A menos de dos cuadras de la comisaría, tres delincuentes armados y encapuchados se metieron en una casa y apuntaron a una familia durante 55 minutos, para luego fugarse con todas sus pertenencias en la camioneta de las víctimas. "Ha sido una pesadilla", lamentó Claudia de Medina un día después del atraco, cuando recobró el aliento.
El violento asaltó ocurrió en una vivienda de Monteagudo al 1.500. Eras las 7.05 del viernes y Miguel Medina se preparaba para llevar al menor de sus tres hijos al colegio. El hombre de 48 años abrió los candados de la reja que protege a la puerta, caminó dos pasos hacia afuera y recibió un culatazo en la frente que lo desplomó. Tres delincuentes, que habían saltado el enorme portón que da a la calle, aguardaban -quién sabe desde qué hora- escondidos detrás de las dos camionetas Renault Kangoo que Miguel tenía para trabajar.
Su esposa escuchó el golpe, salió de su habitación y se encontró con su marido y su hijo de 14 años tirados en el piso con tres encapuchados que los apuntaban. Inmediatamente, una mano la tomó de los pelos y la redujo a ella también. Segundos después se acercaron otro hijo de 22 años y la mayor de 24 años, que rápidamente fueron arrojados al piso.
"A la chiquita esta la llevemos a la pieza", propuso uno de los delincuentes, mientras observaba a la joven con su cabellera rubia. "Cuando dijo eso, ya no me pasaba el aire, sentía que no podía más", recordó su madre, que temía todo el tiempo por su familia.
La mujer fue llevada por uno de los intrusos a la habitación matrimonial. El asaltante la obligó a acostarse boca abajo sobre la cama y comenzó a revolver todo. "Mamita, dame todo y nos vamos", le gritaba a Claudia. Ella recordó que había dinero en un cajón de la mesa de luz y le entregó $ 2.700. Pero el delincuente no se conformó y siguió buscando. Entonces encontró algunas cadenas y anillos de oro que le había regalado su marido para el aniversario de casados. Sólo se salvó la alianza, que Claudia atinó a quitarse disimuladamente y esconderla dentro de un almohadón.
En otro rincón de la casa, simultáneamente, el resto de la familia había sido maniatado con los cables de los cargadores de celulares que habían estado enchufados en las paredes. La joven de 24 años no podía parar de llorar. "Decile que se calle o le meto un cuetazo", le advertía uno de los asaltantes a Miguel, que cada vez estaba más nervioso. En un momento, el hombre suplicó que le alcanzaran una pastilla porque sufre de hipertensión y estaba a punto descompensarse.
Los nervios, el miedo y la locura duraron hasta las 8, cuando los tres asaltantes dieron por finalizado su trabajo y cargaron el botín en la camioneta de la familia. Se llevaron dos televisores LCD, una computadora, una play station, dos cámaras de fotos, cinco celulares, dos camperas de cuero, una mochila donde la joven tenía los apuntes de la facultad, las joyas y el dinero.
En cuanto pusieron en marcha el vehículo, Miguel se repuso como pudo y corrió hacia la otra camioneta para seguirlos. Desesperado y con la cara bañada en sangre, aceleró por detrás de los delincuentes, que huían por la avenida Juan B. Justo con dirección al norte. Pero, al llegar a la esquina de Martín Behro, la luz roja del semáforo lo obligó a parar y los perdió de vista.
El hombre regresó desahuciado a su casa y encontró a su familia presa de una crisis de llanto. "Esto es algo que uno ve en la tele, que pasa en Buenos Aires, pero no podía creer cuando los tenía acá, me imaginaba cualquier cosa", lamentó Claudia.