En literatura, además de los extraordinarios, están los malos, los buenos y los muy buenos escritores. Y también existen los fenómenos. Esos casos excepcionales que sacuden el mercado: sirven para que el autor en cuestión saque la cabeza del anonimato y “se vuelva conocido”-no necesariamente masivo- pero cosido a la piel de un éxito que debe repetir, en fórmulas y proporciones exactas, por imposición de la industria. El próximo pan caliente que comerán unos millares de lectores en todo el mundo. Hay casos muy conocidos como para aquí enumerarlos: es ese que usted está pensando. Javier Cercas estuvo en ese lugar con una obra que superaba -en mucho- el promedio de aquellos denominados fenómenos. Soldados de Salamina, un clásico reciente, apareció en 2001 para instalarlo en un lugar de referencia de la crítica y los lectores. Dos circunstancias que no necesariamente se vinculan a un mismo autor. Pero en Cercas, sí. Ha recibido el reconocimiento del oráculo -Vargas Llosa la llamó “una de las novelas fundamentales de nuestro tiempo”- y el libro cosechaba -por un azar milagroso dice él y quizá por las palabras de MVLL- lectores en todas partes. Antes de eso- se burla nuestro entrevistado, mientras firma ejemplares de El Castillo de Barbazul, su última novela-, no lo conocía sino un puñado de amigos, entre ellos, un tal Roberto Bolaño.
“Es verdad, no me conocía nadie, Bolaño y mi madre… y algunas de mis hermanas. Simplemente yo escribía y creí que nunca iba a ser lo que soy ahora: un escritor profesional que se gana la vida con sus libros que se traducen a otras lenguas. Simplemente escribía, nada más. Creí que todo iba a ser así y hubiese seguido así mi vida entera, aunque estuviese escribiendo para cien lectores”. En las palabras de Cercas se filtra la influencia clave del Nobel peruano: cuando leyó, sin poder dejarlo, Flaubert, La Orgía Perpetua, el ensayo en el que se ocupa “de esa voluntad de percibirse escritor y serlo contra viento y marea”. “La correspondencia de Flaubert, tal vez, una de sus mejores obras, también ayudó a decidirme”, dice Cercas.
Es que en el escritor español convergen, en raro equilibrio, lo complejo y lo entretenido, una habilidad endiablada para construir una historia de época y el proceso de su escritura sin que ninguna se imponga y se quiebre el hilo narrativo. Lo que ha denominado Cercas “El Punto Ciego” en un gran ensayo que lleva ese nombre: “un núcleo de indeterminación o ambigüedad que se sitúa en el centro de ciertos relatos y que los dota de todo su sentido, permitiendo que la ambigüedad o indeterminación los permeen por completo”. Esa proporcionalidad que alcanzan solo los maestros, subyacía en dosis ecuánimes en Soldados… y se extiende también a otros textos como Anatomía de un instante. Otra vez la ficción y la realidad. O, como ha dicho el autor, lo que se escribe en Soldados… no es real sino un relato real. Una máscara que viste la historia, el mecanismo de la sustitución. El estilo Cercas.
“Yo sigo escribiendo de la misma manera, un escritor escribe para hacer los mejores libros posibles. Si tiene lectores yo soy muy feliz, sino los tiene pues también, porque a mí lo que me motiva es escribir. Obviamente, los lectores son muy importantes porque, como dice un personaje de Terra Alta, la mitad de un libro la pone un autor y la otra el lector. Los lectores, en definitiva, son los que tienen la última palabra”.
Pero Cercas no ha repetido la fórmula, incluso después de ingresar al privilegiado círculo de unos cuantos que escriben en español y son leídos en distantes latitudes, ni tampoco se ha sometido a las reglas del mercado. Su apuesta arriesgada fue algo que nadie recomienda cuando se ha agarrado del cuello al éxito editorial tan esquivo. El español abandonaría la matrix diseñada para sumergirse en “el policial” con la trilogía que tiene a su personaje más conocido, el investigador Melchor Marín de Terra Alta -Premio Planeta 2019-, Independencia y El Castillo de Barbazul, recientemente aparecido. “Quise reiniciar, descubrir en mí algo nuevo. Si seguía por ese camino que creía agotado corría el peor de los peligros que era repetirme. En 2001 mi editora me dijo que el tema de la Guerra Civil estaba agotado y Soldados de Salamina probó que se equivocaba, lo cual demuestra que los temas no se agotan, lo que se agotan son las formas de abordarlos. Para mí no hay géneros ni menores ni mayores, existen formas mayores o menores de usar la literatura, nada más. Quiero encontrar a todos los escritores que hay en mí”.
Es por su estilo, precisamente, que preguntamos si lee crónica o relatos de no ficción. “Yo he leído cosas muy interesantes, creo que hay gente que escribe no ficción muy buena, en particular en Latinoamérica. No tengo prejuicios sobre eso. Quizá es verdad que después del boom, gran parte de la mejor literatura se ha ido a la crónica. No sé por qué, supongo que es una manera de esquivar la presión que ejercían esos grandes novelistas”.
¿Y de Roberto Bolaño, un personaje de ficción en Soldados…, retratado como un nuevo Cervantes? “A Bolaño simplemente lo conocía, por una casualidad, nos conocimos y fuimos amigos. Todo lo que pasó después… bueno, fue después de muerto. Una cosa que se agigantó. No hay que morirse joven, nadie debería pero sobre todo él. Lo que se ha tejido en cuanto a su figura casi de mito durante los años que vivió en Cataluña no tiene nada que ver conmigo, ni con él”, dirá para sorpresa de los devotos del chileno fallecido en 2003 y autor de Los Detectives Salvajes y 2666.
Hay otro Cercas, el hombre público que escribe dos columnas al mes en El País y que ha asumido una dura postura contra el independentismo catalán, al que llegó a compararlo con la ETA: “criticando la demagogia independentista, es convincente, inobjetable y valiente”, ha dicho su amigo Vargas Llosa, con quien coincide, al manifestarse contra todo tipo de régimen autoritario. “El autoritarismo forma parte de un movimiento en Occidente que se llama nacionalpopulismo, que nace después de la crisis de 2008 en España y adopta diversas formas, según el país del que hablemos. Como el fascismo después de la crisis de 1929 con sus versiones en Italia, Alemania y España. Este movimiento tiene manifestaciones diferentes: primero fue el separatismo catalán y ahora Vox, es como una reacción a eso. En Europa y en Estados Unidos también han surgido líderes autoritarios y ahora ha aflorado el rostro bélico de Putin. Es el gran líder nacionalpopulista en Occidente”.
De las redes sociales dirá que no hay que demonizarlas pero sí controlarlas. “Controlar a sus amos, a los dueños que están fuera de control. Las redes no son buenas ni malas en sí mismas, depende lo que hagamos con ellas”.
Cercas ha sido uno de los principales críticos del bajo índice de lectura en España y Latinoamérica. “No soy crítico, a mí lo que me dan los índices es pena. Tenemos niveles que están por debajo de países como Inglaterra o Francia y ni hablar de los escandinavos. Allí siempre se leyó, más allá de los fenómenos literarios. Sin Larsson o Knausgard, había ya muchísimos lectores. Cuando me encuentro con alguien que dice que no lee, pues no me queda otra cosa que darle el pésame. Que haya gente que no disfrute de algo tan extraordinario como la lectura me entristece. Es como si nadie tuviera sexo, una cosa terrorífica. La lectura es como el sexo. ¿Tú conoces algo más útil que el placer y el conocimiento?”
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PERFIL
Javier Cercas nació en Ibahernando (Cáceres), en 1962. Su obra incluye las novelas El móvil, El vientre de la ballena, Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Anatomía de un instante, Las leyes de la frontera, El impostor y El monarca de las sombras. Con Terra Alta ganó el Premio Planeta 2019, y obtuvo un gran éxito de crítica y de público. Sus libros han sido traducidos a más de 30 idiomas y han obtenido distinciones como el Prix Ulysse, el Premio Internazionale del Salone del Libro di Torino, el Premio Friuladria, el Premio Internazionale Città di Vigevano, el Premio Sicilia y el Premio Internazionale Ennio Flaiano.