No pasó mucho tiempo en el partido de ayer para que quedara en claro que las rarezas iban a ser protagonistas a lo largo de la noche. Una noche que pasó de ser una pesadilla, a prácticamente un sueño para Atlético, que perdió 3 a 2 en Córdoba, pero quedó bien parado de cara a la revancha.
Talleres sacó ventaja en las tribuna pero hasta ahí nomás: los hinchas de Atlético dijeron presente en gran número dando un marco completamente ajeno al fútbol argentino de hoy. Una rareza importante pudo notarse cuando Sebastián Palacios marcó el primer gol de la noche. Es que hasta la tribuna local se hizo tucumana al grito de ‘Tucumán, Tucumán’, para apoyar al jugador nacido en Alberdi. También es cierto, un tonito de cargada acompañó el canto.
Antes, un tono agresivo en la voz de los hinchas de la “T” acompañó también al reclamo de Dayro Moreno que quería que las luces se apagaran y se cierre el “Mario Alberto Kempes” porque consideraba que había sido derribado ilícitamente en el área, pero no fue una sensación. Nada más. Nicolás Lamolina había acertado, tal como él y sus asistentes lo hicieron en los fallos más importantes de la noche. Es cierto, los jugadores de Talleres merecieron amarillas en distintos casos, pero en los fallos clave, la terna acertó.
Extraño fue ver también cómo Atlético quedó sin criterios, sin ideas y bastante desconcertado. No fue casualidad que Dayro Moreno haya tenido el segundo en sus pies y sin arquero, pero las rarezas habían copado Córdoba y la pelota terminó dando en el travesaño.
Las semanas sin actividad se noaron en Atlético: los jugadores no se encontraban en sintonía y Talleres sí. Hubo buenas combinaciones por los dos costados. Sobre todo por derecha con Nahuel Tenaglia y un claro Andrés Cubas, que con cambios de frente y diagonales se animó a armar el juego. Tanta confianza les daba el trámite del partido a los jugadores de la “T” que Palacios se tiró aparatosamente en el área, buscando lo mismo que Moreno había buscado más temprano en el mismo sector: un penal.
El “Decano” estaba complicado, pero no vencido. Construía muy de a poco y con el planteo rival de no bajar el ritmo, eso no le servía. Aún así, pudo irse al descanso en igualdad en el marcador porque, hay que repetirlo, no era una noche normal. El pelotazo de Bruno Bianchi que bajó Mathías Abero, terminó en los pies de Leandro Díaz, que acabó asistiendo bajo el arco a Javier Toledo. El cordobés rompió con su propio maleficio y convirtió después de un año.
En el segundo tiempo ratificaría todo lo extraño que venía pasando. Normal fue que Talleres se ponga en ventaja con un gol de Moreno tras un tiro libre en el que la defensa de Atlético, incluido Cristian Lucchetti, se quedaron quietos.
La expulsión de Bianchi, que suele perder los estribos pero jamás hasta merecer la roja, comenzaba a darle forma a la pesadilla “decana”, que tomaría forma completa más adelante. Primero con otro gol de Moreno ante la mirada de la defensa y luego con la expulsión de Ricardo Noir, que acababa de entrar.
Atlético quedó con nueve jugadores y, cuando parecía que el 1-3 (¡sí, el 1-3!) era un resultado no tan malo para cómo la estaba pasando, el equipo se animó a buscar otro gol. Primero se lo anularon (correctamente) pero luego tuvieron que convalidárselo. Nadie se lo podía sacar a Toledo, el héroe de la noche. Una noche rara, extraña, en la que Atlético perdió, pero terminó con una sonrisa.