El cultivo de soja puede ser afectado por distintos grupos de plagas. Los de mayor frecuencia de aparición son: orugas defoliadoras y desgranadoras, chinches, arañuelas y trips. Estas plagas pueden disminuir el rinde de dos maneras: indirectamente, a través de la reducción del área foliar (ataques de defoliadoras, trips y arañuelas), lo que puede llevar a caídas de la tasa crecimiento en el período crítico y/o de la disponibilidad de asimilados en el llenado; y directamente, en estados fenológicos más avanzados, afectando el número y/o peso de los granos (ataques de chinches u orugas desgranadoras).

¿Cuánto pueden afectar el rinde las plagas? La respuesta depende de aspectos relacionados a la plaga (el nivel poblacional, por ejemplo), el cultivo (condición de crecimiento) y el ambiente. El manejo de plagas apunta a mantener las mismas en un nivel que no afecte el rinde dada la condición del cultivo y el ambiente. De esta manera, el manejo de plagas debe basarse en la evaluación de aspectos relacionados a la plaga, el cultivo y el ambiente. La decisión de controlar la plaga surgirá cuando la combinación de estos elementos permita anticipar que el daño potencial es mayor al costo de control.

El primer aspecto crítico a tener en cuenta para un manejo eficiente y efectivo de plagas es la correcta cuantificación del tipo, nivel y distribución de plagas presentes. Para ello, es necesario realizar un muestreo representativo del lote o unidad de manejo. Ese muestreo y la información sobre el manejo del lote resultan claves para determinar la condición del cultivo. Estos elementos, junto a la información que se pudiera disponer sobre el ambiente (condiciones meteorológicas estimadas) serán la base para una decisión de control.