Canciones que hicieron historia: entre el miedo y la soledad, así nació el himno "Soles", de Marilina Ross
¿Quién no ha repetido aquel “Aunque no lo veamos, el sol siempre está”? A cuatro décadas de su lanzamiento, Marilina Ross nos cuenta cómo la desolación del exilio la impulsó a componer este éxito.
Un día la obligaron al exilio; dejó su patria, su exitosa carrera y su familia. Perdió el faro. No estaba ella, no estaba su alegría ni guardaba esperanza en su corazón; el sol se había apagado. Vivió años oscuros, aunque con mucho éxito en una nueva tierra. Pero nada de eso importaba; lo más crucial se había ido. “Desolada quedé, y sola sin el sol”... así se sentía, hasta que decidió volver a Argentina. Con miedos, pero con la certeza de que si había que morir, quería hacerlo en su lugar, con su gente. Allí la esperanza brotó de su pecho como un rayo, que le enseñó el camino para encontrar la luz.
Han pasado 40 años (bueno, 41) del lanzamiento de “Soles”, el más icónico disco de Marilina Ross. Cuatro décadas desde que el mantra “aunque no lo veamos, el sol siempre está” llegó a las radios. Aquel texto caló hondo en los argentinos. Por el momento histórico y por su significancia, “hundió raíces” en la cultura popular. ¿Quién no ha usado alguna vez la frase?
1982. La dictadura había prohibido la música anglosajona. Ese hecho había impulsado el despegue de muchos cantautores e intérpretes en la escena nacional. “Sólo le pido a Dios” (de León Gieco), “Era en abril” (de Juan Carlos Baglietto) o “Puerto Pollensa” (por Sandra Mihanovich) se convertían en éxitos. De repente, la música argentina comenzaba a vivir -paradójicamente- uno de los mejores momentos de su historia. En este contexto resurge, como el ave fénix, Marilina. “El disco lo grabé gracias a la guerra -relata, desde Buenos Aires, a LA GACETA-; porque no se podían pasar discos en inglés. De repente, ¡tres compañías me querían contratar!”.
Pero para entender la importancia de este último dato que expresa, hay que volver un poco más al pasado. María Celina Parrondo (así es su nombre de nacimiento) se había consagrado hasta la década de 1970 como una de las actrices más prometedoras de la escena. Pero su simpatía con el peronismo, su trabajo social en villas miserias y algunas expresiones artísticas habían llamado la atención de la Alianza Anticomunista Argentina, más conocida como Triple A.
Cuando el sol se fue
“En 1974 me amenazaron de muerte, pero no me fui... Filmé ‘La Raulito’ y grabé mi primer disco, ‘Estados de Ánimo’. La decisión de irme la tomé finalmente en 1976, porque estaba prohibida; no podía trabajar ni podían nombrarme en los medios”, narra. Aún amenazada, Marilina hizo en 1975 la telenovela “Piel Naranja”, que con picos de 60 puntos de rating se consagró como una de las más exitosas de la historia argentina. Aquí tenía todo, pero de un momento a otro pasó al anonimato.
“Nunca me dieron la menor explicación. No te decían por qué. Directamente te mandaban a guardar”, le dijo a Lalo Mir en una entrevista para el programa “Encuentro en el estudio” (2010).
“Los avisos de radio y televisión que publicitaban la obra de teatro que yo protagonizaba en aquel momento no podían incluir mi nombre. Ese fue el primer indicio. Otro fue que, cuando Andrés Percivale me invitó a su programa de televisión al que iban varios invitados a mantener una charla, se me puso como condición que no hablara”, detalló en una entrevista de prensa en 1982.
En aquel 1976 sacó sus pasajes de ida (y vuelta, aunque luego no lo usó), y se fue. ¿El destino? España. “Tuve la suerte de que ‘La Raulito’ fue un éxito allá. Le ganaba a ‘Tiburón’. Y filmé seis películas, pero a media máquina”, se lamenta. En la tierra de sus padres (ambos inmigrantes) trabajó mucho, pero bajo lo que en más de una ocasión definió como una “depresión profunda”. Ahí, el sol se había ido.
Una frase
Esa situación límite fue la que la impulsó a concebir su más grande éxito. “Mi refugio en los buenos y malos momentos siempre había sido mi guitarra. Pero no podía componer nada. Entonces empecé los primeros versos de ‘Soles’ -dice y recita-: ‘el Sol de mi guitarra huyó, desolada quedé y sola sin el sol...’ [...] Es que el sufrimiento del exilio es fatal; ¡para los griegos era la pena máxima! No paraba de llorar a pesar de que tenía películas esperándome, familia española y amigos”.
“Soles” es quizá una de sus canciones más personales. Pero el tema no brotó de forma inmediata. Marilina perdió el sol, el mi y el fa; no podía expresarse con la música. No encontraba las notas en su guitarra. “El si, por fin dijo ‘no sé/ ni el do ni el la ni el re/ pudieron responder”, canta en la canción. Estaba devastada.
“Un día recibí una carta de mi amiga Betty Couceiro con la frase ‘Aunque no lo veamos, el sol siempre está’. Esa frase me iluminó el camino y le puse música para el final (de la canción), pero aún no encontraba mi sol. Tardé cuatro años en encontrarlo, al volver a mi tierra”, añade.
En España, Marilina hizo importantes películas como “El hombre de moda” y “Al servicio de la mujer española”, además de una adaptación en la televisión de “Pigmalión”. Y aunque el éxito la embargaba (fue una de las actrices mejor pagadas de España), la soledad y la tristeza la consumían. El disparador para su regreso al país -cuenta- fue el fallecimiento del actor Luis Politti en Madrid. “Murió de tristeza; sentí que me podría pasar lo mismo. Me arriesgué a volver en el ‘80, cuando todavía estaba (Jorge) Videla de presidente”, recuerda.
En esa vuelta comenzó a juntar sus piezas, “a sentirse entera” de nuevo. Y también encontró la forma de completar su poesía, aquella que había dejado inconclusa. “De repente una mañana/ de mi pecho se escapó/ una voz que me decía/ por aquí está el sol”.
De María a Marilina
Cuando regresó a Argentina, todavía estaba prohibida. En una de sus primeras entrevistas con la prensa, le consultaron si la prohibición la había hecho sufrir. “No, casi diría que sirvió para que este tiempo se lo haya dedicado a la música. Coincidieron las limitaciones externas de la actriz con mi necesidad íntima de dedicarle todo mi tiempo a la música”, dijo. La música se había convertido en todo para ella.
Su primer concierto lo hizo en un bar de Córdoba. Con miedo, sin promoción y con un puñado de canciones que luego fueron éxitos.
Poco después, las cosas se le fueron de las manos. En aquel 1980 le hicieron en Buenos Aires un recibimiento en casa de Emilio Alfaro (su ex esposo). Sandra Mihanovich, a punto de grabar su segundo disco, la escuchó aquel día cantar ‘Puerto Pollensa’ y se lo pidió. Y lo grabó, junto a “Vos, yo, uno más uno”. En el elepé se puede ver que la composición de ambos temas se le atribuyen a María Celina Parrondo, porque Marilina estaba prohibida.
Con el boom en las radios y con el fin inevitable de la dictadura, lo que opinase la Triple A dejó de importar. Por eso Marilina cuenta con emoción que los tres principales sellos discográficos empezaron a disputarse por ella.
Del silencio total, pasó estar en todos lados: con la CBS (hoy Sony Music) publicó en 1982 “Soles”. Y allí finalmente terminó de encontrar la luz que había perdido; pero esos “Soles” fueron muchos y diversos. El disco se convirtió rápidamente en oro y escaló hasta el doble platino. “Soles” fue grabado por Estela Raval y por la cantante cubana Lissette. Y otras composiciones suyas, como Pollensa, llegaron a la voz de artistas de la talla de Iva Zanicchi.
De nuevo aquí
“Sí, esta noche de nuevo yo aquí/ hacia tiempo que no nos veíamos/ es que anduve perdida/ después me empujaron/ pero no, el motor no pudieron pararlo/ y les juro que lo han intentado/ pero no conseguido/ si estoy esta noche aquí”.
Con esas estrofas abre su disco; con esas palabras (traducción del italiano Ivano Fossati) la voz de María -ya de nuevo Marilina- vuelve a salir al sol.
Además de “Esta noche yo aquí”, el longplay contiene varios de los mayores éxitos de Ross: “Casi sin querer”, “Vos yo, uno más uno”, “Puerto Pollensa”, “Escaleras mecánicas”, “Como mis padres” y, por supuesto, “Soles”.
Además -un detalle raro para la época- todos los temas están unidos entre sí por pasos de baile. Porque, a pesar de toda la oscuridad -y como dice “Danza”, tema también de ese LP- hay que danzar sobre el dolor, sobre la desventura y sobre las tristezas. Porque, al final, el sol siempre sale.
El festejo
A cuatro décadas de “Soles” y festejando 80 años de vida, Marilina Ross vuelve a los escenarios. Por única vez se presentará frente a su público en calle Corrientes, tal y como lo hizo hace algunas décadas.
“En el ‘82 hice mi espectáculo de ‘Soles’ aún prohibida. Solo con afiches callejeros de promoción, y llené nueve fines de semana el Teatro Odeón. Ahora, a 41 años de aquello, vuelvo a hacerlo, ¡pero con 80 años de vida!”, dice entusiasmada.
Con nuevo corte de cabello, de blanco y con un enorme globo que ofició de sol, Marilina cantó en el ‘82 sus soles. Y ahora, cuatro décadas después, volverá a hacerlo, pero sumando todas aquellas canciones que la acompañaron luego, esos “hijos naturales” que aunque no sean de carne y hueso tienen su ADN.
Hace poco, en una entrevista con La Nación, contó que el show (que será el 10 de noviembre en el Teatro Ópera) tendrá una puesta teatral y que contará con la participación de su “socia” Sandra Mihanovich, además de otras sorpresas. “Y la niña que fui se alegra de verme llegar al final. Porque aún sigue dando a luz el amor, y ¡canta!”, dice a LA GACETA parafraseando los últimos versos de su “Soles”. Es que, según ha advertido en otras entrevistas, este será su último gran concierto. Pero aunque ella no siga cantando en directo, está claro que sus “Soles” y aquel mensaje de esperanza que dio hace cuarenta años, quedarán por siempre en el ADN de la música popular.