RÍO DE JANEIRO, Brasil.- La cabeza con el cabello teñido de rojo estaba separada completamente del cuerpo. Los habitantes la encontraron en una zona de densa vegetación cerca de una favela de Rio de Janeiro, casi 24 horas después de la operación más letal en la historia de Brasil. “Degollaron a mi hijo, le cortaron el cuello, colgaron (la cabeza) en un árbol como un trofeo”, contaba a la agencia AFP Raquel Tomas, madre de Iago Ravel, de 19 años, y acusó de su muerte a las fuerzas de seguridad. “Lo ejecutaron sin derecho a defensa. Fue asesinado”, dice con la voz temblorosa de tristeza y cólera.
Mientras esperaba junto al padre del chico y otros familiares en el exterior de la morgue para reconocer los restos de Iago, la mujer de 34 años contó que pasó toda la madrugada recorriendo hospitales y comisarías buscándolo. Finalmente lo vieron entre decenas de cuerpos alineados en una plaza del complejo de favelas de Penha, recuperados por los vecinos la mañana del miércoles. “Él solo tenía 19 años, era un muchacho de buena familia. Y no tuvo derecho a una segunda oportunidad”, cuenta la madre.
Su tía, la manicurista Beatriz Nolasco, dijo que lo vio en un video que circula en las redes sociales. En las imágenes se observa el cuerpo decapitado de un joven, con la cabeza sobre un árbol. Vestía ropa de camuflaje y tenía el cabello teñido de rojo. No presentaba otras lesiones. El padre de Iago, Alex Rosado da Costa, acusa a los agentes del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), la unidad de élite de la policía, de haber ejecutado a su hijo. “Le arrancaron la cabeza. Por lo que me han dicho, no tiene heridas de bala en el cuerpo”, afirma.
Raquel describe lo que vivió en las últimas horas como puro “terror”. “No fue solo con mi hijo, fue una masacre”, cuenta sobre la violencia policial. Fuera de la misma morgue, Ana Beatriz Adorno, de 24 años, buscaba a su marido, de 29. “No sabemos dónde está. No hay cuerpo, no hay información, no hay nada”, dijo. Con ella, dos mujeres más buscaban también a sus esposos.
Más de 60 cuerpos quemados, atados y con la cabeza destrozada fueron hallados en las favelas cuando se retiró la policía.
“¡Esto es un genocidio!” gritaba una mujer ante los más de 60 cuerpos que se acumulaban en el piso de la plaza San Lucas, en la favela Penha. en Río de Janeiro, y que formaban, en algunos sectores charcos de sangre, que terminaban siendo pisados por los vecinos que se acercaban a reconocerlos. Los cuerpos tenían signos de violencia extrema. “Nunca vi algo así”, contó un vecino que no quiso identificarse a O’Globo, mientras otros denunciaban que incluso quienes se entregaron pacíficamente fueron asesinados con saña.
“Doca” era uno de los más buscados y logró escapar de la masacre en Río de JaneiroLa operación de rescate de los cuerpos, realizada en zonas boscosas en las inmediaciones de las favelas, fue liderada por mujeres, que buscaban a sus compañeros, hermanos o hijos. Ellas eran las que el miércoles denunciaban lo cruento del operativo. La recuperación de los cuerpos, que seguía en curso ayer, fue televisada y mostrada en videos en las redes sociales y coincidió con un Rio de Janeiro en shock, sus calles vacías y las escuelas cerradas.
Olor
El fuerte olor que expelían los cuerpos no impedía que decenas de vecinos permanecieran cercándolos, algunos buscando algún conocido, otros, por simple curiosidad.
“Se ven marcas de quemaduras, personas amarradas, hay personas allí que fueron sometidas y asesinadas fríamente”, dijo a la AFP el abogado Albino Pereira Neto, que representa a tres familias que perdieron a algún pariente.
Rayune Diaz Ferreira, una de las habitantes de la comunidad, buscaba a su primo. Explicó que la gente no durmió, ni comió, mientras buscaba a los desaparecidos; y que no tuvieron ningún tipo de apoyo. “El Estado nos abandonó hace mucho tiempo y nos volvieron a abandonar después de esta matanza. Quienes están cargando los cuerpos son los vecinos”, sostuvo.