Sólo en la lógica de que para Dios nada es imposible, se podía entender aquella escena. Nicolás Flores, de 13 años, llevaba en sus manos la reliquia de un pedazo de cerebro de quien estaba hace más de 100 años muerto. Mientras que él caminaba sin la tercera parte de su propio cerebro, la cual perdió en un accidente de tránsito. Y allí se encontraba, subiendo las escaleras del altar donde se oficiaba la misa de beatificación que convertiría por un momento al pequeño pueblo de Villa Cura Brochero en un apéndice de la Santa Sede y en el corazón de la cristiandad. El beato padre Gabriel Brochero ya está legitimado en la devoción de las comunidades que lo han conocido a través de sus obras. Ahora solamente queda un paso -la canonización- para llegar a los altares de la Iglesia universal.
Apenas bajó del altar y se sentó, Nicolás, el niño del milagro, como lo llaman en Córdoba, rompió a llorar entre los brazos de su madre, Sandra Violino. Todo había terminado por fin.
Tenía 11 meses cuando volvía desde la capital cordobesa hacia Mina Clavero donde vivía con su familia, cuando un vehículo que venía de frente lo dejó sin signos vitales. Su padre, Osvaldo, invocó al Cura Brochero inmediatamente, y desde ese momento comenzaron a sucederse una maravilla tras otra. "Los médicos nos entregaron un niño con vida vegetativa, que había perdido masa encefálica y ósea creaneana, la mitad de su hemisferio izquierdo era inexistente. Se había salvado, pero nos habían anticipado que no caminaría ni hablaría y que sería ciego. Pero no nos quedamos con ese diagnóstico, Osvaldo y yo seguimos implorando al Cura Brochero su intercesión. Cuando de pronto milagrosamente comenzó a hablar de a poco y después a caminar. Va a una escuela niveladora de Córdoba y está haciendo sexto grado", cuenta su madre que apenas puede hablar de la emoción.
En el predio de varias hectáreas, la familia Flores está en primera fila. A su derecha está el sector de los sacerdotes y seminaristas, y a la izquierda están los familiares del Cura Brochero, e invitados especiales. Y lejos, muy lejos, los miles y miles de fieles que llegaron de todo el país a esta celebración de beatificación del primer sacerdote beato de Argentina. Hay chicos que durmieron en el predio del Cristo Blanco -como se le dice a la zona- desde la madrugada. Colchas, mate, guitarra y rosarios fueron imprescindibles para combatir el frío -por debajo de los dos grados- y el sueño. Oscar y Leandro Fernández, son dos marplatenses, padre e hijo, que llegaron a Villa Brochero para celebrar a su protector y llevar el mensaje de esta fiesta a través de la radio Iglesia Gaucha que conducen en la 101.3 del dial de la Costa Atlántica. Todavía tapadas con colchas azules, Ariana Paredes, Dana Moyano y Guadalupe Nieves, de 16 años, todas de Villa de Soto, Traslasierra, siguen remoloneando en el piso, apretadas unas contra las otras como tres cachorritas para protegerse del frío. "Nunca nos imaginamos ver tanta gente en este lugar, es maravilloso. Aquí todos los jóvenes somos devotos del Cura Brochero, es el que nos inculcan en la casa, especialmente los abuelos", cuenta con decisión Ariana.
No sólo hay laicos contentos, los sacerdotes y monjas tienen la sonrisa instalada en el rostro en forma permanente. Gonzalo Vadell, Benjamín Tonetti,Leandro Guillén y Emiliano Arrieta, todos del Seminario Mayor de Tucumán, ven en el Cura Brochero un ejemplo a seguir; un "cura con olor a oveja", dicen. El padre Gregorio Paz apenas camina con bastón. Es ermitaño, de una comunidad de la diócesis de Concepción. "Estoy feliz porque monseñor José María Rossi nos levantó la clausura para poder venir a la beatificación del Cura Brochero. Mi único problema era que no tenía dinero para venir, pero la Providencia hizo que la esposa de mi cardiólogo, al enterarse de esto, me ofreciera traerme ella misma en su auto, por eso estoy aquí. Seguramente Brochero, que no se cansaba de visitar y de estar con el pueblo, nos quería tener a todos los curitas, sus hermanos, cerca de él en este momento de tanta justicia y felicidad para los argentinos", confiesa.
En Villa Brochero, la misa terminó después del mediodía (comenzó a las 10 en punto) pero la fiesta continúa todo el fin de semana. Con frío, con alegría y con ponchos como vestimenta privilegiada de chicos y grandes.
Muchos tucumanos en la ceremonia.- Un gran numero de tucumanos viajaron a la beatificación del Cura Brochero. No solo estaba el Seminario Mayor casi a pleno, comenzando por su rector, el padre Amadeo Tonello, sino también la comunidad de las Esclavas del Corazón de Jesús. Varios colectivos con unas 300 alumnas llegaron a la villa. "Ocurre que a nuestra Madre Catalina la trae justamente el padre Brochero para que se hagan cargo de un colegio de niñas; ese colegio fue el nuestro, que se instaló en Córdoba y de allí se difundió para todo el país", explican entusiasmadas las docentes María Rosa Barbera y Adriana Agüera. "En nuestro colegio se realizan los ejercicios espirituales ignacianos que promovía el padre Brochero. Son de tres y de siete días y se realizan en la Casa de Belén", contaron las docentes. "El Cura Brochero visitó Tucumán cuando fue a buscar a los obreros que trabajaban en la caña para traerlos a esta villa para hacer los ejercicios espirituales", añadieron.
Palabras de Francisco.- La carta apostólica del Papa Francisco fue el momento más esperado de la celebración. En ella el cardenal Angel Amato expresa la decisión del Santo Padre de que el Cura Brochero sea considerado beato por la Iglesia. También señala que el día de su fiesta será todos los 16 de marzo de cada mes. La ceremonia fue muy emotiva. Desde el altar describieron a Brochero como "un pastor con olor a oveja". Estuvieron presentes el gobernador cordobés, José Manuel de la Sota; y el jefe de Gobierno la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, entre otras autoridades. Se calcula que hubo más de 100.000 personas. Muchos jóvenes madrugaron en Villa Cura Brochero, esta pequeña localidad de poco más de 7.000 habitantes (foto).
Enfermeras felices.- Las hermanas enfermeras Alicia, Nancy, Norma y Graciela, todas hijas de San Camilo, llegaron a la celebración con sus hábitos y sus delantales con la cruz roja. "Estamos felices de participar en la fiesta", dijeron.
Visitaba a su familia y vecinos.- Mary Battistini de Córdoba, capital, recuerda que su abuela le contó que de chica su madre tomaba mate con el padre Brochero. "Tenemos fotos en casa que así lo atestiguan", dice orgullosa. "Mi abuela, Manuela Ferreyra, vivía en Santa Rosa, los pagos del cura Brochero, y cuando él visitaba a su familia, iba también a visitar a los vecinos", cuenta.