Hay algo que Julio Miranda y José Alperovich tuvieron, pero Juan Luis Manzur no tendrá.
Al margen de que sea o no de su interés, el actual jefe del Poder Ejecutivo (PE) no contará con la opción de ser candidato a senador nacional por el oficialismo en 2023, que es cuando cierra su segunda gestión consecutiva como gobernador de Tucumán.
¿Puede la ausencia de esta alternativa alterar de algún modo la disputa de poder en el oficialismo provincial? ¿Existe la chance de que se adelanten los tiempos de definiciones en la fluctuante relación que mantiene Manzur con su vicegobernador, Osvaldo Jaldo? ¿Cuán seductoras son las demás variantes que se presentan ante el horizonte del jefe del presidente del Partido Justicialista (PJ) de la provincia?
Si bien lo urgente y lo inmediato es atender la crisis sanitaria y económica, la política es -entre otras cosas- el arte de construir poder a largo plazo.
Y Manzur, desde sus inicios como funcionario en el ámbito de la salud, dio incontables muestras de que sus ambiciones apuntan siempre a la cima de la montaña.
Sin chances de reelección por el límite constitucional de dos mandatos seguidos y sin el escenario oportuno para iniciar a una reforma de la Carta Magna, el gobernador sólo podría encontrar una nueva “cumbre” en el ámbito del Gobierno nacional.
Su óptima relación con Alberto Fernández le puede abrir una puerta. La duda es si el propio Presidente está en condiciones de asegurarle al “compañero” que bregó por la unidad nacional justicialista -clave antes de la última batalla electoral contra el macrismo- un despacho apetecible en el proyecto de la “próxima” Rosada. ¿Habrán sanado para entonces las heridas que abrió Manzur en el kirchnerismo cuando dijo que el espacio de Cristina era una “etapa” del pasado? ¿Seguirán confluyendo los intereses y existiendo los acuerdos entre albertistas y kirchneristas? Por lo pronto, el gobernador deberá analizar otros caminos.
El sendero que marcaron los mandatarios que le antecedieron, Miranda (1999-2003) y Alperovich (2003-2015), no es aplicable para el caso de Manzur.
En aquellos casos, la finalización de los respectivos mandatos coincidió con las elecciones para senador nacional por Tucumán. Para un referente político sin montañas más altas en el horizonte, esa es la transición más decorosa que se pueda pretender.
En lo institucional, se entiende que ambos órganos del Congreso tienen idéntica importancia. Pero no es así en lo político. Que el Senado sea conducido por quien ejerce la vicepresidencia de la Nación es todo un parámetro de ello. Además, a la hora de las negociaciones políticas, lo cierto es que no “vale” lo mismo un voto de entre 275, como sucede en Diputados, que uno entre 72, como ocurre en el Senado. Incluso los nombres que los distinguen en la “jerga”, Cámara Alta y Cámara Baja, parecen darle más status a una que a otra. Por ello, es usual que gobernadores -y hasta Cristina, al dejar la Presidencia en 2015- sigan ese camino una vez que pierden el cetro del Ejecutivo.
Pero los tucumanos votarán sus representantes en el Senado -dos por la mayoría y uno por la minoría- en las intermedias del año próximo. Eso, como se dijo, coloca a Manzur sin la chance de jugar esta carta en 2023. ¿Podría aparecer en la lista oficial como primer suplente para el Senado de la Nación?
Si bien esta opción le garantizaría un espacio hasta 2027, en el manzurismo afirman que a su líder no lo seduce. “Sería dar el mensaje de que se está yendo, y para colmo dos años antes de que se termine la gestión”, sostiene un peronista que habla a diario con el jefe del Ejecutivo. En el gabinete sin embargo hay voces que simpatizan con esa chance. “No me parece una mala idea, pero él no quiere saber nada”, aclara alguien que trabaja cerca del mandatario.
¿Hay otras alternativas válidas para Manzur más allá de 2023? Como anticiparon columnistas de LA GACETA en este espacio, siempre corre la posibilidad del “enroque”. Es decir: que el actual vicegobernador se postule para conducir el PE y el hoy gobernador, para presidir la Legislatura. Es una opción que no está prevista ni prohibida en la Constitución provincial, pero que sin dudas desataría todo un debate político y legal. Por supuesto, para conformar esta eventual fórmula, antes se tendría que reafirmar la alianza con Jaldo. De lo contrario, Manzur debería escoger un “delfín” que encabece este potencial binomio.
¿Le interesaría al gobernador volver a la sede legislativa que él ordenó construir? La historia reciente señala que el médico fue electo vicegobernador en 2007, en fórmula con Alperovich; dos años después obtuvo una licencia de los legisladores y pasó a ser ministro de Salud de la Nación. Retornó a la Provincia a inicios de 2015 para ponerse al frente de la campaña que lo llevó a la Gobernación. La experiencia indica que, estando al frente de la Legislatura, Manzur también puede esperar un llamado desde Buenos Aires.
De hecho, las tres alternativas planteadas no son excluyentes entre sí: que integre la lista del Senado como suplente en 2021, que vaya como candidato a vicegobernador en 2023 y que, con esos casilleros ocupados, aguarde una oferta seductora de la Nación.
La crisis epidemiológica por el coronavirus, el pago de los salarios de los empleados públicos, la vuelta a clases, el reclamo de gastronómicos y de comerciantes, la inseguridad, las lluvias de verano, los paros de ómnibus... La lista de prioridades en la agenda del Gobierno provincial tiene un sinnúmero de temas más urgentes que lo electoral. Y Manzur sin dudas tendrá tiempo para analizar opciones y revelarle a su diligencia dónde estará su futuro. Lo concreto, hoy, es que no tendrá a mano la carta que jugaron sus antecesores en el sillón de Lucas Córdoba.