Hace unas semanas, Telefé metió mano a su archivo y repuso el programa “Poné a Francella”, un compendio de diferentes sketches que salían al aire semanalmente en 2001 y tuvo una segunda temporada en 2002. Esto último fue consecuencia del éxito en el rating que tuvo el show durante ese primer año. Una de las situaciones de comedia más esperadas de aquel programa (la solían poner al final, como todo lo más importante en los programas de TV) era la que protagonizaban Guillermo Francella y Julieta Prandi. Él interpretaba un padre de familia y ella, la amiga del colegio de su hija. La tensión de las escenas estaba puesta en la relación entre ellos: él comienza a fantasear con ella en distintas situaciones. La ganadora del Oscar “Belleza Americana” se había estrenado un par de años antes de la emisión del programa. Quizás había algo de eso ahí, pero en la película de Sam Mendes no había risas ni tampoco había reidores. No es que eso inmediatamente signifique algo malo, pero hablamos de que el enfoque era otro.

“Para mí está pasado (de moda). Yo amé hacer ‘Poné a Francella’. Pero yo creo que el humor tiene que ver con las épocas”, dijo en estos días Florencia Peña, otra de las actrices del programa tras la reposición veraniega. “Uno puedo entender a (Alberto) Olmedo mirando para atrás y entendiendo que era el humor que nos reíamos, pero hoy lo ponés y no te reís. Está fuera de contexto”, sumó durante una entrevista en el streaming “Sería increíble”, del canal Olga.

El debate sobre los “límites” del humor no es nuevo. La cultura de la cancelación relativamente sí lo es, pero ¿cuán relacionadas están aquí? La primera cuestión alude a si podemos hacer chistes con todo. ¿Podemos burlarnos de la enfermedad, de la muerte, de un gordo, de un flaco, de un negro, de un blanco, de un católico, de un judío? La cultura de la cancelación es el fenómeno consistente en repudiar o boicotear de distintas maneras a personas o entidades. Hace unos años, las miradas feministas fueron lapidarias con programas como ese de Francella. Incluso convencieron a otras miradas, quizás no tan feministas, que ese tipo de sketches estaban mal. “Lo bueno es que a todos les impresione un sketch donde el padre se calienta con la amiga de su hija”, dijo Malena Pichot ayer sobre el tema. En ese momento, eran muy pocos los que se sentían impresionados con eso. El “chiste” todavía estaba vigente. ¿Se trata de tiempo entonces? ¿Para dejar de reírnos o al menos para darnos cuenta que no deberíamos? ¿Tiene fecha de vencimiento el humor? “Está pasado”, dijo Peña, refiriéndose a la época, pero bien podría ser lo que decimos de un yogurt. Woody Allen lo dijo en su momento: “Tragedia más tiempo, es igual a comedia”. En esa frase basó su película “Melinda y Melinda” (2004): se trataba de la misma historia contada dos veces, con los mismos hechos, pero con distinto tono: uno en tragedia y otro en comedia. El humor es cuestión de tiempo.

Olmedo, ya que Peña lo menciona, dentro de una carrera gigantesca, tenía también una serie de skecthes que hacían mucho énfasis en el cuerpo de las mujeres y en el deseo, pero también con un enfoque cómico. Si el problema es el tiempo, la época o la moda, Olmedo lo hacía entre los ’70 y los ’80. Por ese mismo tiempo, el mítico comediante Andy Kaufman fue más allá en Estados Unidos. Kaufman se subió al ring a pelear con mujeres, como parte de su espectáculo. “Son más fáciles de ganar”, contestó cuando le preguntaron por qué lo hacía. Se trataba de un provocador nato, pero sobre todo alguien muy especial. Cuando recibió su primera invitación para conducir el histórico programa de comedia Saturday Night Live, consultó a un gurú acerca de qué era lo que hacía reír a la gente. “El silencio”, le respondió el gurú. Kaufman fue al programa y no dijo nada. “Fue un éxito”, recuerda Carlos Andrade, del Diario de Río Negro. Invitado alguna vez al programa de David Letterman junto a un verdadero luchador de lucha libre, intentó “chicanearlo” y terminó en el piso gracias a una certera cachetada del luchador. El humor es cuestión de tiempo y de espacio.

Inmediatamente después de los dichos de Peña, Gabriel Goity, otro de los actores del programa, salió al cruce: “ No estoy de acuerdo con los que dice Florencia. Sino no se puede hacer nada. Me parece muy bien que esté ‘Poné a Francella’, lo prefiero antes que otras cosas que se ven, que son espantosas, y supuestamente son modernas y respetuosas”. No profundizó sobre esto último, pero un ejemplo de humor actual y que igualmente terminó “cancelado” fue un sketch sobre el pesebre navideño que hicieron los conductores de un programa de Olga, uno de los canales de streaming más vistos del país. Básicamente el paradigma de lo moderno en cuanto comunicación y humor hoy en día. Los conductores se vistieron como Jesús, la Virgen y los Reyes Magos e interpretaron los personajes muy a su estilo. Rápidamente fueron criticados por la ofensa a las creencias de la fe cristiana y días después tuvieron que pedir disculpas públicas.

Otro comediante que trabaja en Olga es Yayo Guridi, ex Videomatch, que hacía cámaras ocultas a conductoras famosas en las que él y sus compañeros se dedicaban a incomodarlas con canciones con letras muy sexuales y hasta quedando completamente desnudos en un momento del falso programa. En el medio, Yayo sufrió en parte la cancelación retroactiva por esos programas alrededor de 2018. Luego resurgió y analizó su propio fenómeno. “Hoy no haría una cámara oculta. Era otro mundo, otros valores, otra cabeza. Estamos hablando de 20 años atrás, y la realidad era otra. Las comunicaciones también eran otras. Hoy todo eso no iría. Tuvo su éxito, pero hoy en día de mi parte no lo haría. Actualmente hay que agudizar el ingenio”, le dijo a Diario Show en 2021. El humor es cuestión de tiempo, de espacio y de ingenio, claro está.

A veces no está muy claro, pero el humor también depende de la posición que ostentamos ante quienes se nos burlan y de quienes nos burlamos. Si yo hago un chiste sobre la cantidad de trabajo que le falta hacer a la empleada que trabaja en mi casa seguramente no cause mucha gracia. Si la empleada se burla de lo inútil que soy para hacer algunas tareas probablemente tenga un mejor efecto. En el caso de Videomatch, la posición de poder la ostentaban claramente los hombres (eran varios de ellos) incluso cuando en la joda la jugaban de invitados. En el medio de la joda, José María Listorti pedía un espacio para leer un poema sobre el amor (bastante pobre, además de falso) de su autoría. Sus compañeros se le reían y hasta el día de hoy sigue funcionando como un gag en las redes. El burlista se transformaba, conscientemente, en burlado. Y pese a que la situación incómoda de ese momento fue graciosa para todos, el humor es cuestión de tiempo, de espacio, de ingenio y, a veces, de status.

También en Videomatch, años atrás, Marcelo Tinelli organizó un concurso nacional de chistes. Varios comediantes amateurs de todas las provincias se ponían en fila y cada uno contaba el suyo. Uno de ellos, sin hacer mucho alboroto empezó el suyo: “Resulta que le cuento a un amigo que el otro día yo estaba comiendo un asado en el patio de mi casa y pasaron 10 platos voladores… Me mira mi amigo y me dice ‘callate, ¿qué vas a estar comiendo asado vos?’”. El humor es cuestión de tiempo, de espacio, de ingenio, de status y de simpleza.