La multinacional Whirlpool anunció hoy el cierre definitivo de su planta de lavarropas en el Parque Industrial de Fátima, Pilar, decisión que implica el despido de 220 trabajadores. La medida, comunicada de forma sorpresiva, respondió a una "falta de competitividad para exportar" y al impacto de la apertura de importaciones que, según la empresa, erosionó su cuota de mercado.
Fuentes de la compañía confirmaron que ya iniciaron las negociaciones con la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) para definir los paquetes de salida, que incluirían la indemnización legal más un plus. "La idea es que la relación sea a largo plazo, si en el futuro pudiéramos volver a producir", señalaron desde la firma, intentando suavizar el conflicto.
Cambio de modelo de negocio
El cierre marcará un giro drástico en la estrategia de Whirlpool en Argentina. La empresa pasará de un modelo productivo a uno netamente comercial y de distribución, manteniendo una oficina con entre 100 y 120 empleados, estructura que sostiene hace 35 años.
"Se buscaba un modelo operativo ágil y eficiente, lo que no pudo lograrse en un contexto de fuerte desaceleración del consumo y aumento significativo de las importaciones", explicaron voceros de la empresa. Un comunicado oficial ratificó que la continuidad de la marca en el país "no está en revisión", pero se limitará a la venta de electrodomésticos, repuestos y accesorios importados o de stock remanente.
Tensión y sorpresa entre los empleados
La noticia cayó como un balde de agua fría sobre el personal. "No nos dieron ningún preaviso. Nos acaban de desvincular a todos, incluidos administración y recursos humanos. Nos pusieron un transporte para el que se quiera ir", relató Ignacio Cabezas, empleado de la planta. Los trabajadores, en estado de asamblea, rechazaron retirarse hasta obtener una "respuesta coherente".
Según los empleados, la competencia desleal fue el argumento central: un lavarropas Whirlpool nacional oscila entre los $800.000 y $1.000.000, mientras que marcas chinas importadas se consiguen a mitad de precio. La producción ya había bajado de 600 a 400 unidades diarias, y hace dos semanas se había despedido al personal eventual, pero el cierre total no estaba en los planes de nadie.
Una inversión de vida corta
El final de la planta llegó apenas dos años después de su inauguración en octubre de 2022. Aquella apertura, que demandó U$S52 millones, prometía fabricar 300.000 unidades anuales y exportar el 70% de la producción. Sin embargo, la realidad actual era muy distinta: la fábrica operaba al 50% de su capacidad y la ecuación exportadora no cerraba.