¿Tucumán es o será como Rosario? La pregunta desvela a los dirigentes en un año electoral en el que los temas de seguridad, la segunda preocupación de los ciudadanos según las encuestas, ocuparán importantes espacios. La respuesta debería ser: “ojalá que no” porque esa ciudad es el claro ejemplo de todo lo que no se debe hacer para acabar con el poder de los señores de la muerte. Esas personas que vienen envenenando el cuerpo y el alma de varias generaciones, los que asesinan sin piedad a inocentes y también al sistema que debe perseguirlos pagando millonarios sobornos.

El problema es que Tucumán puede ser peor que Rosario si es que no se entiende lo que está pasando. Así lo indica la realidad. En el Colegio de Jueces ya no se espantan con las cifras. El 90% de los detenidos por algún delito contra la propiedad reconoce ante los magistrados que consume drogas. Después de mucho tiempo, en nuestra provincia se registraron cuatro homicidios en menos de 72 horas. En todos ellos aparece como denominador común el consumo problemático de sustancias.

El jueves en Villa 9 de Julio, Rodrigo Soria (31 años) murió después de haber sido apuñalado por un joven que había ido a reclamarle a su hijastro adicto el robo de una bicicleta. El viernes a la madrugada en 25 de Mayo al 1.400, Agustina Gómez (23) que había consumido droga, asesinó a su acompañante en un confuso episodio que aún no está esclarecido. El sábado a la mañana en Alderetes, Carlos Farías (24) fue hallado sin vida después de haber recibido un disparo de escopeta en su cabeza. Lo único que se sabe es que estaba bebiendo con un amigo que, después de volver del baño, lo encontró sin vida. Ese mismo día, en el barrio El Salvador, Eduardo Leal (18) perdió la vida al recibir un disparo en el ojo en un presunto enfrentamiento entre dos grupos por el dominio territorial de la zona.

Un juicio picante

El Centro Judicial de Monteros será escenario de uno de los juicios más importantes del año. Tres policías serán juzgados por el robo a un hombre en Famaillá. Dos de ellos fueron filmados ingresando al domicilio de la víctima uniformados y con las armas reglamentarias. Formarían parte de la misma banda que el día anterior secuestraron a un productor en el este de la provincia, causa que está en manos del fiscal federal Agustín Chit. También encontraron vínculos con el grupo que secuestró a un taxista para pedirle un rescate en efectivo o en drogas a un supuesto narcotraficante.

La previa del debate oral fue muy movida. Cuentan que hubo amenazas para todos, especialmente para los imputados. Básicamente los efectivos que no pudieron ser atrapados y que continuarían cometiendo ilícitos, no quieren que surjan más detalles de una banda que sería una de las más peligrosas que actuaría en la provincia. Algunos aseguran que los acusados podrían dar nombres y contar de todo para evitar una dura condena. Otros señalan que por temor se quedarán callados y no dirán nada para seguir con vida. “Es muy pesado el tema”, reconoció un funcionario judicial. En la audiencia no sólo se podría conocer detalles de una banda de uniformados que se dedicaría a robar droga para luego venderla, a pedir coimas por protección a líderes de redes de narcomenudeo y secuestrar narcos, sino también surgirían los nombres de sus cabecillas.

Discursos

A menos de tres meses de las elecciones, en materia de seguridad, hay una “rosarisación” de la seguridad en plena campaña. Por el lado del oficialismo, Osvaldo Jaldo mostrará hasta el cansancio los resultados de sus dos iniciativas: la ley de Narcomenudeo y el Operativo Lapacho. Demostrará con números que “su” Gobierno sí quiere luchar contra el microtráfico y blindar las fronteras para que las drogas no ingresen con tanta facilidad. Lo hará sin importarle que dejará en evidencia a la Nación por no cumplir con su tarea. Sin embargo, el dirigente tranqueño está enfrentado un inconveniente: ya no tiene el control de la Policía. Cuando era gobernador interino, cada 15 días, se reunía con la cúpula de la fuerza. Escuchaba los informes y las necesidades, pero también transmitía órdenes. Esa rutina terminó con el regreso de Juan Manzur y se nota a simple vista un relajamiento que se traduce en más delitos. “Ya lodijo el general Perón: ‘los hombres son buenos, pero si se los controla, son mejores’”, razonó un jaldista.

Los opositores no dudan y pronostican que Tucumán será Rosario si es que no se cambia de manera urgente la política de seguridad. ¿Cuáles son sus propuestas para hacerlo? Por ahora sólo mencionaron parches, pero ningún proyecto serio que pueda ser aplicado. Un plan que debe ser aplicado durante varios años y no cambiado cada cuatro años. No falta mucho tampoco escuchar propuesta para que la provincia sea invadida por fuerzas federales y hasta el Ejército mismo. Propuestas tan efectistas como descabelladas. El ejemplo más claro es uno de los lemas de Eduardo Verón Guerra, el edil de Fuerza Republicana que aspira ser intendente: “bala para la delincuencia, libertad para los vecinos”.

No es bueno mirar a Rosario. Esa ciudad puede ser considerada como el laboratorio de los fracasos del kirchnerismo, del macrismo y del albertismo en materia de seguridad. Desde hace más de 20 años que vienen probando con la misma receta sin poder revertir la situación. Las medidas efectistas contemplan el envío de más hombres de las fuerzas federales para recuperar el dominio de las calles. Pero ese plan ya tiene más de 15 años y nada cambió.