Antes de la re-re, LA GACETA le preguntó a Alperovich qué tenía previsto para el Bicentenario de la Declaración de la Independencia. La respuesta fue seguir trabajando así como hasta ahora. Se le insistió y se le inquirió si en vez de buscar otra reelección no le parecía oportuno cumplir taxativamente con la ley e intentar volver en 2015 -la chilena Bachelet lo hizo este año- como el gobernador histórico del Bicentenario. La contestación fue irrelevante. En todo caso, tuvo más fuerza el gesto casi despectivo, sugiriendo ignorancia política de quienes preguntábamos.
Por la misma época, la obsesión de LA GACETA dio ante las puertas del intendente Domingo Amaya. La respuesta fue prácticamente la misma. El lordmayor que siempre trata -y trató- de marcar diferencias con el gobernador, aquella vez destacó sin ponerse colorado que había que seguir haciendo pequeñas obras, que era lo que la gente necesitaba. Fue inútil -anteriormente también se le había inquirido lo mismo a algunos funcionarios suyos- intentar demostrarle la trascendencia histórica.
Con el tiempo quedaron constituidas comisiones oficiales que muy poco avanzaron, porque ni a Alperovich ni a Amaya los desvela la oportunidad. Al mismo tiempo, desde distintos sectores privados y empresarios han ido haciendo algunos movimientos tímidos, como el que concretó el martes pasado el Instituto Miguel Lillo, que lanzó algunas propuestas.
Pero a Tucumán no lo sacudieron ni Alperovich, ni Amaya, ni el rector de la Universidad Nacional de Tucumán, Juan Cerisola. Todos tienen la agenda -y la humildad- averiada. Ellos no van a ser protagonistas en ese 2016. Sin embargo, qué sano y ejemplificador sería que, pensando en sus sucesores, dejasen todo organizado.
Finalmente, al impulso lo dio Francisco y el anuncio llegó de la boca de quién menos debería darlo: Marcelo Tinelli. El Papa sorprendió al mismísimo arzobispo Zecca, que balbuceó la necesidad de que se cumpla con el protocolo y otras cuestiones previas. Bergoglio señaló que vendrá al Encuentro Eucarístico Nacional y, por lo tanto, estará en Tucumán en el Bicentenario de la Declaración de la Independencia. Si la sociedad tucumana no entiende el mensaje y no aprovecha estas circunstancias que permitirán poner a nuestra provincia en el tapete internacional, después no habrá lugar para quejas ni arrepentimientos. Será nuestra incapacidad la que nos gobierne.
Kirchnerista sin vuelos
Alperovich se ha vuelto tan kirchnerista que hasta los gestos imita casi a la perfección. Cuando los conflictos los acosaban en forma incómoda, tanto Néstor como Cristina tomaban el avión y se iban a El Calafate a tomar aire. El tucumano no puede subirse al avión e irse a donde quiera porque le hacen un piquete en el cielo y no lo dejan pasar después de los viajes que hizo y de los camélidos que se le atravesaron. No obstante, el gobernador trata de ser invisible.
Como esos boxeadores groggy que caminan tambaleantes y se aferran a las sogas en busca de oxígeno, Alperovich se amarra a la normalidad. Quiere mostrar que todo ha vuelto a ser como antes. Sale y visita obras y cuando le ponen un micrófono dice lo que demagógicamente corresponde. Pero está groggy, no está convencido o al menos sus palabras no son convincentes. Tal cual lo hacía su antecesor Julio Miranda, por la tardes, viaja al interior en busca del abrazo fraterno, tranquilo y menos agresivo del peronista telúrico. Alperovich reconoce que la gente puede protestar o que es comprensible tal o cual reacción. Sin embargo, nada dice de que su sociedad está armada hasta los dientes. Menos aún intenta reconocer la fallida política de seguridad con la que empantanó su gobierno. La gestión Alperovich encabeza el listado de muertos por los saqueos.
En estos días se organizaron corridas en todo el país. La Argentina estuvo en alerta y felizmente se evitaron desgracias. Es decir que en Tucumán fallaron las previsiones. Cuando el despertador sonó, el gobierno estaba dormido.
El Partido Justicialista también se quedó en la cama. Varios días después los peronistas consiguieron reunirse y respaldaron al gobernador. No estuvo atestado de dirigentes ni había un afiebrado clima que buscaba proteger a su líder. Se cumplió con un trámite y nada más. Son muchos los replanteos que va a tener que hacerse el mandatario tucumano para terminar de entender qué le está ocurriendo. A dos años de finalizar su mandato los signos de debilidad se han adelantado demasiado.
Verdad testimonial
Los saqueos no sólo le saquearon tranquilidad a la sociedad y zamarrearon al poder alperovichista: también sacuden a la oposición. Esta semana la ex legisladora, la ex diputada y flamante senadora borró en pocos días una imagen de coherencia que le había ayudado a crecer en la Legislatura provincial y en el campo electoral. De nada sirvieron las quejas por las candidaturas testimoniales con las que hizo campaña su correligionario José Cano.
El Acuerdo Cívico y Social firmó un acuerdo por el cual se pronunciaba en contra de las candidaturas testimoniales. Esta semana se terminó violando ese pacto. Era una oportunidad de marcar diferencias. Mantener los compromisos asumidos hubiera sido una forma de mostrar conductas diferentes ante un alperovichismo acostumbrado a justificar todo en base a su pragmatismo. Sin dudas tuvieron presiones y Cano y su gente prefirieron estas acciones a cambio de asegurarse el control de la banca senatorial. Existía desconfianza hacia su correligionario Luis Yanicelli, que podría haber heredado el escaño. Pero nada justifica que los problemas internos y las equivocaciones o traiciones violen un pacto público. Los radicales empezaron la campaña diferenciándose del oficialismo y terminaron siendo lo mismo respecto de las candidaturas testimoniales. Los unos y los otros violaron la voluntad de los tucumanos que eligieron cuatro diputados y en menos de dos meses la mitad (Juan Manzur y Elías de Pérez) ya violó el mandato.
Las internas radicales debilitan los cimientos de cualquier construcción partidaria. En los próximos días tienen la oportunidad de cubrir la banca legislativa que deja Elías de Pérez en la Cámara, pero todavía parecieran no estar seguros de que Fernando Valdez (actual miembro del directorio de YMAD) sea su reemplazante. Si no lo hacen el próximo jueves la oposición tendrá una voz menos hasta marzo en el mejor de los casos.
En la misma reunión, el oficialismo levantará la mano para que los intendentes y delegados comunales tengan las riendas más cortas. Temerosos de perder poder el Ejecutivo “sijosesista” ya hizo firmar en su “escribanía” que a partir de ahora el pacto social con el que manejan los fondos de los municipios y comunas se renovará mes a mes. Por lo tanto, aquel que se aparte de la voluntad alperovichista estará encendiéndose gomas así mismo. Las posturas de los legisladores “massistas” y amayistas serán para sacar balcones.
Éramos poco y…
La semana comenzó poco caballeresca en la UNT pero tuvo un final de novela. En la alta casa de estudios hay tres candidatos a rector (Alicia Bardón, Eduardo Coletti y Mateo Martínez) y se decidió que la Junta Electoral tuviera un solo color político. En la última sesión del Consejo Superior no estuvieron preocupados por analizar cómo llegó a armarse la sociedad tucumana o como profundizar este quiebre social. El saquismo fue al grano y dispuso que tres miembros suyos estuvieran en el organismo que controla los comicios. Un pésimo comienzo de lo que debería ser un ejemplo de ética. En la Provincia el partido Movimiento Popular Tres Banderas le ganó una importante pulseada constitucional al alperovichismo cuando los “sijosesistas” pusieron en la Constitución que dos miembros de la Junta Electoral saldrían del Poder Ejecutivo. Aquella convención no sólo manejó mal los fondos sino que también perdió esta partida en Tribunales. Con ese ejemplo no vinculante, la Junta Electoral monocolor terminó siendo un triunfo cultural del alperovichismo que ya tiene radicales que predican sus excesos. En la historia reciente de la UNT siempre que empezaron tres la carrera electoral, terminaron dos. Por eso Colletti y Martínez se miran de reojo y miden cada movimiento que hace su rival ante el temor de terminar doblegado antes de tiempo.
Cuando todavía las brasas estaban encendidas ocurrió lo que la imaginación era incapaz de pergeñar. El rector, en una demostración de que está más débil que Alperovich, se fue a buscar un estratega político. En los corrillos universitarios, hay quienes sospechan que antes de apretar el botón pidió permiso a la Casa de Gobierno. Lo haya hecho o no, Cerisola finalmente puso de nuevo en su estructura a José Hugo Saab. Si, leyó bien. Al mismo que él había echado cinco años antes. No alcanzarían las páginas de este diario para escribir los improperios que tanto Cerisola como Saab llegaron a decir el uno del otro.
Es difícil entender si esta jugada de Cerisola -y de Saab- dará resultados. Lo que sí es indudable es que desconcertó a muchos. El diputado Sacca movía los hilos desde la Cámara Baja de la Nación y afrontaba los embates que desde la Nación le planteaba La Cámpora en la UNT. Sacca llegó a parlamentario nacional con la catapulta universitaria y con la crítica de sus correligionarios de ser un caballo de Troya del alperovichismo. El retorno de Saab, un “sijosesista” de la primerísima hora, genera más confusión. Después de que Cerisola y Sacca echaron a patadas a Saab de la UNT, el desplazado se refugió en Yerba Buena y en el Club San Martín. Ayer, mientras el intendente Daniel Toledo buscaba cómo cubrir semejante vacío que le habían dejado, el regresado se tomó venganza e hizo echar a Mauricio Argiró de la Secretaría de Bienestar Estudiantil, un bastión que Saab siempre supo manejar en la UNT.
Son tiempos de prudencia y de acciones pensadas y cuidadas. Cualquier exabrupto puede alterar los ánimos que ya están crispados. No alcanzará el espíritu navideño para olvidar uno de los peores momentos que pasaron los tucumanos. Por eso no se entienden tanta desesperación del alperovichismo, del radicalismo y del cerisolismo por defender espacios de poder que hoy les niegan los ciudadanos.