Desde chicos soñaban con hacer ciencia. Querían que sus investigaciones tuvieran impacto, que sus descubrimientos trascendieran del laboratorio. Pero convertir ese sueño en realidad no era fácil. En 2022 encontraron la oportunidad de transformar su pasión en un proyecto concreto. Sabían que la investigación por sí sola no bastaba: necesitaban financiamiento, estructura y una estrategia que les permitiera llevar su idea al campo. Así nació Qumir Nano, una startup que fusiona microbiología y nanotecnología para desarrollar soluciones sostenibles para la agricultura. Más allá del desarrollo científico, Qumir Nano es un emprendimiento nacido en Argentina, un país donde el camino para quienes apuestan por crear y trabajar es desafiante. Sin embargo, el equipo logró superar los obstáculos y convertir su vocación por la ciencia en un proyecto con impacto real. Hoy, la empresa tiene su laboratorio en la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia de la Universidad Nacional de Tucumán y una oficina comercial en Vicente López. Recibió U$S 200.000 de la company builder GRIDX y pasó por el programa de aceleración de Glocal.
El equipo está formado por especialistas en distintas áreas: Cintia Romero, doctora en Bioquímica; José Sebastián Dávila Costa, doctor en Ciencias Biológicas; Romina Bertani, doctora en Ciencias Biológicas y Biotecnologa; Franco Segli, doctor en Ciencias Biológicas y científico de procesos microbiológicos; y Solana Chaves, doctora en Ciencias Biológicas, a cargo de la investigación de nanopartículas y su aplicación en plantas. LA GACETA pudo conversar con ellos sobre el desafío de transformar la ciencia en soluciones concretas. Además, el equipo tiene presente a Franco Ciaffone, administrador de empresas y actual CEO, radicado en Buenos Aires, a quien desde un primer momento integran a la estructura de la startup.
El proyecto comenzó en 2018 con Cintia y José a la cabeza, quienes investigaban microorganismos capaces de producir enzimas y proteínas con potencial industrial. Con el tiempo, su interés por la nanotecnología los llevó a preguntarse si estos mismos microorganismos podrían generar nanopartículas. Así nació la línea de investigación en bionanotecnología. La pandemia los obligó a profundizar su estudio y con esa base en 2022 presentaron su idea en GRIDX, una incubadora de startups biotecnológicas. “El desafío era mayúsculo: transformar nuestro conocimiento en un negocio viable”, cuenta Romero. Durante un año, el equipo se capacitó en finanzas, consolidación de equipos y estrategias de mercado. En diciembre de 2022 fueron seleccionados para recibir una inversión inicial de U$S 200.000. Uno de los mayores desafíos de Qumir Nano ha sido, además de la investigación, comprender el mundo de los negocios. “Para nosotros, que venimos de una formación científica, siempre el desafío es poder entender la otra parte, es decir, la alianza entre la ciencia y su aplicación práctica. El 90% de las veces, lo que a un científico le parece interesante no le resulta atractivo a un inversor. Esa es la realidad, entonces redireccionar la ciencia hacia las necesidades del mercado, y que sea algo entendible y tangible, es lo más difícil”, admite Dávila Costa.
Un informe da cuenta del poderío de Brasil en el agronegocio mundialEn 2023, parte del equipo viajó a EEUU para participar en un programa de vinculación con inversionistas. La experiencia les permitió comprender que convencer a productores y empresarios es tan crucial como el desarrollo científico. Además, el crecimiento de Qumir Nano es un reflejo del ecosistema científico en Tucumán. “La Planta Piloto de Procesos Industriales Microbiológicos (PROIMI-Conicet) y la Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia han sido fundamentales en la formación y el polo científico-tecnológico de la provincia sigue consolidándose con muchos proyectos más, no somos los únicos”, detalló Romero. Cintia lo tiene claro: el mayor valor de Qumir Nano no está solo en su base científica ni en su potencial de crecimiento, sino en el equipo que la sostiene. “Sin equipo, nada en la vida funciona. Poner el foco ahí, no solo en la ciencia o en el respaldo económico, sino en el equipo, ha sido clave para que todo haya funcionado”, reflexionó. (Producción periodística María del Carmen Garzón Principi)
En la selva de Las Yungas: con menor impacto ambiental
El equipo identificó microorganismos en la selva de Las Yungas que combinados con otros elementos químicos, generan bio-nanopartículas capaces de proteger cultivos. Su proceso permite producir fungicidas más efectivos y con menor impacto ambiental. “Qumir Nano es una plataforma bionanotecnológica y nuestro producto más desarrollado es Atiq Nano, diseñado para cultivos como soja, caña de azúcar y trigo. A diferencia de los pesticidas tradicionales, este producto es más eficiente y reduce significativamente el uso de ingredientes activos sin afectar el equilibrio ambiental. Este bioinsumo para el agro tiene una actividad antifúngica, elicitora y adyuvante”, explicó Romina Bertani.
¿Por qué el nombre?: un vocablo kichua que le brinda identidad al nanoemprendimiento
El nombre de la startup no es casual. “Qumir significa ‘verde’ en kichua y quisimos usarlo porque representa la esencia de nuestro trabajo: soluciones sustentables para la agroindustria, sin dañar el medio ambiente. El color verde siempre se asocia con la ciencia, y ‘Nano’ proviene de la nanotecnología, que es la base científica de nuestro proyecto”, explicó Cintia Romero.
Esta identidad no solo se refleja en el nombre, sino en la filosofía de trabajo del equipo: desarrollar tecnología con un impacto positivo tanto en el ambiente como en la producción agrícola.