Visité a Francisco en mi carácter de miembro de la mesa de Diálogo Interreligioso de Tucumán, junto a un grupo de 15 judíos argentinos entre los que estaban mi hermano Yoel Ben Arye (Oscar Feler) y Abraham Skorka. A El Vaticano llegué con la convicción de que la designación del papa Francisco encendió una importante luminaria en la oscuridad que está viviendo el mundo hoy, luminaria que no sólo incumbe a la cuarta parte del mundo que es católica, sino a todos los que nos sentimos identificados con el mensaje del Pontífice.
Sabemos que un poco de luz empuja mucha oscuridad. El Papa puso nuevamente a la Iglesia a caminar en pos de su principal precepto, que es “amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Esto era lo que nos esta haciendo falta. El Papa trajo consigo dos grandes conceptos necesarios para todos los seres bien intencionados que queremos un mundo mejor: la autocrítica (¿qué hago yo para evitar esta oscuridad? ¿Estoy actuando correctamente? ¿Cuán alejado me encuentro de Dios?) y un profundo retorno a las fuentes.
Tenemos que empezar a caminar lo más rápido posible, cada uno desde el lugar que ocupe, y aportar mucha luz a esta sociedad cada vez más difícil. Nosotros estamos participando de esta comunidad compleja y, por ello, debemos aprovechar el mensaje que nos entrega el papa Francisco.