El dominico tucumano Fray José Manuel Pérez (1787-1859) fue una figura muy destacada y gozó de gran respeto intelectual en su tiempo. Marco Avellaneda, el "mártir de Metán", en carta a Juan Bautista Alberdi, lo mencionaba como una de las pocas personas inteligentes de la ciudad.
En la "Revista de Tucumán" de 1900, José R. Fierro recordaba un episodio de 1851, cuando el padre Pérez fue nombrado Provincial de los dominicos. Inició entonces la gira reglamentaria denominada "visita". Llegó a Buenos Aires, donde fue muy agasajado, y el jefe de la Confederación, Juan Manuel de Rosas, mandó a saludarlo. Pero Pérez no acudió a hacerle una visita.
Los comedidos le advirtieron que esa actitud lo ponía en peligro, pero Pérez "les contestó que él sabía cuándo debería presentarse, y dejó pasar más días". De pronto, decidió regresar y requirió los pasaportes, indispensables paras todo viaje entonces. Como no se los entregaban, "envió a decir al mismo Rosas que no lo obligaran a contravenir las órdenes, y que necesitaba salir de Buenos Aires".
Para asombro de los que lo rodeaban, "inmediatamente recibió el pase, y se lo entregó a su ordenanza sin leerlo". En el trayecto, se averió la mensajería, y quedó claro que su arreglo iba a demorar muchos días. Ante el contratiempo, el padre Pérez presentó su pasaporte -cuyo texto nunca se ocupó de leer- al maestro de posta. Ni bien este lo leyó, hizo acondicionar a toda prisa otro coche "y se lo puso a disposición del padre Pérez, a quien todos contemplaban azorados y el maestro de posta temblando". Comenta Fierro: "¡Cómo sería ese pasaporte!"