Augusto Salvatto está convencido de que transitamos la era del malestar. El politólogo argumenta que si bien los algoritmos prometen optimizar nuestras vidas (“accedemos a las noticias que nos agradan, consumimos casi exclusivamente el contenido que nos interesa, tomamos siempre la ruta más eficiente para llegar al trabajo”), también están limitando nuestra capacidad para innovar. Y así nos deshumanizamos, según el consultor en innovación y economía del conocimiento.
“¿Cómo es posible que en el mejor momento de la historia de la humanidad nos sintamos tan perdidos, ansiosos y desconectados? En una era de abundancia material sin precedentes, el malestar se ha convertido en un huésped invisible de nuestras sociedades”, dice Salvatto en el libro “La era del malestar: algoritmos y redes antisociales”, publicado en agosto.
A lo largo de 88 páginas, el autor propone problematizar con una mirada crítica y contracultural el uso de las redes sociales. Desarrolla que el estrés, la ansiedad y el burnout son síntomas de un drama colectivo que trasciende lo individual y están impulsados por una forma de vivir marcada por algoritmos y la hiper individualidad.
Es el tercer libro que escribe. Los dos anteriores (“La Batalla del Futuro” y “País de Mierda”), que fueron elaborados junto a su hermano Mateo Salvatto, han sido best sellers. En esta entrevista con LA GACETA, el coordinador de programas sobre inteligencia artificial y ciencia de datos de la Universidad de San Andrés reflexiona sobre algunos temas que propone analizar.
- Decís que el libro es un intento de repensar y resignificar el malestar que atraviesa nuestra generación desde una perspectiva colectiva y no individual. ¿Por qué?
Yo creo que hasta ahora la mayoría de los contenidos y de las reflexiones que abordan la cuestión del malestar lo hacen desde el punto de vista individual: se trata de entender el malestar que sufren las personas como individuos, separados y prácticamente inconexos.
Esas respuestas incluyen un montón de formas de solucionar esas sensaciones negativas: terapia, biodecodificación, constelaciones familiares… cada uno lidia con su malestar individual de la manera que le parece y está muy bien. No me meto en eso. Lo que trato de hacer es entender la dimensión colectiva del malestar. Esto quiere decir que si entre 10 personas hay 8 que sufren estrés o que han tenido alguna situación vinculada con salud mental o tienen ansiedad, entonces hay un problema que va más allá de la individualidad: ese malestar también se expresa colectivamente. A mí lo que me interesa es entender cuáles son las causas sociales que están llevando a que una parte importante de la población tenga malestar.
- ¿Por qué decís que podríamos estar dirigiéndonos al fin de la innovación y, por ende, el fin de la humanidad como la conocemos?
Yo creo que a lo largo de la historia, la innovación ha sido el motor fundamental de la evolución de la humanidad. No solamente en términos económicos, sino también en términos de avances científicos, de cuestiones vinculadas al desarrollo, a derechos sociales, etcétera. La innovación, como yo la entiendo, es la capacidad de romper paradigmas, de pensar fuera de la caja, de desafiar el status quo. Creo que la sociedad en la que estamos viviendo hoy, a la que llamo sociedad algorítmica, está obsesionada con las certezas: busca medirlo todo. Lo vemos en un montón de organizaciones ya sea sociales, políticas o empresariales. Y lo que hace eso es justamente desafiar la innovación, destruirla, porque estamos perdiendo de a poco esa capacidad de desafiar el status quo, de pensar en términos de lo improbable y justamente desafiar paradigmas. En ese sentido creo que la sociedad algorítmica está destruyendo la innovación y eso es muy peligroso para la humanidad.
- ¿En qué consiste la “sociedad algorítmica”?
Llamo sociedad algorítmica al fenómeno mediante el cual la sociedad actual se ve profundamente influenciada y estructurada por algoritmos al punto tal de que los seres humanos estamos incluso empezando a comportarnos como ellos de forma previsible en todos los aspectos de la vida cotidiana. Estos algoritmos hacen que nosotros consumamos el contenido que nos gusta. En ese sentido buscamos una sociedad sin ineficiencias, ultra productiva, ultra eficiente y a través de eso lo que estamos haciendo es resignar nuestra libertad, nuestra individualidad, nuestra irracionalidad, que es un elemento fundamental y constitutivo de lo humano. Estamos volviéndonos prácticamente autómatas que siguen una secuencia de pasos lógicos. Como un algoritmo.
- ¿Cómo se sale de esa lógica algorítmica?
Lo primero y lo fundamental tiene que ver primero con identificar esta lógica, ¿no? Y poder justamente problematizar estas cosas que hoy están pasando por debajo de la alfombra, que quizás no se están viendo demasiado, pero que están cambiando la humanidad. Tenemos que recuperar la capacidad de imaginar un futuro mejor. Somos una sociedad futurofóbica, que se piensa más en términos de distopías que de utopías y que justamente piensa que no hay alternativa posible. Entonces lo primero es recuperar esa capacidad de imaginar un futuro mejor y en segundo lugar tratar de construirlo colectivamente, no con una lógica hiper individualista. Ninguna batalla puede darse sin algo en qué creer. Tener ese horizonte de que hay un futuro mejor posible, de que se pueden cambiar las cosas, de que existe otra alternativa y se puede implementar es eso el principal motor de los cambios en la historia.
- Hablás de un malestar que es considerado tabú. ¿Cuál es el origen y cuáles son los factores sociales? ¿Cuál es la perspectiva tradicional y a tu criterio equivocada que se tiene sobre el mismo?
Todos los fenómenos sociales son multicausales y complejos. Entonces es muy difícil identificar una causa del malestar. Obviamente que hacer ese ejercicio de identificar un solo motivo para los problemas no solamente es una actitud simplificadora, sino que además es probablemente lo que vendería más. La realidad es que es un fenómeno mucho más complejo que se combina con un montón de distintas culturas que hemos empezado a tomar en la digitalización: la del atracón, la de la imagen, la de la superficialidad, la de lo simple. Todos estos fenómenos combinados con aspectos de la digitalización están contribuyendo a este malestar. Y probablemente hay muchos otros más que a mí se me escapan y no agrego en el libro. Hay otros autores, por ejemplo Jonathan Haidt, que hablan de las redes sociales como el gran catalizador de este malestar. Yo creo que es un fenómeno mucho más complejo que eso.
- ¿Por qué hablás de “redes anti sociales”?
El concepto busca hacer referencia a una contradicción que se produce cuando estas redes, que supuestamente vinieron a fortalecer vínculos entre personas (y de hecho en una primera instancia de su utilización contribuyeron a eso) derivaron en una serie de tecnologías que empezaron a perjudicar la interacción social y por el contrario terminaron contribuyendo a mantenernos más aislados, menos conectados de las personas que están alrededor y dedicando más tiempo al consumo de contenido más que a la interacción. Cuando las redes sociales empezaron a transformarse de espacios de interacciones a espacios de consumo masivo de contenido (y en muchos casos contenido basura, que buscan simplemente captar la atención por la atención misma y no aportar valor, ideas o conocimiento) esto termina en una deriva antisocial. Existen muchas prácticas, muchos fenómenos vinculados a la cultura de consumo de redes sociales, que lo que terminan haciendo es encerrarnos en monoambientes digitales donde creemos que tenemos todo lo que necesitamos y, sin embargo, estamos cada vez más solos.
- ¿Podrías desarrollar un poco más la idea de “monoambientes digitales”?
Nosotros en el teléfono pareciera que tenemos todo lo que necesitamos. Incluso las prácticas culturales nos llevan a eso. Tenemos esta cultura del “hazlo tú mismo” que está muy presente en las redes sociales, que dice “bueno, no necesitás a nadie para que te cocine, vos podés cocinar platos perfectos con esta receta simple”, “no necesitas a nadie que te ayude a crear una presentación, vos podés crear presentaciones perfectas con esta herramienta”. Y así podríamos hablar de un montón de contenidos y de ideas que nos llevan un poco a esa lógica de hazlo tú mismo. Todo eso en realidad contribuye a que cada vez esté más fuerte y más presente dentro de nuestra propia lógica la idea de aislarnos del entorno y de que el ser humano con su individualidad puede con todo.
- ¿Por qué proponés revalorizar la duda?
Revalorizar la duda es fundamental para cualquier cosa que hagamos. Creo que vivimos en una sociedad muy enfocada en las certezas, en la búsqueda de respuestas. Justamente esto está vinculado con la simplicidad que buscamos. Si algo no es simple, no me da una respuesta rápida, no me resuelve lo que estoy buscando, entonces eso se descarta. Yo creo que la duda, y especialmente aquello que nos hace pensar, aquello que nos hace reflexionar, aquello que es complejo y que es difícil es fundamental para que el conocimiento evolucione y para que las sociedades evolucionen. Si nosotros nos concentramos solamente en la certeza y en las excesivas certezas, nos quedamos estancados como sociedad.
- ¿Cuáles son las consecuencias de una humanidad sin comunidades?
Están a la vista en el malestar que estamos experimentando, ¿no? La ausencia de vínculos, la ausencia de comunidades fuertes que nos puedan sostener, que nos puedan anclar. Son, entre otras cosas, lo que provocan ese vacío de sentido. Los seres humanos, a lo largo de toda nuestra historia, hemos sido animales sociales. La forma en que la humanidad evolucionó fue a través de la construcción de vínculos sociales. Primero de pequeñas comunidades, después de comunidades más grandes y después de comunidades intra temporales. Es decir, la humanidad en sí misma es una comunidad. Nosotros nos paramos sobre los escalones que ya subieron otros: los que aprendieron o inventaron la lectura y la escritura, los que desarrollaron conocimiento previamente a nosotros… Bueno la humanidad en sí misma es una comunidad. No es un conjunto agregado de individuos solitarios. Entonces cuando nosotros nos queremos transformar o nos transformamos en un conjunto de individuos sin conexiones entre sí, se produce este malestar, este deterioro y esta sensación de que no hay sentido. Es uno de los grandes fenómenos contemporáneos.
- ¿Cuál es la diferencia entre un “seguidor” y un “amigo” en redes?
Para los que usamos alguna vez Facebook, el “amigo” era la forma en que llamaban a las personas con las que nos conectábamos. Y ese nombre no es inocente porque se suponía o lo que se buscaba es que exista entre esas dos personas un vínculo que se asemeje al de amistad: compartir algo, contar algo, intercambiar opiniones, jugar a algo, hacer alguna actividad. Cuando pasamos del amigo a “seguidor” (como en Instagram) esa relación es mucho más líquida. Hay una una relación unidireccional: uno que propone y el otro que sigue. A lo sumo que reacciona o a lo sumo que pone un like, pero no que intercambia ideas. Una relación individual. O en realidad son dos relaciones individuales: uno que sigue y otro que es seguido o que propone contenido para que el otro lo siga. Eso nos habla mucho de cómo fue evolucionando nuestra sociedad y la forma de relacionarnos en la cultura digital. Y por último cuando llegamos a la era de Tik Tok directamente ya no existen ni seguidores ni seguidos ni amigos: estamos en un mundo donde hay desconocidos que proponen contenido que el algoritmo selecciona para nosotros. O sea hay una intermediación a través del algoritmo, que nos conecta con contenidos con gente con la que no tenemos relación. Que eso se traslade al mundo real sería un gran problema para la humanidad.
- ¿Cómo podemos transformar a la tecnología en una aliada?
Soy muy optimista con respecto al uso de tecnología. Trabajo con ella. Veo permanentemente como estos mismos algoritmos que a veces se usan para captar la atención de las personas también se usan para salvar vidas, para detectar enfermedades o anomalías en imágenes médicas para poder realizar predicciones sobre cuántas personas van a tener una determinada enfermedad y van a llegar a un hospital. O sea, se usa para mejorar la experiencia de vida de las personas. La tecnología es una gran aliada. Este libro un poco es un intento de llamar la atención hacia usos nocivos, usos perjudiciales, usos que no están tan buenos de la tecnología. Lo cual no quiere decir que sean los únicos usos, hay muchos usos muy buenos y son los que tenemos que fortalecer.