El peligro de estar todo el tiempo bajo el ojo vigía del Estado

El peligro de estar todo el tiempo bajo el ojo vigía del Estado

Es un boom en todo sentido. Desde sus comienzos en Argentina, allá por 2001, Gran Hermano, un formato importado de Países Bajos que tiene la particularidad de mostrar la vida de los participantes en vivo las 24 horas, genera escándalo, polémica y, por supuesto, muchísimo rating. Se calcula que, por ejemplo, la gala de eliminación del domingo pasado del programa la vieron más de ocho millones de personas en todo el país. Y eso que según los especialistas esta edición del envío de Telefé aún está por debajo del promedio del anterior, donde ganó el salteño Marcos Ginocchio. ¿Qué es lo que genera el interés en formatos como Gran Hermano? En síntesis, nos convierte a todos en voyeurs. En espías de la vida ajena, mientras estamos sentados cómodamente en nuestro sillón o tirados en la cama. Nos gusta, evidentemente, fisgonear sin culpa lo que hacen otros. “Si caminás por una calle con casas en las dos veredas y todas tienen las cortinas cerradas menos una, vas a mirar a través de esa ventana. Siempre queremos mirar la vida de otras personas. La gente es curiosa, le interesa lo que otra gente está haciendo”. La frase la dijo hace años Jhon de Mol, el creador de Gran hermano, y marca las razones del éxito de este tipo de producciones. ¿Pero y si, como en la película The Truman Show, en realidad nos están vigilando a todos?

Hoy la Inteligencia Artificial abre escenarios nunca vistos ni pensados, sobre todo para el ciudadano común. Podemos ver filmes de ciencia ficción y pensar que estamos lejos de todo esto que vemos en pantalla. ¿Y si el país entero fuera la casa de Gran Hermano? ¿Y si a cualquiera de nosotros lo pudieran seguir mediante cámaras e identificar con perfiles biométricos? ¿Y si creemos que cada una de nuestras acciones son privadas pero nos enteramos que no es tan así? ¿Y si nosotros mismos fuéramos protagonistas del rating a nivel nacional, pero en manos de servicios de inteligencia? Hoy todo esto es una realidad., Nos vigilan,  nuestros datos están en todos lados y cualquiera de nuestras actividades puede ser monitoreada. ¿Exageración? No tanto. Veamos.

“El que corta, no cobra”. La frase la lanzó Patricia Bullrich al presentar el programa antipiquetes apoyado por el presidente Javier Milei que debutó ayer en la marcha organizada ayer por referentes sociales y de izquierda. Antes de la protesta, y con una profusa campaña de propaganda, la ministra alertó que se iba a identificar a quienes impidieran el libre tránsito de los ciudadanos. ¿Cómo iban a hacerlo? Aquí entra lo que para algunos es ciencia ficción. En 2011 Cristina Fernández de Kirchner puso en funcionamiento el Sistema Federal de Identificación Biométrica para la Seguridad (Sibios) que permite a las fuerzas nacionales contar con información que individualiza a todos los ciudadanos a través de un software, mediante un convenio con el Registro Nacional de la Personas (Renaper). ¿Y cómo llega eso? A partir de nuestra foto y de nuestras huellas que compartimos con el Estado cada vez que renovamos el Documento Nacional de Identidad (DNI). El sistema, dijo Fernández de Kirchner en ese momento, aspiraba a ofrecer respuestas en tiempo real sobre la identificación de una persona, “sea desde una consulta realizada de forma remota por un oficial de tránsito o desde una cámara de seguridad”. El sistema, desde 2011, no sólo fue usado, más o menos según las circunstancias que pasaron, sino que ningún gobierno (ni Cristina, ni Mauricio Macri ni Alberto Fernández) se privó de sus “beneficios”. Si bien fue presentado como un arma para combatir el delito, hubo voces que se alzaron ya que el sistema atenta contra dos de los derechos irrenunciables de los ciudadanos: la privacidad y el anonimato. Se trata de una enorme telaraña de datos que interconecta información acerca de los 46 millones de argentinos. Todos estamos dentro del sistema. El problema es que justamente está en manos del Estado, con cambios de estructuras y de funcionarios. ¿Nos damos cuenta de lo que vale esa información, sobre todo en un país donde la seguridad informática no es una prioridad? Desde 2012, los bebés recién nacidos son registrados en Sibios. Nos vigilan desde que nacemos. Y cualquier protesta social, por ejemplo, es escenario para que nos identifiquen

¿Qué pasa en Tucumán? Como no podía ser de otra forma, también tenemos entre nosotros al sistema Sibios. Hace un año, el ministro de Seguridad Eugenio Agüero Gamboa lo presentó junto a otras herramientas tecnológicas que había adquirido la provincia. El comisario Eduardo Ávila, en ese momento jefe de Antecedentes de la Policía, remarcó que el personal de esa División había sido capacitado en Buenos Aires sobre el sistema “para el esclarecimiento de los hechos”. “Se utiliza en países como Estados Unidos y Francia, y la Policía Federal de nuestro país; ahora logramos tenerlo en nuestra fuerza”, comentó. ¿Funciona? Para empezar el problema en Tucumán son más que nada las cámaras. Hay un universo de ojos vigías en la provincia, entre particulares y los que pertenecen al Estado, pero sobre todo estos últimos tienen falencias: hay muchísimos fuera de funcionamiento o que ya no tienen la capacidad de vigilancia que se requiere en estos tiempos. Casi todas las municipalidades, incluso las comunas, tienen centros de monitoreo pero según las estadísticas estos no influye en la baja de la delincuencia. A los criminales no parece importarles quedar grabados por las cámaras. Pero en planes sociales, es una herramienta que el Estado puede utilizar. E identificar por ejemplo a quienes protestan. Según la génesis de Sibios, el sistema es global, altamente eficaz, indetectable e ineludible de reconocimiento y sobre todo, seguimiento de todas las personas.

Los derechos a la intimidad de las personas y la protección de datos están consagrados en los tratados internacionales y en la Constitución Argentina. Pero al mismo tiempo el Estado utiliza estas herramientas para generar una base de datos que puede ser peligrosa en malas manos.

Hoy, en la calle, todos podemos ser seguidos e identificados con esta tecnología. Pero no hay ningún cartel como en los negocios comerciales que nos advierta: “sonría, lo estamos filmando”.

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