo de cultivo en cantidad y en calidad de residuos orgánicos, además de promover aumentos en los contenidos de materia orgánica, estimulan a aumentos significativos de los niveles de carbono de la biomasa microbiana.
Según estudios realizados por diferentes organizaciones como la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), en suelos donde el sistema de siembra directa tiene más años de uso se liberan menores niveles de dióxido de carbono. Esto sugiere una protección de la materia orgánica contra el ataque microbiano, lo que favorece el secuestro de carbono en el suelo, y genera un efecto mitigador sobre el cambio climático.
Esto indica que se debe profundizar el estudio de la biología del suelo y su interacción con la producción y con la preservación del recurso.
Un dato muy interesante es que la siembra directa tiene un impacto muy grande y rápido en las propiedades del suelo, como la porosidad edáfica.
Al no remover el suelo, la descomposición de raíces y la deposición de residuos orgánicos en superficie favorece a la regeneración permanente de poros estables. A ello se suma la acción de lombrices, de gusanos y de insectos en general, con la construcción de galerías. Estos macroporos son continuos, poco tortuosos y estables, y son responsables del rápido ingreso y movimiento del agua en el suelo, de favorecer su aireación y de brindar un hábitat favorable para el crecimiento de las raíces.
Un aspecto muy fundamental en el aporte al suelo de la siembra directa es la disminución de la erosión hídrica, ya que se disminuye la escorrentía superficial y los riesgos de erosión asociados. Y esto da más tiempo para que el agua ingrese al perfil del suelo. Se pierde menos agua, las lluvias son más eficientes y el suelo acumula agua.
Finalmente, la presencia de cobertura disminuye las pérdidas de agua por evaporación directa y protege la estructura del suelo del impacto de las gotas de lluvia.
Sin duda que proteger los suelos en los cuales producimos alimentos para toda la población mundial resulta vital. Debido a ello, el conocimiento para conservarlo de la mejor manera posible debe ser la línea a seguir para desarrollar soluciones innovadoras que aborden de manera efectiva los desafíos fundamentales asociados con la gestión del suelo. Se necesita que todos los que produzcan entiendan que conservar el suelo -en cantidad y en calidad- es fundamental para la sostenibilidad y para el bienestar global, por lo que se debe trabajar en un manejo responsable y sostenible de este recurso invaluable.