Empujados por la inestabilidad política y económica, que la pandemia de coronavirus acentuó desde hace más de un año, cada vez son más los argentinos que desilusionados de la realidad del país deciden emigrar con la ilusión de un futuro mejor.
Según un informe dado a conocer por la Agencia Judía de Noticias (AJN) en los primeros siete meses de 2021 aumentó un 48% el número de argentinos que decidió emigrar a Israel, en comparación con el mismo periodo del año pasado.
Israel es una nación que a pesar del histórico conflicto armado que vive, ha sufrido una transformación sin precedentes en las últimas décadas. La innovación tecnológica, el avance científico, la estabilidad económica, la seguridad, y recientemente el exitoso manejo de la crisis sanitaria del virus SARS-CoV-2 han llevado que las miradas del mundo estén sobre él.
Un país que cuenta con una riqueza cultura única que atrae cada vez a más latinos. LAGACETA.Com conversó con cuatro tucumanos que radican desde hace algunos años para conocer sus historias y cómo es la vida al otro lado del mundo.
Alejandro Vexler, de 30 años, reside en la ciudad de Kiryat Ono desde 2019. "Junto con mi novia tomamos la decisión de emigrar porque teníamos el deseo de formar una familia, y en Argentina veíamos complicado poder lograr esa meta debido a la inestabilidad política y económica que se vive", contó.
El joven desde que nació vivió en Tucumán y explicó que adaptarse a una cultura como la israelí no es fácil. "El principal obstáculo fue no manejar el idioma (hebreo). Te limita mucho, desde relacionarte con otras personas hasta realizar un simple trámite como abrir una cuenta en el banco. También acostumbrarme al ritmo de la gente de acá, todo es mucho más acelerado. Sin embargo, después de los primeros seis meses te acomodas y te vas estableciendo. Lo que tiene la gente es que es muy abierta con los inmigrantes", sostuvo.
Indicó que al poco tiempo de llegar una de las cosas que le sorprendió fueron las diferentes oportunidades laborales que ofrece Israel. "A la semana de llegar conseguí mi primer trabajo como cocinero en un restaurante. No hablaba hebreo, sin embargo me dieron una oportunidad", relató emocionado y añadió: "el trabajo ocupa un lugar muy importante en la vida de la sociedad. Hay una cultura muy fuerte del trabajo y se le dedica muchas horas. En la mayoría de los casos, independientemente del empleo que una persona tenga, con el sueldo que gana puede vivir dignamente".
A más de 12.000 kilómetros de distancia, Alejandro confesó que actualmente su futuro está lejos de la Argentina. "Me costaría mucho volver y tener que acostumbrarme a cómo se vive en la provincia", cerró.
La búsqueda de realizar un cambio en su vida, llevó a Débora Morata a radicarse en Tel Aviv, la segunda ciudad más grande de Israel. “Desde muy pequeña comencé a estudiar la historia de este país y viajé en varias oportunidades. Hace cuatro años tenía la necesidad personal de alejarme de Argentina y me vine", reconoció.
En ese contexto, la tucumana de 25 años aplicó a un programa de becas y pasantías estudiantiles que ofrece a jóvenes, de 18 a 30, diferentes cursos para estudiar en el país de medio oriente.
La cultura y el estilo de vida fueron determinantes para que tomara la decisión de radicarse permanentemente. "La calidad de vida que ofrece esta tierra es muy buena. El sistema educativo y sanitario son excelentes. Lo digo porque me tocó vivirlo en carne propia cuando me enfermé y tuve que ser atendida acá; si bien, la sanidad es privada todos pueden acceder a ella y brindan un servicio de gran calidad", remarcó.
Débora admitió que no se arrepiente de haber emigrado. "Tomar una decisión así no es sencilla. Dar un paso en tu vida de estas características requiere de una cuota de esfuerzo, adaptación, paciencia y frustración; pero fue la mejor decisión para mi futuro. En el corto tiempo que llevo siento que las autoridades se preocupan para que la población tenga una buena calidad de vida. Me siento muy feliz aquí", concluyó.
Proyectarse a futuro
El anhelo de estabilidad y de proyectarse a futuro llevaron a David Goldman (29) a emprender una nueva vida lejos del Jardín de la República. "Vivo en Jerusalén hace ya tres años. Llegué en 2019 y lo que me trajo fue ver el avance que Israel tuvo en los últimos años y pensar en lo mejor para mi futuro", aseguró.
Ingeniero Civil, actualmente trabaja en una empresa emergente (startup) que desarrolló una tecnología llamada 'Tough Cells Noeloy' que se puede aplicar en construcciones de rutas, aeropuertos, puertos, muros de contención y canales, dando una solución más económica, eficiente y sustentable.
A David le tocó atravesar la pandemia de coronavirus en Israel y destacó la rapidez del Gobierno para enfrentarla. "Fue una etapa dura. En cuestión de semanas la gente perdió su trabajo y tuvo que empezar a subsistir con sus ahorros, como en otros países; pero las medidas que se tomaron junto a la campaña de vacunación hizo que la normalidad vuelva rápido. En las últimas semanas, hubo un rebrote de contagios, pero hay mucha tranquilidad y las actividades esenciales se encuentran abiertas", subrayó.
Cuando dejó Tucumán para estudiar teatro musical en Buenos Aires, Ailin Sosnitsky, de 25 años, nunca pensó que su próximo destino sería vivir en Israel. "Por diversos motivos tomé la decisión de no continuar con la carrera y ahí empecé a analizar cómo podría independizarme de mis papás; ahí surge la oportunidad de venirme y comenzar desde cero".
La joven indicó que emigró para probar suerte. "Mi idea cuando llegué era estar cinco meses y regresar. Vine por cinco meses. Transcurrido ese tiempo me decido quedarme y comencé a trabajar como recepcionista en una cafetería, y de encargada en una juguetería", señaló.
El proceso de emigrar
Al tener la ciudadanía israelí el proceso de emigrar no fue complejo para Ailin. Sin embargo, para las personas que no la tienen y no pertenecen al judaísmo el trámite es más complicado. Quienes desean emigrar deben presentar una serie de papeles que la Agencia Judía para Israel, institución encargada de centralizar los trámites de inmigración, y puede tener una duración de seis meses a un año.
"En mi caso no tuve mayores inconvenientes para quedarme. En cambio, a muchos amigos que anhelan venir se les dificulta por los papeles. Es un proceso arduo", acotó la tucumana.
Ailin hoy siente que su lugar está en Israel, aunque no descarta dentro de unos años volver a Tucumán o emprender una nueva aventura por el mundo. "Vivir lejos de la familia no es sencillo, pero en estos momentos como mujer me siento segura en este país. Puedo salir a la hora que quiero, hablar por celular en la calle y no te pasa nada. La vida es tranquila y tienes posibilidades para progresar", remarcó.
"Otro de los factores que me conquisto es la gente. Hay mucho cariño y respeto hacía el inmigrante. Es un pueblo muy solidario por ejemplo existen grupos de Facebook donde la gente da las cosas que no usan y el que desee puede pasar retirarlas, no están en mal estado, al contrario son prácticamente nuevas. Es una cultura solidaria", concluyó.
Producción periodística de Nicolás Córdoba