Una elección que empieza esta mañana y que podría terminar a la noche del 19 de noviembre

Mientras Milei quiere repetir el triunfo de las PASO, con los guarismos suficientes como para evitar la segunda vuelta, Bullrich y Massa apuestan a que todo se defina en el balotaje.

MOMENTO DE DECISIÓN. Los argentinos se preparan para definir en las urnas quién comandará el país en los próximos años. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO MOMENTO DE DECISIÓN. Los argentinos se preparan para definir en las urnas quién comandará el país en los próximos años. LA GACETA / FOTO DE INÉS QUINTEROS ORIO

A menos de una semana de que se cumplan exactos 40 años de que la ciudadanía clausuró en las urnas más de siete años y medio de dictadura, los argentinos votan hoy para elegir otro presidente de la democracia.

Elegirán entre cinco candidatos: Myriam Bregman, del Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad (FIT-U); Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio (JxC); Sergio Massa, de Unión por la Patria (UP); Javier Milei, de La Libertad Avanza (LLA), y Juan Schiaretti, de Hacemos por Nuestro País (HNP).

Pero no necesariamente hacia esta noche o hacia las primeras horas de la madrugada de mañana se conocería el nombre del sucesor del actual mandatario, Alberto Fernández. Ocurre que, de acuerdo a la mayoría de las encuestas, resulta muy probable que ningún postulante reúna los guarismos necesarios para quedarse con la Presidencia en primera vuelta. En ese sentido, los dos que resulten más votados pujarán mano a mano el 19 del mes que viene, en el balotaje definitorio.

Esta más que probable situación terminó de vislumbrarse tras las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), del 13 de agosto. Los resultados de aquellos comicios confirmaron un escenario electoral de tercios: Milei cosechó un 29,86% de votos (7.352.244); las dos listas que había presentado JxC -lideradas por Bullrich, quién se impuso en la interna, y por el jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta- lograron un 28% (6.895.941 votos), y UP -con la suma de los votos de Massa, más los del dirigente social Juan Grabois-, llegó a un 27,28% (6.719.042 sufragios). En otras palabras, los tres primeros terminaron separados por solo un 2,58% -apenas 633.202 votos-; es decir, un escenario de fuerte paridad con miras a la elección general del hoy.

Las otras fuerzas contendientes, HNP y el FIT-U, quedaron muy por detrás de aquella tríada, con 914.812 y 642.773 adhesiones, respectivamente. Y si se tienen en cuenta experiencias anteriores, de fluctuaciones del electorado entre las PASO y las generales, no resulta descabellado pensar en que estas podrían perder votos de ciudadanos que cambien su sufragio con la idea de fortalecer alguna de las agrupaciones “del podio”, con miras a la segunda vuelta.

De todos modos, más allá de esta especulación, Milei, Bullrich y Massa tienen de dónde aumentar sus números. Por ejemplo, de la cantidad de ciudadanos habilitados para votar que no fueron a las urnas en las PASO. El abstencionismo en la elección de agosto alcanzó nada menos que un 30,38%: unas 10,5 millones de personas no fueron a votar ese domingo. Analistas esperan que la participación crezca en las generales alrededor de un 5%; y el alto rating que registraron los debates presidenciales hablan de un mayor interés por parte de la ciudadanía, que previo a las PASO se había mostrado abúlica respecto de los comicios.

Otra “pecera” de la cual los tres que pugnan por llegar al balotaje podrían aumentar sus guarismos es la de aquellos electores que fueron a votar, pero que no lo hicieron por ninguna de las opciones desplegadas en las mesas del cuarto oscuro: en las PASO se registraron 1.356.480 votos en blanco: un 5,44% del total emitido.

Pero para que se defina hoy el Presidente, una de las listas debería obtener un 45% de los votos. También podría consagrarse con un 40%, pero en este caso debería sacarle al menos 10 puntos porcentuales a su inmediato perseguidor. Y cualquiera de esas posibilidades parece muy difícil de darse.

Vigencia del balotaje

El balotaje está vigente en la Argentina desde hace casi tres décadas. Fue incluido en la Constitución nacional, tras la reforma de 1994. En las comicios presidenciales desde entonces -1995 y 1999- los guarismos de la elección general resultaron suficientes para consagrar a Carlos Menem y a Fernando de la Rúa, respectivamente.

La cosa fue distinta en la votación que le siguió al “que se vayan todos” de diciembre de 2001. El 27 de abril de 2003, la fórmula integrada por Menem y por Juan Carlos Romero se impuso en la general por 4.741.202 votos, frente a los 4.303.131 cosechados por el binomio conformado por Néstor Carlos Kirchner y Daniel Scioli. Pero los números no alcanzaban, y había que ir a balotaje. Sin embargo, los abrumadores números que lograba el santacruceño en las encuestas hacían prever una derrota por paliza para el riojano, quien finalmente optó por renunciar a la candidatura. En 2007 y en 2011 tampoco hizo falta ir a segunda vuelta electoral.

A raíz de ello, la única ocasión en que se debió apelar al balotaje en la Argentina se dio en 2015, cuando Mauricio Macri derrotó a Daniel Scioli en segunda vuelta. En las PASO del 9 de agosto de ese año, la fórmula del Frente para la Victoria, conformada por Scioli y Carlos Zannini había cosechado 8.720.573 adhesiones, y finalizó primera. Detrás se había ubicado el binomio de Cambiemos, integrado por Macri y Gabriela Michetti, con 6.791.278 de votos.

En la general del 25 de octubre, Scioli había recogido 9.338.490 votos, y Macri, 8.601.131. Pese al incremento en la cosecha de votos, los guarismos encendieron las alertas dentro del peronismo. Por un lado, porque las cifras no alcanzaban para un triunfo en primera vuelta; por otro, porque los casi 2 millones de votos de diferencia que el oficialismo le había sacado a la principal alianza opositora en las PASO se habían reducido sensiblemente a poco menos de 740.000. Y esta reducción ya prenunciaba un balotaje complicado.

Y así fue. La tendencia creciente contra el oficialismo se ratificó en la segunda vuelta, el 22 de noviembre de 2015: la dupla Macri-Michetti venció al binomio Scioli-Zannini por casi 680.000 votos: 12.988.349 contra 12.309.575.

Antes de aquel desenlace, desde que rigen las PASO -2011-, siempre la fuerza que había resultado más votada en las primarias se impuso también en los comicios generales, y terminó sentando el Presidente. Tal la expectativa de Milei: repetir el triunfo de las primarias, pero con los guarismos suficientes como para esquivar la segunda vuelta. Por el contrario, Bullrich y Massa quieren que se repita la situación de hace ocho años, para sentarse en el Sillón de Rivadavia el 10 de diciembre, tras el balotaje del 19 del mes que viene.

Comentarios