Son unos 600 nativos que emprendieron la marcha en agosto desde la Amazonia. Caminan hacia La Paz, en protesta por la decisión del gobierno de Evo Morales de construir una carretera, a través de un parque ecológico, el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure, el Tipnis, gran parte de su tierra.
Pareciera un contrasentido la rebeldía: Bolivia es un país con escaso nivel de infraestructuras y los caminos -necesarios y útiles- apuntalan la conexión de las regiones y el desarrollo de las economía. Pero los pueblos aborígenes de las tierras bajas rechazan parte de este proyecto que le está costando a Morales bastante más que un dolor de cabeza. Han caído ministros del gabinete, enfrenta huelgas de solidaridad con el reclamo como las impulsadas por la Central Obrera Boliviana (COB), divisiones en su propio partido, el Movimiento al Socialismo (MAS) y una crítica cada vez más generalizada de la opinión pública.
Los indígenas, muchos de ellos con sus hijos en brazos, ya caminaron unos 420 km y están ahora 150 km de la capital. En una semana podrían llegar a La Paz. No quieren que esa ruta pavimentada les destruya su hábitat natural y la mayor reserva natural del país; reclaman modificaciones al proyecto, pero la obra ya está en marcha en dos tramos. La construye una empresa brasileña, OAS, con sede en San Pablo, con fondos del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (Bndes) y del gobierno boliviano.
En estos días, la movilización de esos grupos indígenas coincide con una huelga de la COB, que reclama aumentos de salarios. La medida sindical plantea ocho demandas, pero la principal es que el Gobierno cumpla su compromiso de aumentar en dos puntos porcentuales los salarios de maestros y trabajadores de la salud sobre el 10 % que autorizó en abril. Los trabajadores ratificaron también su apoyo a la marcha indígena.
La imagen del mandatario está afectada por la represión policial que cayó sobre la marcha el 25 de septiembre, en circunstancias que han generado en si mismo otro conflicto: los aborígenes fueron dispersados con violencia por la Policía en el poblado de Yúcumo. La acción recibió amplia condena nacional e internacional. En el Gobierno se culparon sobre quién dio la orden y ahora se inició una investigación interna. Una semana después, los nativos se reagruparon para volver a marchar. Ahora, la Policía los sigue de cerca, a los poblados donde llega la caravana -muchos con la bandera boliviana como estandarte- los reciben con aplausos y muestras de apoyo. "Estamos caminando por una demanda justa y nuestra marcha es pacífica", explicó a la prensa una y otra vez, el líder de los marchistas, Adolfo Chávez Beyuma.
Morales, un indígena de origen Aymara y de tendencia izquierdista, que contaba con el apoyo de varias etnias de esa amplia región, asegura que sólo 180 hectáreas del parque serán afectadas por la deforestación que demandará la obra. Se trata de un camino entre Villa Tunari (Cochabamba) y San Ignacio de Moxos (Beni), en la zona central, con un costo total de U$S 447 millones.
Ahora, el MAS organizó una marcha de apoyo al Gobierno para los próximos días y analistas locales temen que esa movilización derive en enfrentamientos con grupos que apoyan el reclamo de las etnias amazónicas. "No es un provocación, estamos en democracia y dentro de las reglas del juego hay posibilidades de convocatorias movilizadas en respaldo de la democracia", dijo René Martínez, titular del Senado. Sería ese un escenario más complicado y tenso para Evo.
¿Son los desafíos del desarrollo? ¿O es una estrategia gubernamental errada? La reacción indigenista en defensa de sus derechos y sus tierras ha puesto a la defensiva al hombre que llegó para reivindicar, precisamente, a la Bolivia postergada, dolorosamente olvidada. Complejo, a veces inabarcable, el escenario vecino demanda una especial atención y un estudio pormenorizado y profundo de sus días.
Pareciera un contrasentido la rebeldía: Bolivia es un país con escaso nivel de infraestructuras y los caminos -necesarios y útiles- apuntalan la conexión de las regiones y el desarrollo de las economía. Pero los pueblos aborígenes de las tierras bajas rechazan parte de este proyecto que le está costando a Morales bastante más que un dolor de cabeza. Han caído ministros del gabinete, enfrenta huelgas de solidaridad con el reclamo como las impulsadas por la Central Obrera Boliviana (COB), divisiones en su propio partido, el Movimiento al Socialismo (MAS) y una crítica cada vez más generalizada de la opinión pública.
Los indígenas, muchos de ellos con sus hijos en brazos, ya caminaron unos 420 km y están ahora 150 km de la capital. En una semana podrían llegar a La Paz. No quieren que esa ruta pavimentada les destruya su hábitat natural y la mayor reserva natural del país; reclaman modificaciones al proyecto, pero la obra ya está en marcha en dos tramos. La construye una empresa brasileña, OAS, con sede en San Pablo, con fondos del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (Bndes) y del gobierno boliviano.
En estos días, la movilización de esos grupos indígenas coincide con una huelga de la COB, que reclama aumentos de salarios. La medida sindical plantea ocho demandas, pero la principal es que el Gobierno cumpla su compromiso de aumentar en dos puntos porcentuales los salarios de maestros y trabajadores de la salud sobre el 10 % que autorizó en abril. Los trabajadores ratificaron también su apoyo a la marcha indígena.
La imagen del mandatario está afectada por la represión policial que cayó sobre la marcha el 25 de septiembre, en circunstancias que han generado en si mismo otro conflicto: los aborígenes fueron dispersados con violencia por la Policía en el poblado de Yúcumo. La acción recibió amplia condena nacional e internacional. En el Gobierno se culparon sobre quién dio la orden y ahora se inició una investigación interna. Una semana después, los nativos se reagruparon para volver a marchar. Ahora, la Policía los sigue de cerca, a los poblados donde llega la caravana -muchos con la bandera boliviana como estandarte- los reciben con aplausos y muestras de apoyo. "Estamos caminando por una demanda justa y nuestra marcha es pacífica", explicó a la prensa una y otra vez, el líder de los marchistas, Adolfo Chávez Beyuma.
Morales, un indígena de origen Aymara y de tendencia izquierdista, que contaba con el apoyo de varias etnias de esa amplia región, asegura que sólo 180 hectáreas del parque serán afectadas por la deforestación que demandará la obra. Se trata de un camino entre Villa Tunari (Cochabamba) y San Ignacio de Moxos (Beni), en la zona central, con un costo total de U$S 447 millones.
Ahora, el MAS organizó una marcha de apoyo al Gobierno para los próximos días y analistas locales temen que esa movilización derive en enfrentamientos con grupos que apoyan el reclamo de las etnias amazónicas. "No es un provocación, estamos en democracia y dentro de las reglas del juego hay posibilidades de convocatorias movilizadas en respaldo de la democracia", dijo René Martínez, titular del Senado. Sería ese un escenario más complicado y tenso para Evo.
¿Son los desafíos del desarrollo? ¿O es una estrategia gubernamental errada? La reacción indigenista en defensa de sus derechos y sus tierras ha puesto a la defensiva al hombre que llegó para reivindicar, precisamente, a la Bolivia postergada, dolorosamente olvidada. Complejo, a veces inabarcable, el escenario vecino demanda una especial atención y un estudio pormenorizado y profundo de sus días.