Sexualmente hablando: Síndrome de Marilyn

Hace unos años, la psiquiatra estadounidense Elizabeth Macavoy escribió, junto a Susan Israelson, una expaciente, “Lovesick: The Marilyn Syndrome” (“Enferma de amor: el Síndrome de Marilyn”), un libro que integró la lista de best-sellers del New York Times. Allí desarrollaron la idea de que la privación emocional infantil perjudica especialmente a las mujeres en sus relaciones amorosas, trazando una categoría especial para las “beauties”, fatalmente apoyadas en sus dones externos para obtener amor. Y utilizaron la dramática vida de Marilyn Monroe como emblemático ejemplo: alguien a quien todos “amaban” pero sin interesarse realmente en conocer cómo era en profundidad. Encandilados por tanta belleza, sus adoradores no necesitaban saber nada más. Y ahí el drama: el destino de estos cisnes es la soledad y el vacío.

Aunque no está reconocido oficialmente como un cuadro diagnóstico, este “síndrome” se utiliza para describir el malestar psicológico causado por confiar de manera excesiva en las propias cualidades externas -como belleza, atractivo sexual, la fama o el éxito- para obtener la aprobación –el “amor”- de los otros. Entonces, tal afecto se siente… falso. Desde luego que estas personas no advierten de entrada que son tomadas como un mero objeto cuya cercanía da brillo. Además, ¿a quién no le resulta tentador ser el centro, acaparar las miradas, el interés de todos? Puede ser muy placentero y reconfortante, más si se tiene una autoestima frágil. Y así, embriagadas por la atención que reciben, asumen la ingrata misión que la tribuna les pide: mostrarse siempre complacientes, despreocupadas, radiantes, representando el papel que los demás esperan.

Pero, ¿a qué costo? Porque mientras tanto, la propia identidad se va marchitando: hoy es bien sabido que Norma Jean -su verdadero nombre- era una mujer sensible, profunda y reflexiva, a quien le gustaba escribir poemas. Nada más lejos de la imagen de rubia ingenua con voz infantil que mostraba hacia afuera. Si hasta dicen que se veía obligada a rebajar su nivel intelectual para sobrevivir en ese ambiente de machismo y frivolidad.

Por supuesto que, inicialmente, la vorágine de Hollywood le habrá dado una inyección de energía muy parecida al amor para dejar atrás una infancia traumática: luego de que su madre fuera internada con diagnóstico de esquizofrenia, Marilyn pasó a estar a cargo de amigos de la familia y orfanatos, donde sufrió abusos. Por eso no es raro que se casara siendo una adolescente con James Dougherty (luego vendrían los matrimonios con Arthur Miller y Joe DiMaggio, también fallidos).

Respecto a Marilyn y a otras que padecen su “síndrome”, Macavoy afirma: “Cuando tienes padres que te rechazan o desaprueban, tu modelo para formar relaciones amorosas es que rechazo equivale a amor”. Y agrega: “Estas personas ‘enfermas de amor’, como la mayoría de los adictos, niegan la naturaleza de sus relaciones autodestructivas. Están acostumbradas al dolor y al rechazo, y lo perciben como amor”.

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