No sabemos, no podemos y no queremos. Frase trillada pero que define la esencia del ser tucumano de los últimos 50 años. Podemos discernir en la fecha exacta en que comenzó la decadencia sociocultural, política, económica, educativa y cívica de esta provincia. También republicana. Años más, años menos, desde tal gobierno, desde aquella crisis, o desde el cierre de 11 ingenios hace 57 años, lo cierto es que en general la biblioteca coincide en que el deterioro del tejido se inició hace medio siglo.

Como en toda enfermedad los síntomas al principio son imperceptibles, luego leves y después se van agravando a medida que pasa el tiempo.

Hoy la debacle es pasmosa, muy evidente, y los abscesos con pus brotan por todo el cuerpo (social). Como las cloacas estalladas. Toda una metáfora.

Es como cuando un organismo vivo comienza a quedarse sin energía, sin nutrientes, y empieza a fagocitarse a sí mismo, razón por la que cada vez tiene menos defensas, menos anticuerpos, menos herramientas físicas y mentales para curarse.

Esto nos sucede a los tucumanos. El retroceso genera más retroceso, es un proceso acumulativo y degenerativo, las herramientas son cada vez más obsoletas y los recursos, humanos y materiales, más escasos.

El ámbito académico es un ejemplo al que apelamos reiteradas veces. Sin dar nombres, la excelencia de algunas autoridades universitarias de las últimas décadas está varios escalones por debajo de la que exhibieron los ilustres de las primeras décadas.

Y se extiende a la sociedad en su conjunto, pero es más notorio, y cuantiosamente más peligroso, cuando se trata de personas que ocupan espacios de poder, de decisión, cuando son autoridades que sentencian el destino de millones de personas.

En las incumbencias técnicas debería haber técnicos, y los más capacitados, seleccionados por concursos. Ahora, y antes, desde hace demasiado, los espacios técnicos en esta provincia están contaminados por políticos incompetentes para el cargo que ocupan. Abogados con promedio de aplazo en la Justicia, informáticos construyendo puentes o contadores cuidando el medio ambiente.

Se equivoca Javier Milei, según nuestro parecer, en su apreciación sobre la inutilidad del Conicet, ya que consideramos que es una de las instituciones más prestigiosas del país, con reconocimiento mundial en algunas áreas. Pero tampoco podemos negar que la política metió la cola y el organismo ahora está plagado de ñoquis, con becarios que estudian desde hace diez años qué función cumple una bambalina en el escenario teatral, o por qué el pulgar levantado no significa OK en la Puna.

El dialelo

También conocido como “círculo vicioso”, el dialelo es la estructura lógica por la cual un primer planteo explica al segundo y, a su vez, el segundo argumenta al primero. Una falacia, aunque no todo dialelo lo es. También puede existir una retroalimentación, como cuando decimos “sube el dólar por la desconfianza del mercado, o el mercado desconfía porque sube el dólar”.

Los tucumanos no resolvemos nuestros problemas, algunos graves o muy graves, otros bastante estúpidos, porque hemos caído en un círculo vicioso descendente, y como desciende sin pausa nos resulta cada vez más difícil salir. Para arriba, salir para arriba.

¿Cuánto tiempo lleva la crisis del transporte público en la provincia? Unos 25 años. De nuevo, es jabonoso precisar la fecha exacta de cuando comenzó la desnaturalización del excelente servicio de ómnibus que supo tener la provincia, pero fue aproximadamente a mediados de los 90.

Al menos siete gobiernos provinciales no pudieron resolver este problema que se agrava año tras año. Lo mismo con las intendencias de la capital, en primer lugar, y del Gran Tucumán, en general. De todos los colores, ideologías y partidos, electos o intervenidos. Peronistas, radicales, bussistas y tránsfugas a montones.

No sabemos, no podemos y no queremos. Imposibilidades que no son excluyentes. Pueden coexistir las tres.

“No sabemos”, porque es manifiesto. Demasiados políticos, empresarios y gremialistas lo intentaron y siguen fracasando.

“No podemos”, porque la crisis del transporte lleva un cuarto de siglo y ya casi suplica -si tuviera voz la crisis- que venga alguien de afuera a ayudarnos, a decirnos cómo lo solucionamos.

No de afuera de la provincia, sino que no pertenezca a los mismos sectores involucrados desde hace años, esos que no pueden.

“No queremos”, y por varios motivos. En primer lugar, porque a río revuelto ganancia de pescadores. El río son los usuarios pisoteados y a los pescadores ya los mencionamos.

En segundo lugar, porque “no querer” es una de las condiciones naturales del burócrata, soberano absoluto en nuestras enormes administraciones. Y en tercer lugar, porque en esta provincia hay demasiada gente que no hace su trabajo, porque está ocupada en otros intereses, que no son los intereses de la sociedad.

¿Medios de transporte alternativos al colectivo? Tampoco se nos cae una idea, y eso que en el mundo hay decenas de alternativas para copiar. Ni plagiar sabemos.

Muchas escuelas y pocos alumnos

Cuatro universidades tiene Tucumán y no podemos lograr que funcionen bien los semáforos.

Decenas de institutos y escuelas técnicas y entrar o salir de la ciudad es una odisea que sólo resuelven los expertos. Los accesos son abscesos que donde faltan luces y carteles sobra mugre.

Tenemos una de las facultades de Arquitectura más prestigiosas de Sudamérica, con eminentes egresados de fama mundial, y no podemos desatar el nudo de un tránsito trastornado y fomentar el transporte saludable. En cambio, somos expertos en expulsar peatones y desalentar el ciclismo. Al revés del mundo más próspero.

Hemos educado a los tucumanos para que su anhelo más deseado sea llegar en una 4x4 hasta la puerta del banco o del bar. Brutos, materialistas y tilingos. No todos, pero una triste mayoría.

La crisis carcelaria, según el gobernador electo, es producto de que se están haciendo las cosas bien y se arresta a más gente. Una mirada tan miope y sesgada que asusta. Cuando se hacen las cosas bien se cierran cárceles, como en los Países Bajos o en Noruega, no se construyen nuevas. La penitenciaría es el último eslabón de una cadena de fracasos sociales. Y cuando se necesitan cada vez más cárceles es porque peor se están haciendo las cosas, no mejor.

Acá encerramos a 90 personas en un calabozo de 100 metros cuadrados, donde están todos contagiados con sarna, piojos y enfermedades respiratorias; defecan en bolsas de plástico y no ven una ducha en semanas. Si hasta deberían proveerles drogas gratuitas para que soporten esa tortura. Y es el gobierno que se llena la boca de derechos humanos. Menos mal. Los tucumanos estamos atragantados de derechos: derecho a ser pobre, derecho a comer de la basura, derecho a vivir sin agua o a inundarnos, derecho a caminar sobre materia fecal, derecho a que te roben, derecho a morir en un accidente de tránsito como en ninguna otra parte del país. Derecho al vergonzoso nepotismo judicial y político y derecho a ver cómo un funcionario se enriquece en dos años.

Productores agropecuarios viralizaron ayer imágenes tomadas con drones sobre varios puentes caídos o intransitables desde hace años y el estado de destrucción que presentan las principales rutas que utiliza el campo para extraer su producción. Por algunas ya no pueden pasar los camiones, dijeron. “Años de olvido, sin ningún tipo de arreglos”, denunciaron.

Si el Estado abandona al que produce, mueve la economía y paga altísimos impuestos, se entiende porqué la mitad de los tucumanos son pobres y carecen de servicios básicos.

¿Cuántos puentes y rutas se podrían arreglar sólo con el presupuesto legislativo de un período? A grosso modo suponemos que todos.

Vivir amenazados

Desde hace cuatro meses que la provincia vive bajo ataque de amenazas de bombas en los colegios. El primero ocurrió en mayo.

Miles de niños y adolescentes salieron de las escuelas a las calles, a las plazas y parques. Incontables horas de clases perdidas. Millones de pesos gastados por el Estado y otros millones de pesos se fueron en lucro cesante. Caos en el tránsito por innumerables calles y avenidas cortadas. Cientos de uniformados, personal estatal y docentes y auxiliares afectados a cumplir con un “protocolo” analógico redactado hace 18 años, cuando no había wifi ni servicios de mensajería y recién estaba surgiendo la banda ancha. Efectivos, móviles y recursos que dejaron de atender incendios, robos y otras emergencias.

¿Realmente nadie piensa en esta provincia? ¿Por qué si muchas de las amenazas se hicieron a la tarde o noche del día anterior se esperó a que ingresara el turno mañana para aplicar el protocolo? ¿Por qué una vez que se descartó la amenaza los colegios continuaron sin clases en los turnos siguientes? ¿Por qué la Justicia tardó tanto en reaccionar? ¿Por qué el Ministerio de Educación estuvo ausente?

¿Por qué durante la primera o a lo sumo segunda semana en que escalaban las falsas amenazas no se desactivó ese protocolo vetusto?

¿Nadie pensó, al menos por un segundo, que si se suspendía el protocolo el problema se terminaba en el acto?

Los tucumanos nos auto percibimos geniales, pero la verdad es que no sabemos, no podemos y no queremos.

Cuatro meses más tarde la Justicia quiso mostrar que estaba trabajando y ejecutó una serie de dudosas imputaciones y detenciones. Arrestaron a la apoderada legal del Instituto Puente -entre otras personas- porque el wifi del que salió la amenaza al Colegio San Francisco está a su nombre.

Quizás desconoce la Justicia que la mayoría de los wifi de colegios están a nombre de alguna autoridad de la institución y generalmente de la que figura en las facturas del servicio.

Son redes a las que acceden cientos o miles de alumnos. Incluso, el Instituto Puente y el San Francisco están al frente, cruzando la calle. La amenaza bien podría haber provenido del propio San Francisco, a donde seguro llega la señal. Son claves que conoce demasiada gente y se viralizan entre los chicos y jóvenes.

¿Prisión preventiva por una simple dirección de IP (Internet Protocol)? La inutilidad en su máxima expresión frente al apuro de mostrar que se hace “algo”. Y de inseguridad jurídica y arbitrariedad judicial mejor ni hablar.

Si escribimos “cómo enviar un mail anónimo e indetectable”, Google te devuelve infinitas respuestas.

Cualquiera puede ingresar, desde un ciber o un bar sin cámaras o del wifi de una plaza y hacer lo que quiera y nunca será descubierto. O se puede acceder a un servidor remoto en la India o en China y programar el envío automático de amenazas, por ejemplo, todos los días, a las 8 de la mañana, a 20 o 40 colegios. O a todos los colegios de la provincia.

¿Desalojarán 40 colegios, cortarán 40 calles y afectarán a miles de uniformados todos los días?

¿Alguien conoce a un terrorista que avise lugar y hora donde se producirá el atentado? En los escasísimos casos en que se advirtió con antelación que se iba a producir un ataque los mensajes fueron difusos y sin demasiadas precisiones.

Somos una sociedad de inútiles que no puede generar más que funcionarios inútiles. En su etimología latina inútil significa “que no sirve”, es decir “que no vale nada”, o también que no puede, no sabe o no quiere servir al otro, al prójimo. Y así estamos.

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