BUENOS AIRES.- Acallados un poco los pesares y las broncas que le provocaron la misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman, los servicios de inteligencia y la actuación de la Justicia y empujada por la presencia de sus militantes en la calle el 1 de marzo y quizás por el devenir de las encuestas, la presidenta Cristina Fernández recogió otro guante y retomó el tema de la droga en la última cadena nacional, justamente la cuestión que había abordado el papa Francisco en una publicación villera.
Y lo hizo en clave de reproche y casi con las mismas palabras que ya había usado el 1 de abril de 2014 cuando, por primera vez y sin la presencia de su hijo Máximo como el miércoles, dijo también que “hay algunos adictos que hoy se han convertido en militantes”: los ricos compran “de la buena” y los pobres no. Este concepto fue el que hizo algún ruido mediático, pero si se decodifica todo el mensaje, las referencias presidenciales sobre las drogas bien pudieron estar dirigidas hacia otro lado.
Ya se sabe que cuando Cristina habla manda mensajes a propios y extraños y que si bien corre el riesgo de excederse, debido a que siempre improvisa, se supone que la experiencia que tiene al respecto permite inferir que si lo dijo así es porque le quiso marcar la cancha a alguien. “La idea nuestra es que haya cada vez mayor igualdad para que nadie le envidie a otro que tiene un par de zapatillas, para que nadie sea captado por adicciones por falta de oportunidades. Lo que pasa es que las adicciones en la gente de bajos recursos son devastadoras para la salud porque la adicción es con cualquier cosa. Los que tienen mucha plata, tienen de la buena, no se les nota y pontifican… pontifican acerca de los negros que consumen paco… Arriba de ser los que menos tienen, los hacen culpables de no tener nada. No se puede ser tan miserable y tan ruin si se dice que es un buen cristiano alguien, realmente”, dijo.
Hay un par de palabras en especial de este discurso que llamaron mucho la atención, por el momento en que Cristina las pronunció, tres días después que el papa Francisco había dicho lo suyo al respecto en un reportaje que le concedió al medio que orienta el padre “Pepe” Di Paola en la villa La Cárcova de San Martín. Sin dudas, “pontifican” y llamar “miserable y ruin” a quien se dice “buen cristiano” hizo algún ruido entre los obispos locales.
¿Qué planteó el Papa en esa entrevista, en la misma semana en que cumplía dos años como jefe de la Iglesia, tratando de confortar con su palabra a un auditorio asolado por las adicciones? “La droga avanza y no se detiene. Hace 25 años (la Argentina) era un lugar de paso de la droga, hoy en día se consume. Y no tengo la certeza, pero creo que también se fabrica”, señaló Francisco. Esos dichos tan filosos aguijonearon al Gobierno. Ya se sabe que el Gobierno es una maravilla en todo y que no tolera los disensos.
El mismo día en que se conoció la entrevista, el diario La Nación publicaba una descarnada descripción de un asentamiento en el partido de La Matanza: “Puerta de Hierro es un lugar olvidado. Para entrar en sus pasillos es inevitable esquivar a algún chico tirado, que duerme en el piso: un ‘fisurita’, como les dicen en el barrio. El que dormía en la entrada ese viernes no tenía 15 años y, aunque hacían casi 30 grados, estaba tapado con una manta, preparado para aguantar varios días drogado”.
Sin siquiera mirar lo que sucede en las calles de todas las grandes ciudades y como alejados del sufrimiento que genera la dependencia de las drogas en las personas y sus familias, algunos escuderos de la Presidenta hicieron la fácil y salieron en la misma mañana del martes a negar los dichos del Papa, aunque lo hicieron con graves divergencias entre ellos.
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, pretendió embarrar la cancha con cifras de una encuesta propia de 2009 que terminaron desairándolo por su antigüedad: “hicimos una encuesta de hogares, que arrojó un mínimo ascenso de cocaína y marihuana y sí había un asombroso ascenso del alcohol y de drogas legales”, recordó, aunque se dio tiempo para afirmar que “Naciones Unidas nunca ha considerado que la Argentina es un país de consumo”.
Por su lado, el padre Juan Carlos Molina, quien está a cargo de la Sedronar, la dependencia que debería prevenir la drogadicción y luchar contra el narcotráfico dijo cosas diferentes. No tuvo cara Molina para negar las denuncias de su superior y terminó refutándolo a Fernández: “es verdad que ha aumentado el consumo. La marihuana está al alcance de los pibes, todo tipo de droga está a su alcance y lo podemos tomar como un triunfo del narcotráfico”, explicó. Con respecto a la producción agregó: “no somos un país, y en esto voy a insistir y se lo he dicho a él (al Papa) también. No se fabrica (droga) porque no tenemos las condiciones para hacerlo. Estamos lejos de ser un país productor de cocaína como de marihuana”.
Como Fernández no está acostumbrado a dar el brazo a torcer, al día siguiente señaló insólitamente que él buscaba “disminuir” las declaraciones del Papa porque, por ser presentadas como “grandilocuentes, pareciera que generan temor en la sociedad”, señaló.
Ante tanto papelón de los funcionarios no es extraño que la Presidenta haya querido referirse al tema para pasar un mensaje, en tiempos en que la relación del Gobierno con la Iglesia ha comenzado a enrarecerse. No es aventurado pensar que quizás Cristina ya conocía el jueves, a través del embajador en el Vaticano, cómo venía la entrevista que Francisco le había dado a la televisión mexicana.
Lo de “buen cristiano” y los adjetivos a su alrededor es algo menos evidente en relación con el Papa, pero si ella usó el “pontifican” para referirse el Pontífice es todo un problema. El legislador porteño Gustavo Vera, referente social y cercano colaborador de Jorge Bergoglio en sus tiempos de arzobispo en temas de trata de personas es hoy alguien que se cartea vía mail casi de modo diario con el Papa y este periodista le preguntó qué creía que había querido decir la Presidenta al respecto. De modo prudente, Vera señaló que él “no estaba” en la cabeza presidencial.
Igualmente, el dirigente social no ahorró críticas sobre el proceder gubernamental y reiteró que el Papa le manifestó no en uno, sino en “varios mail” su preocupación por el tema del narcotráfico y estimó que el Pontífice no hace más que “recordar informalmente lo que ha dicho el Episcopado institucionalmente” en noviembre de 2013.
Vera fue quien hizo conocer lo que pensaba Francisco sobre el peligro de “mexicanización” de la Argentina por la escalada de violencia derivada de los negocios de la droga, que fue lo que le trajo al Vaticano un problema diplomático que seguramente ahora quiso zanjar Francisco con la entrevista que le dio a Televisa. En la charla, planteó además que Francisco “está convencido” que el dinero narco está financiando “muchas de las campañas políticas” en la Argentina y dijo que el Papa cree que esos aportes generan “un condicionamiento y una mafiosidad (sic) que hacen que estos cárteles empiecen a influir en la cosa pública de manera decisiva”.
En cuanto a la polémica entre si hay o no auge del consumo, Vera aportó que, “a partir de diciembre de 2012, el ranking mundial que hace la ONU sobre consumo y exportación de cocaína es contundente respecto de la Argentina: primer consumidor latinoamericano, segundo americano después de los Estados Unidos y tercer exportador mundial después de Brasil y Colombia” y habló de “cocinas” de fabricación y de pistas de aterrizaje clandestinas, “2.000 según Sergio Berni”, dijo.
Toda esta puja vital para el futuro humano de la Argentina, tiene un correlato político evidente, ya que el Vaticano ha dejado trascender el malestar del Papa con el oficialismo, tras sus palabras a la TV de México: “Es un tema delicado y me puede traer consecuencias en la Argentina, (pero) lo tengo que decir: a veces me he sentido usado por la política de mi país. Políticos argentinos que pedían audiencia… No les interesaba yo, sino la foto”, aseveró Francisco. La palabra “traición” no se mencionó, pero ya había trascendido que el Papa no avalaba la candidatura del joven abogado Roberto Carlés como ministro de la Corte, como lo había desparramado el kirchnerismo.
Si de una manera u otra, la Presidenta ahora ha decidido volver a su primera reacción cuando fue ungido Papa, a través del ninguneo y la lejanía o dejando que avancen discusiones que la Iglesia no puede avalar, como es el caso del aborto que ya puso sobre el tapete el nuevo ministro de Salud, Daniel Gollán, se estará comprando políticamente un problema interno bastante difícil de encauzar. Y si continúa cruzándolo al Bergoglio político con menciones tan ambiguas como difíciles de explicar, su hasta ahora aliado más fiel, cansado de que lo “usen”, la podría dejar a la intemperie rápidamente, sobre todo porque él siempre pidió que la “cuiden” hasta diciembre.