Los jóvenes aman la democracia, aún con sus defectos

La dirigencia actual debe tender al diálogo, la formación, la empatía y el pragmatismo, según los “jóvenes nativos democráticos”

Los jóvenes aman la democracia, aún con sus defectos

Un grupo de jóvenes comparte sus miradas para pensar nuestra democracia. ¿Cuál es su valor? ¿Para qué sirve? ¿Cómo dialogar con ella luego de estos 40 años de aciertos y fracasos? ¿Qué esperanzas o temores les transmite el actual contexto?

Con un promedio de edad de 20 años, estos “jóvenes nativos democráticos” se definen como “los nietos de la democracia”. Una generación que creció sin temor a opinar navegando en el océano de voces que plantean las nuevas plataformas digitales.

“En nuestra generación hay cosas que no se negocian: la libertad de votar y militar al partido que querés, y de hacerlo sin miedos”, dice Belén López Sales (22). “Al contrario de lo que piensa mucha gente adulta, nuestra generación está muy comprometida políticamente, hoy más que nunca: desde distintos lugares, con distintas motivaciones, con distintas ideas sobre el modelo de país, pero, finalmente, es una generación muy instruida gracias a las dinámicas democráticas. Y si la democracia nos sigue permitiendo funcionar así vamos a poder corregir sus fallas y mejorarla”, agrega.

Para perfeccionar el sistema, entre otros puntos, los jóvenes detallan el perfil ideal que deben tener los dirigentes: capacidad de diálogo; iniciativas que fomenten los valores de identidad y orgullo nacional; habilidades para poder construir junto a los otros partidos y no contra ellos y disciplina institucional. Sobre todo, les exigen formación, empatía e idoneidad.

“Los dirigentes deben entender su función pública como un mecanismo de transformación, para eso deben ver la política como algo práctico”, afirma Benjamín Guaymás Ocampo (18). “Deben saber interpretar las distintas demandas y dar soluciones bregando por el consenso. Si no se dimensiona a la política como algo práctico, va a haber muchísimas discusiones elevadas y abstractas, que no van a terminar jamás en una resolución concreta y real”, opina Guaymás Ocampo.

La mayoría coincide en describir a Tucumán como uno de los distritos con mayor fragilidad democrática. Algunos arguyen que en la provincia se ha naturalizado la mercantilización del voto, lo que configura un serio abuso, además de corromper la voluntad electoral de ciertos sectores.

Más allá del panorama desalentador de esta descripción, se muestran esperanzados en la lógica de que “las carencias de la democracia se resuelven con más democracia”. Así lo expresa Nicole Varela (21): “la forma de corregir los errores de esta democracia es con más participación, con más compromiso, con más control sobre los funcionarios y con más protagonismo de los diferentes sectores”.

Más allá de pertenecer a distintos espacios y tener miradas disímiles, entre ellos se percibe un consenso: el sistema democrático no se discute, es perfectible, pero no puede ponerse en duda. Y, entonces, surge esta pregunta: ¿creen que la democracia va a durar para siempre?

“Hay que defenderla, pero va a durar para siempre: para nosotros, para nuestra posteridad y para todas las personas del mundo que quieran habitar suelo argentino”, sentencia López Sales.

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