Dijo el periodista Ernesto Cherquis Bialo sobre Diego Maradona en una entrevista a la TV Pública: “Hay un (Diego) Maradona que jugó al fútbol. Hay un Maradona que alcanzó la celebridad. Hay un Maradona hijo, que murió cuando murieron sus padres. Hay un Maradona padre, que se reinventa cada día. Hay un Maradona amigo, que va recambiando amistad. Hay un Maradona afectivo y un Maradona sublime. Hay un Maradona abyecto y un Maradona fenomenal. Hay un Maradona de frases inolvidables. Hay un Maradona que cuyas frases es mejor no recordar. Fiorito y Dubai. Barro y siete estrellas. Canillas de oro y letrina. Es la suma de todo eso en un solo hombre. Un genio”. No venimos acá a hacer comparaciones que no corresponden, pero esa síntesis tan precisa (perfecta, porqué no) para definir a una figura separada del resto sirve como una especie de molde aplicable a otras personalidades. Dicho esto, la Mirtha Legrand de enero era toda una Mirtha, distinta de todas las que podemos enumerar: la Mirtha conductora, la Mirtha periodista, la Mirtha actriz de televisión, la Mirtha actriz de cine, la Mirtha que insulta fuera de cámara contra su marido y ese “sistema de mierda”, la Mirtha que sigue haciéndose nombrar como Mirtha Legrand “de Tinayre” en la presentación de sus almuerzos, la Mirtha que se frota la rosa por la cara, la Mirtha joven y con un rostro digno de la actriz de cine que fue, la Mirta de casi 100 años que figura en todo tipo de memes sobre la edad, la Mirtha conservadora, la Mirtha crítica de Macri y Milei, la Mirtha que en el 2001 pidió que los militares “salgan a la calle”, la Mirtha que el año pasado apoyó la universidad pública y pidió que no cierren el Incaa, la Mirtha de los almuerzos, la Mirtha de las cenas, la Mirtha que aseguró no necesitar a Silvana Suárez, entre tantas otras. Todo lo cuál nos lleva a preguntarnos, ¿cuál es la verdadera Mirtha Legrand?
Volvamos a la Mirtha de enero. La Mirtha de enero era la que hacía su programa en Mar del Plata, más precisamente en el hotel Costa Galana. Un ritual de las vacaciones del que cientos de fanáticos formaban parte. Claro, los más fieles presenciaban el programa en las afueras del edificio sosteniendo carteles con los nombres de sus provincias o localidades en Buenos Aires como si se tratara de una cancha de fútbol y su doble sentido de pertenencia. Así como en la cancha de Boca, por ejemplo, hay banderas de barrios como la histórica “BUDGE” o la de “SIMOCA” (con un sulky dibujado) en la cancha de Atlético; en las afueras del Costa Galana había carteles que decían “AVELLANEDA”. Ponerse a buscar a “TUCUMÁN” solía un placer culposo, pero que no podía evitarse cada enero. Al final de cada programa, ella salía a saludar al balcón acompañada de los señoriales botones del hotel. Bueno, esa Mirtha aún no apareció y no aparecerá. De hecho, ella misma confirmó hace unos días que por primera vez en muchísimos años el programa veraniego no se haría. Según informó el canal América es debido a los costos que implica hacerlo, pero también se hace alusión a que la conductora no está bien de salud. En las últimas horas tuvo que salir a hablar de su estado dado que se le había roto un diente. Exactamente en un mes (23 de febrero) Mirtha cumplirá 98 años.
Otra Mirtha es la de las preguntas animales como aquella a Roberto Piazza, la Mirtha que le advirtió a Sergio Schoklender: “No te voy hacer pasar un mal momento” y la Mirtha que inmediatamente le preguntó “¿por qué mataste a tus padres?”. Hace poco arrinconó a Roberto García Moritán, la ex pareja de “Pampita”, aunque legalmente siguen casados. Justamente lo acorraló a preguntas por su separación (“Pampita” acusa una infidelidad) y tuvo que salir a pedir disculpas. Sobre este tema, el escritor y ensayista Juan José Becerra, hizo esta reflexión en El Canciller, durante una entrevista que solo se trató de ella: “Así como (Mirtha) puede pronunciarse como una especie de reina también comete hechos que podríamos llamar punk: la pregunta terminal. Ella es especialista en preguntas terminales que pueden acabar con el ánimo de las personas que van a almorzar con ella. Mirtha hace preguntas ambientales. Están en el aire las preguntas. No las hace nadie. Excepto ella. Se las hace la gente en la casa. El misterio es cómo detecta dónde está eso. Yo diría un interés general frívolo pero importantísimo porque quien no quiere saber si Nelson Castro es homosexual o no. Mirtha es como un personaje de Manuel Puig: tiene enlazada a la cultura chismográfica del pueblo, que puede ser Villa Cañás, o pueblos de esa escala, donde el chisme tiene un valor cultural importantísimo. Su búsqueda del llanto y del melodrama está dado porque es una entrevistadora pop. Después de 50 años de hablar con personas en vivo sabe perfectamente dónde encontrar los pequeños tesoros ocultos en el lenguaje de cada uno. Hay algo de verdad en el artificio que es la conversación. Apela de una manera muy entreverada con la perversión al recuerdo del daño, del sufrimiento. La miseria, el melodrama, por eso la asocio tanto a Puig”.
La anterior respuesta habla de la Mirtha que más tenemos presente. La que de chicos veíamos en casa de nuestras abuelas por obligación, la que criticábamos con pasión desde nuestra rebeldía adolescente y la que ahora, a la distancia, podemos entender. Quizás por eso necesitamos comprender que no hay una sola, sino que son varias. La televisión, en este caso, nos ayuda a mantener vivo ese mito: cada vez que aparece, puede ser una Mirtha diferente. La magia de la televisión lo puede. Eso la hizo distinta también en el mundo de la TV: pocas veces fingió ser una sola persona. Una de sus frases de cabecera seguro sirve para explicarlo mejor: “¡cómo te ven te tratan y si te ven mal te maltratan, y si te ven bien te con-tra-tan!”. “Creo que le está hablando a la propia televisión, a sus colegas, a sí misma. Cuando uno ve mal a alguien en realidad no lo maltrata, al contrario, lo apaña. Revela sí uno de los secretos de la televisión, que para estar hay que fingir, sobre todo fingir estar bien”, reflexionó Becerra.
Nadie sabe si volveremos a disfrutar de la Mirtha de enero. Tal vez, la de 2024 haya sido la última, pero mejor quedarnos con la primera: “Yo vine a Mar del Plata en enero a los cuatro años por primera vez. Creo que hay una memoria emotiva de todos los argentinos. Yo siento que es mi casa. Recuerdo a mi padre José, mi madre doña Rosa y mis hermanos”, le dijo a LA NACIÓN el año pasado.