Curioso, los especialistas coinciden en afirmar que el Mundial que comenzó este fin de semana en Australia es el de mayores y radicales cambios de una temporada a otra en la historia de la Fórmula 1. Cambian, por citar sólo algunos puntos, motor, combustible, aerodinamia y puntuación. Cambia hasta la música, porque ya no está ese sonido tan cautivante del motor, habitual en las trasmisiones de la TV. Los especialistas creen que cambiará también el rey porque tanta modificación, predicen, afectará al tetracampeón Sebastián Vettel y al dominio de Red Bull. En realidad, al menos para las primeras fechas, se anuncian muchas deserciones, hasta que todas las escuderías se adapten mejor a las nuevas exigencias. Acaso como en la F-1 de los comienzos, cuando era natural el abandono de por lo menos la mitad de los corredores.
Colin Chapman, genio de Lotus, decía que la carrera ideal era aquella en la que el auto terminaba desintegrándose tras cruzar la meta. Claro que a veces, recordó en estos días el diario británico The Guardian, los autos (especialmente sus motores) se desintegraban antes, como sucedió en Mónaco en 1996 cuando apenas cuatro coches llegaron hasta el final y Olivier Panis terminó como inesperado ganador bajo la lluvia.
En 1994, la muerte de Ayrton Senna impuso cambios en nombre de la seguridad. Los nuevos cambios que impulsó, luego la necesidad de ahorrar dinero, derivaron en reinados largos de los autos más confiables, como fue Red Bull, que llegó a ganar nueve carreras seguidas con Vettel. Inevitable, llegó el aburrimiento. Los nuevos cambios de 2014 exigirán inicialmente más presupuesto. Acaso por eso, conciente de que las escuderías terminarán pidiéndole más dinero, el que más se opuso a ello es Bernie Ecclestone. El hombre que nunca cambia.
“Una farsa total”. Así calificó Ecclestone, de 83 años, a los cambios que, dice, dejarán a la gente “sin ruido”, con “motores silenciosos y nadie en pista”. Después de más de cuatro décadas al frente del negocio, Ecclestone fue desplazado este año por el fondo de inversión CVC, accionista mayoritario de la F-1 desde 2006, y que designó a Donald Mackenzie como nuevo director de Formula One Management (FOM), la empresa que manera los derechos comerciales de la categoría. “Ecclestone -dijo sin embargo CVC- seguirá ocupándose de los negocios de la categoría, pero con un mayor control”.
Testigo no confiable
La decisión fue adoptada pese a que Ecclestone salió airoso de una multimillonaria demanda que le iniciaron en Londres por la venta de la F-1 en 2005. El juez Guy Newey lo sobreseyó pero lo describió como “un testigo no fiable ni veraz”. Una persona “imposible” de ser creíble, dijo el juez, lapidario. La Justicia no le creyó a Ecclestone las excusas que dio después de que la firma alemana Constantin Media lo acusó de devaluar deliberadamente a la F-1 para venderla por apenas 144 millones de dólares a CVC. Se salvó de ir a la cárcel porque el juez estimó que, pese a todo, Constantin no se perjudicó con la operación. Pero que la maniobra existió lo comprueba el nuevo juicio que la justicia alemana decidió abrir contra el británico y que comenzará el 24 de abril en Munich.
Ecclestone está acusado de haber sobornado con 44 millones de euros a Gerhard Gribkowsky, ex directivo del banco público alemán Bayern LB para facilitar la venta de la F-1 a CVC. El banquero ya fue condenado a ocho años de prisión y en ese juicio el juez Peter Noll acusó a Ecclestone de pagar el soborno. La condena puede ir de tres meses a diez años de prisión. El hombre fuerte de la F-1 aumentó su preocupación después de ver de qué modo un tribunal de Munich envió a la cárcel a Uli Hoeness, que era poderosísimo presidente del también todopoderoso Bayern Munich.
Amigo de la premier Angela Merkel, voz moral en Alemania, Hoeness tenía muchas chances de evitar la condena por sus influencias. No lo logró. Y Ecclestone tomó nota de ello. Su juicio terminará en setiembre, un mes antes de su cumpleaños número 84.
CVC, hay que decirlo, corrió a Ecclestone pero no tanto. No puede ser cruel con el hombre que, al fin y al cabo, le hizo pagar menos dinero para asegurar su negocio. Es así que Ecclestone mismo fue quien anunció unos días atrás que India, que había impuesto inesperadas trabas fiscales al negocio, deberá esperar hasta 2016 para volver a la F-1. También Corea del Sur deberá aguardar para su retorno. Y que la crisis internacional suscitada por la situación de Ucrania no es razón suficiente para preocuparse por el debut de Rusia, que albergará la F-1 en Sochi, sede de los últimos Juegos Olímpicos de Invierno. Porque además, y lo dijo con todas las letras a la CNN, Ecclestone está en un todo de acuerdo con las polémicas leyes que castigan la publicidad homosexual que impuso Vladimir Putin, a quien definió como “un hombre corajudo”. Fue también el británico quien anunció semanas atrás que Azerbaiján podrá sumarse tal vez en 2015 a la F-1 con un circuito callejero en Bakú. El negocio lo gestionó nada menos que Flavio Briatore, el ex jefe de Renault, el play boy italiano que había sido expulsado de por vida de la F-1 después de comprobarse que en 2008 hizo chocar deliberadamente a uno de sus pilotos (el brasileño Nelson Piquet jr) para así parar una carrera (el GP de Singapur) y favorecer las chances del español Fernando Alonso.
Si Briatore, gran admirador de Silvio Berlusconi, sigue haciendo negocios dentro del circo, ¿por qué debería retirarse Ecclestone? El británico se indignó de que el juez Newey, “que simplemente debía fallar sobre un caso civil”, lo haya descripto como una persona “imposible de creer”.
Un gran negocio
Ecclestone, que está en la F-1 desde 1978, contó alguna vez que le dijo a su ahora ex esposa Slavica que se retiraría de la categoría a los 87 años. Ella le decía que no lo haría nunca y que, peor aún, sería enterrado dentro de un motorhome. En 1997, compró los derechos comerciales de la F-1 a su abogado Max Mosley, ex presidente de la Federación Internacional de Automovilismo (FIA). Ecclestone pagó apenas 313 millones de dólares. Y la operación fue por 100 años. Sí, leyó bien: 100 años. Para tener una idea del negocio: sólo por la venta de las carreras, la F-1 recibió en 2008 más de 400 millones de dólares.
La Unión Europea, igual que el juez Newey, no usó palabras cordiales para describir el viejo acuerdo de 100 años Mosley-Ecclestone. Lo llamó “el peor ejemplo de abuso de monopolio jamás visto”. Mucho peor, claro, que el dominio en las pistas de Vettel y su Red Bull.