La italiana Angela Carini salió del ring llorando a los 46 segundos de haber comenzado la competencia contra la argelina Imane Khelif. Desde ese día, 1 de agosto, hasta hoy esos segundos direccionaron la discusión que sigue sumando detractores y defensores. ¿Se tiene que aceptar mujeres/hombres trans en las competencias? ¿La división hombres/mujeres está obsoleta en el deporte? ¿Hay equidad en la realización de pruebas de género?.

Las pruebas de verificación de género se realizan en deportes con categorías de hombres y mujeres, como el atletismo, el boxeo y el ciclismo, entre otros. Su objetivo es asegurar que los competidores compitan en la categoría correspondiente a su género buscando que haya igualdad de condiciones. Sin embargo, estas pruebas tienen una historia controvertida que data de la década de 1960, cuando se introdujeron observaciones físicas y exámenes visuales. En los Juegos Olímpicos de 1968, se implementaron pruebas cromosómicas, pero estas se suspendieron en 1999 debido a su naturaleza humillante y su falta de precisión. Actualmente, se utilizan pruebas hormonales para medir los niveles de testosterona.

El caso de Caster Semenya, la atleta sudafricana que consiguió el oro olímpico en los Juegos de Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, en la prueba de 800 metros y tras el mundial del 2017 fue descalificada por tener altos niveles de testosterona y padecer hiperandrogenismo. La Federación Internacional de Atletismo (IAAF) determinó que las atletas con niveles altos de testosterona deben reducirlos para competir en categorías femeninas. Semenya recurrió al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), pero finalmente se vio obligada a medicarse o competir contra hombres.

En el año 2014 la revista clínica de la Sociedad de Endocrinología de Australia publicó 693 perfiles endocrinológicos de deportistas de elite en el contexto de postcompetición, arrojando como resultado que el 16,5% de los hombres tenían niveles bajos de testosterona, mientras que el 13,7% de las mujeres tenían niveles altos con superposición completa entre los sexos. El ensayo se expuso ante el grupo de expertos del COI/IAAF y la conclusión que presentaba era: “La definición del COI de una mujer como aquella que tiene un nivel de testosterona “normal” es insostenible”.

Chris Long fue noticia mundial hace unos años. El hombre padecía leucemia y tenía que hacerse un trasplante de médula ósea; unos meses después se sometió a unos estudios de ADN y descubrió que su ADN cambió de tal manera que incluso el material genético de su semen ya no coincidía con su ADN original. En términos estrictamente biologicistas, ¿sus hijos podrían no ser sus hijos? Un trasplante de médula ósea puede cambiar el ADN a tal punto que pueden convivir masculino y femenino, dependiendo de quién sea el donante, según los científicos forenses del Departamento del Alguacil en el condado de Washoe en Reno, Nevada, quienes estudiaron el caso.

Eso nos lleva a preguntarnos si deberíamos eliminar la distinción de género en el deporte y empezar a diferenciar categorías de otra forma. Más allá del género, todos los cuerpos son diferentes y el rendimiento deportivo depende de múltiples factores, como el entrenamiento, la alimentación, la cultura y otros elementos.

Sin pruebas concluyentes

Algunas federaciones deportivas han introducido políticas que excluyen a las mujeres con niveles altos de testosterona, pero no hay pruebas concluyentes de que estas mujeres tengan una ventaja injusta. Además, la testosterona no es el único factor que influye en el rendimiento deportivo.

Michael Phelps, el nadador más premiado de la historia, tiene síndrome de Marfan, una condición que le proporciona una ventaja física en la natación, como tener brazos más largos de lo normal. ¿Alguna vez fue cuestionado por esto? ¿Se le ha exigido modificar su cuerpo para competir?

El polémico mensaje de la próxima rival de Imane Khelif en los Juegos Olímpicos: “Será una victoria más grande para mí si gano”

El impacto personal y social de estas pruebas es significativo. Imane Khelif ha sido sometida a un escrutinio público y a agresiones en las redes sociales, desde memes hasta respuestas políticas. Estas situaciones afectan no sólo su carrera deportiva, sino también su bienestar emocional y psicológico. La argelina habló hace unos días y pidió que pongan fin al “bullying de todos los atletas”.

La ciencia ha demostrado que la testosterona es solo una de muchas variables que influyen en el rendimiento deportivo. ¿Las mujeres con niveles altos de esta hormona son más comunes de lo que se cree? Quizás este es el debate que hay que plantear en los próximos cuatro años hasta los Juegos Olímpicos de Los Ángeles de 2028.