En los 10 meses que transcurrieron del juicio por la megacausa "Arsenales II-Jefatura II", los testimonios de los sobrevivientes fueron clave para graficar cómo fueron los centros clandestinos de detención y exterminio durante el terrorismo de Estado. En la última semana, las declaraciones de los peritos sirvieron para ratificar lo dicho por las víctimas acerca del ex Arsenal "Miguel de Azcuénaga". Los especialistas técnicos detallaron en la sala de audiencias los informes que están incluidos en los expedientes. Mediante el análisis de fotografías satelitales y aéreas; de excavaciones y de los restos pudieron constatar el funcionamiento del CCD desde 1976 y la existencia de al menos cinco fosas comunes de inhumación que contenían vestigios de desaparecidos. Son las más grandes encontradas en el país.
Los 12 de las fosas
La mayoría de ellos murieron por disparos en la sien. Muchos habían sufrido también fuertes golpes. Fueron arrojados a los pozos a poco de haber muerto. Todos intentaron ser incinerados. Sus cuerpos arrastraron a la fosa filtros de cigarrillos, las sogas con las que los ataron, botones, prótesis dentarias, monedas de 1976 y tirajos de ropa. También proyectiles. Antropólogos del prestigioso Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) trazaron ante el tribunal el perfil biológico de los 12 hombres cuyos restos fueron identificados en una de las cinco fosas.
La antropóloga forense Patricia Bernardi dio a conocer las lesiones que develaron los huesos de José Máximo Tapia, Damián Octavio Márquez, Pedro Guillermo Corroto, Juan Ángel Jiménez, Avelino Alarcón, Miguel Avelino Alarcón, Hugo Alarcón, Ricardo Salinas, Felipe Urueña, Rosario Argañaraz, Eduardo Vizcarra y José Maldonado. Fueron los únicos restos de desaparecidos que hasta el momento pudieron reunirse con sus identidades. Ocurre que, tal como explicó el especialista Juan Nóbile, trataron de ocultarlos. Para ello, se habrían usado retroexcavadoras. Las huellas de las máquinas son visibles en los pozos gracias al trabajo de los peritos. La remoción de los enterramientos y el calor del fuego generaron que los huesos se fragmentaran de tal manera que no pudieron extraerles material genético para compararlo con los de familiares de víctimas. No descartó que en el futuro exista una tecnología más avanzada que lo permita.
Nóbile también dio cuenta de que tres de las cinco fosas fueron removidas. Mientras que dijo que en dos de ellas la quema de cadáveres fue infructuosa. No se conocen los motivos que detuvieron el fuego.
Otro detalle que expuso fue que hubo pozos que se usaron hasta cinco veces. Si bien no pudo determinar restos de cuántas personas fueron enterrados por vez, estimó que por la cantidad de leña y cubiertas que les arrojaban encima podrían ser varios, entre 17 y 20.
Las fosas, halladas en 2011, se encuentran a 100 metros del llamado "Galpón N° 9". De acuerdo con los relatos y con las pruebas científicas, en ese edificio funcionó el CCD. Allí habrían estado recluidos los detenidos ilegales.
El predio
Los peritos del EAAF trabajaron en conjunto con especialistas reconocidos de dos organismos locales. Se trata del Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán (Camit) y del Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán (GIAAT).
La geóloga Patricia Cuenya, del GIAAT, explicó que trabajaron mediante el análisis de testimonios, croquis y fotointerpretación pudieron sacar conclusiones sobre la actividad en el Arsenal en 1976-cuando se cree que comenzó a operar- y las características de las instalaciones en el sitio. Según explicó, comparando fotografías aéreas de 1968 y 1976, observaron cómo en la última se abrieron caminos y senderos entre las dependencias del CCD. También que, tal como relataron sobrevivientes, alrededor del Galpón había una tela metálica. Mientras que también detectaron en las imágenes cuatro edificaciones, en coincidencia con los relatos. Tres de ellas habrían sido casillas prefabricadas que funcionaban como salas de tortura. La cuarta era una especie de baño. Ninguna de estas sigue en pie, pero los peritos detectaron indicios en el campo de dónde estuvieron. Diego Leiton y Ezequiel Del Bel, también del GIAAT, describieron la estructura del Galpón. Manifestaron que hubo remoción en sus alrededores y relleno de espacios. Dieron cuenta también de que había una instalación eléctrica aérea en el Galpón, algo inaudito en un polvorín donde se depositan materiales explosivos. Los testigos en el juicio habían advertido que la energía se habría utilizado para las "picanas". Alejandro Leiva y Ruy Zurita, del CAMIT, manifestaron que cuando el edificio quedó en desuso hubo intención de quitar la brea que cubría las paredes (hay marcas de herramientas) y los tabiques que sostenían las divisiones de las celdas que eran de madera (había también divisorias de ladrillos).
Balas y sangre
Durante la inspección ocular en el Arsenal, peritos policiales también brindaron informes. Lilia Moyano, directora de Medicina Legal de la Policía provincial, expuso sobre las pruebas con el reactivo luminol para detectar la posible presencia de restos biológicos, como sangre, en el Galpón. Explicó que en 30 sectores dio positivo, pero que no pudieron determinar que en todos los casos fuera sangre humana. Sí exhibió dos huellas de palmas de manos manchadas con el fluido que dejaron impresiones en las paredes. Iván Ronelli, inspector de la Policía Federal, explicó que también hicieron pruebas con reactivos en los zócalos originales y en el "Galponcillo" y que dieron positivas. Es muy probable, dijo que se trate de sangre de personas por las características que poseía. Mara Moreira, perito balístico policial, analizó los proyectiles hallados en las fosas y determinó que eran de pistolas automáticas y semiautomáticas de diversos calibres. También detecto múltiples marcas en las paredes del Galpón que podrían ser disparos de armas de fuego.