El fútbol y sus diferentes formatos, permiten escenarios como el de ayer en Córdoba: un equipo que, perdiendo 3-1, anotara sobre la hora y juntara a casi todos sus jugadores en un festejo típico: en el piso, todos apilados y con alguno parado, señalando al cielo. Ese equipo era Atlético y sus jugadores no se habían vuelto locos. Es cierto que es un festejo típico de un triunfo sobre la hora, pero el 2-3 que encajaron ante Talleres es una derrota que se festeja al igual que otras, a lo largo de su historia.
¿Por qué? Primero, hay que dejar en claro que el partido se jugó en el marco de una serie, por lo que la derrota no significa su eliminación, claro está.
Segundo, el reducir la diferencia de dos a uno, pensando en el partido de vuelta, no es menor para pensar en que definitivamente era un mejor resultado que el 1-3.
Tercero, ¡lo hizo con nueve jugadores! Talleres tenía dos goles y hombres de ventaja sobre Atlético. Cuarto, y por último, la regla del gol de visitante: si Atlético gana 1-0 o 2-1 en la vuelta, avanzaría directamente por haber hecho más goles fuera de casa.
“No digo que nos vayamos contentos pero sí tranquilos, porque la diferencia podría haber sido mayor y ahí hubiese sido imposible revertir la serie”, dice Cristian Lucchetti, que incluso suma un argumento al caso “decano”: el local falló varias oportunidades de gol.
La última vez que Atlético se había ido “conforme” tras una derrota, fue el año pasado. Más que “conforme”, terminó extasiado. Es que seguramente fue la derrota más festejada de su existencia y nuevamente el formato del torneo así lo permitió. En agosto de 2018, tras ganarle en el partido de ida a Atlético Nacional de Medellín por 2 a 0, perdió solo 1 a 0 en Colombia y así clasificó a cuartos de final de la Copa Libertadores. Un hito histórico para el fútbol del interior.
Claro, nadie se quedó reparando en que el equipo había efectivamente caído en tierra colombiana con un tempranero gol de Omar Duarte. Al contrario, el equipo se abroqueló para defender esa “derrota” que no alcanzaba para llevar la serie a penales.
10 años antes de ese 0-1, el equipo perdió otro partido con el que tampoco se lamentaría. El miércoles 11 de junio de 2008, Atlético perdía 0-2 ante Racing de Córdoba (también en Córdoba, como el viernes) en la primera final por el ascenso a la B Nacional.
Las cosas se ponían muy complicadas porque faltaban menos de 20 minutos y el equipo de Jorge Solari debía remontar una desventaja de dos goles en Tucumán para aunque sea, forzar los penales. Sin embargo, llegó el descuento que cambió la serie. “El gol de (Claudio) Sarría se festejó como un triunfo”, tituló LG Deportiva en su edición del 12 de junio. Es que “Capé”, goleador de ese torneo, había aparecido en el momento justo para atenuar los daños.
Por último, hay que remontarse a 1979. En el Nacional de ese año, Atlético estaba en cuartos de final. En la ida, nuevamente en Córdoba, en el mismo Mario Kempes y con la misma regla del gol de visitante, Atlético se trajo otro 2-3 que atesoraría pese a que en un momento supo estar al frente en el marcador. El resultado le dio la confianza para ganar 3-0 en la vuelta y llegar a semifinales. Otra derrota que a Atlético, no le dolió nada.