ISHINOMAKI, Japón.- Una de las historias más tristes -y desconocidas- que dejó el tsunami del 11 de marzo ocurrió en una escuela de Okawa. Allí, 77 de sus 108 alumnos y 10 de sus 13 profesores fueron engullidos por una ola de 30 metros que subió por el río Kitakami y redujo al edificio a escombros, informó el periodista Rafael Méndez en un reportaje realizado para el diario español "El País".
Junto a los restos de la escuela sólo hay silencio. Los jóvenes revuelven el barro en busca de objetos de los chicos y los colocan en un improvisado altar. "Cuando hay un terremoto, la orden es salir al patio. Así que estaban los alumnos y los profesores en la calle. Cuentan que la ola era como un mar negro que llevaba vacas y a gente que pedía auxilio", explicó el profesor de caligrafía del centro, Ryouichi Sakurada. El 70% de los alumnos, de entre seis y 12 años, están fallecidos o desaparecidos. Y más de un mes después del tsunami una cosa y otra es casi lo mismo.
Autos destrozados y volcados, un puente reventado por la gran ola y una planicie enlodada son parte del devastador paisaje que dejó la tragedia en los alrededores del establecimiento. De las casas no quedan más que los cimientos. Aún hoy hay una sucesión de escombros durante kilómetros difícil de describir. Hay barcos en los tejados, redes enredadas en los árboles y rutas cuarteadas. Sólo una serie de cuadrados de cemento en el suelo que asoman de vez en cuando dan fe de que ahí, alguna vez, hubo un pueblo. (Especial)