NOVELA
UNA SEMANA EN LA NIEVE
EMMANUELE CARRÈRE
(Anagrama - Barcelona)
Emmanuel Carrère (París, 1957) ejerce el desasosiego de modo profesional. En cada uno de sus libros se las ingenia para derramar cantidades justas de angustia, misterio y violencia, aunque también ternura y compasión. Una extraña mezcla que perturba porque nos acerca peligrosamente a vidas solitarias y a la deriva, a todo aquello de lo que queremos huir y proteger a nuestros hijos.
De este mismo tenor es la novela Una semana en la nieve, publicada por primera vez en Francia en 1995 y editada recientemente al español por Anagrama, luego del éxito de El adversario o Una novela rusa, dos obras maestras donde Carrère labra a fuego su talento de escritor, de periodista, de tipo temerario que en cada historia va hasta el fondo, hasta la profunda Rusia para documentar la aparición del húngaro András Toma y terminar sumido en una especie de delirio personal, hasta el último entresijo del alma podrida de Jean-Claude Romand, el hombre que en 1993 asesinó a toda su familia y cuya historia Carrère retoma en El adversario.
Una semana en la nieve es el último libro de ficción que el autor escribió antes de convertirse en uno de los maestros del non fiction. Como dato curioso (aterrador) es el libro que leyó Romand en la cárcel y que lo convenció de entrevistarse con Carrère para que éste escribiera su historia. ¿Qué vio el monstruo -así lo bautizó la prensa francesa- en esta historia? Tal vez nada que lo atañera a él en particular, tal vez sólo aquello que provoca dolor en cualquier lector y una sensación de abatimiento que no se va.
Entrar en el túnel
Hay un niño llamado Nicolás, hay un campamento de invierno, hay montones de niños que rodean y hostigan a este niño llamado Nicolás y que desde la primera línea percibimos distinto: es el elemento extraño, el chivo expiatorio que cualquier comunidad precisa para cohesionarse, sobrevivir y poner a prueba el sistema inmunológico común. Pero esta no es la historia, o no del todo. Aún hay más. Una segunda historia de horror que bordea a la primera y se termina superponiendo para demoler la última de nuestras resistencias.
Una semana en la nieve supone una brutal experiencia de lectura. Todo lo que hay alrededor se desvanece y sólo importa lo que estamos leyendo, y lo que estamos leyendo es como caminar por un túnel estrechísimo o como esas historias de terror que siempre contaba alguien en los campamentos y que hacían que nos quedáramos con el cuerpo encogido y que no existiera nada más que el miedo de ese momento y la posibilidad de que el loco del manicomio se presentara ante nosotros con un cuchillo y una sonrisa delirante.
(c) LA GACETA
Adriana Castellarnau