Hay una persona que conoce mucho el valle y que -si bien no nació allí- pasó buena parte de su vida entre esas montañas. Este individuo expresa con claridad una sensación que desde hace tiempo está instalada entre veraneantes, lugareños, académicos y también entre unos pocos funcionarios: el Estado (Ente de Turismo provincial y Municipalidad tafinista, principalmente) mide el éxito de una temporada veraniega de acuerdo con la cantidad de gente que llega a Tafí del Valle. Pero este éxito debería darse no sólo por el volumen de visitas, sino también por el respeto que estos viajeros le profesen al entorno natural y cultural. Claramente eso no ocurre desde hace muchos años.
Cada enero vuelven a manifestarse en innumerables conversaciones una serie de inquietudes y preguntas que tienen que ver con Tafí del Valle y con su futuro ¿Esta localidad se acerca a un punto de no retorno? ¿O ya hemos sobrepasado ese límite? ¿Estamos a tiempo de tomar medidas que frenen el deterioro? ¿Existen modos de potenciar los desarrollos urbanos generando el menor impacto posible en el medioambiente? ¿Hay alguna forma de conciliar intereses tan diversos como los de los políticos, los empresarios inmobiliarios, los comerciantes, los hoteleros, los lugareños y los veraneantes con los de un espacio tan hermoso y frágil? Sería de necios -o de cómplices- negar que la devaluación de Tafí del Valle en términos ambientales, culturales, turísticos y arqueológicos se ha profundizado con fuerza en las últimas décadas. De hecho, cada año que pasa parece más difícil imaginar que algún día la principal villa turística tucumana pueda equipararse con otras localidades de la región, como Cafayate, Cachi o Purmamarca.
Desde el punto de vista social, está claro que el valle debe ser para todos. El clima, el paisaje y la accesibilidad permiten que cualquier persona con un vehículo más o menos en condiciones pueda hacerse una escapada. La gran pregunta es ¿cómo y de qué manera se logra eso sin degradar un territorio tan delicado?
Narcos en los cerros
Lamentablemente, en la cotidianidad de cada enero los problemas suelen ser los de siempre. Por ejemplo, el sábado pasado, cerca de las 21, transitar en auto por la zona de la hostería del Automóvil Club, la plaza Miguel Estévez y la parroquia era más difícil que hacerlo por Laprida y San Martín un día de manifestaciones en la plaza Independencia. Es decir, se sigue incentivando la llegada de turistas circunstanciales sin tener en cuenta que hay un momento en el que todo colapsa. Pero los problemas de tránsito se vuelven pequeños cuando aparecen otros más inquietantes. Uno de ellos es la inseguridad. Pocas horas después de que el gobernador Osvaldo Jaldo lanzara un operativo de seguridad en los valles, ladrones entraron a robar en una casa ubicada a unos 500 metros de la comisaría y se llevaron nada menos que un auto, entre otras cosas. Es lógico asustarse, porque si eso ocurre tan cerca de la sede de la Policía, la pregunta inevitable es: ¿qué pasa en otros lugares un poco más alejados?
Hay un dato aún más preocupante: entre los vecinos del valle existe una angustia creciente por el consumo de drogas entre los jóvenes. Hace tiempo se viene señalando que las rutas 40 y 307 son vías de tránsito que usan los narcos con frecuencia para evitar los controles que suele haber en otros caminos. “El tema es que la droga ya no solo pasa de largo, sino que también se queda”, dice una persona que investiga el narcotráfico desde hace años. De hecho, profesionales que integran dispositivos de salud cuentan que reciben cada vez más pedidos para atender a chicos tafinistos adictos a drogas pesadas.
Vale aclarar que este problema no es exclusivo de Tafí del Valle, sino que el avance de los transas se está produciendo en todo el interior tucumano.Pero en verano, a la droga que ya circula en el valle se le suma la que llevan aquellos adictos que suben a pasar los fines de semana. Y el problema se multiplica.
De cultivos a loteos
Administrativamente, el territorio del valle de Tafí está dividido en dos partes. Una responde a la comuna de El Mollar; la otra, al municipio tafinisto. La superficie que administra la primera es mucho más grande que la de la segunda. El problema es que la comuna no posee los medios ni los recursos necesarios para atenderla. Así, hay zonas que se empiezan a desarrollar sin ningún tipo de planificación o control. El ejemplo más grotesco es El Pelao. De todos modos, algo parecido está ocurriendo en El Rodeo, en Las Carreras y en El Rincón, por nombrar algunos lugares.
En esas antiguas áreas de cultivos, los pequeños parceleros lotean sus propiedades. Y, a medida que la avidez inmobiliaria avanza, se va diluyendo la identidad propia del lugar.
Al mismo tiempo ocurre una paradoja: mientras los desarrollos se multiplican, a muchos lugareños se les hace cada vez más difícil el acceso a lotes o viviendas, porque los precios son, para la mayoría, inalcanzables. Así (e impulsados por la avidez con la que se mueven ciertos integrantes de algunas autodenominadas comunidades indígenas) aparecen asentamientos y usurpaciones en espacios verdes, al costado de los caminos y en reservas naturales, como ocurre en la reserva de La Angostura.
Osvaldo “Oso” Merlini es un arquitecto que posee más de 40 años de experiencia en el valle. Cree que el futuro es incierto, porque este territorio no está en condiciones de absorber el impacto del turismo masivo. Por eso, argumenta que es necesario tomar una serie de medidas del modo más urgente posible. Estas son algunas:
1- Declarar una ley de emergencia ambiental.
2- Definir hasta qué punto está permitido urbanizar y de qué modo se lo va a hacer.
3- Regular el uso del suelo.
4- Redefinir la división administrativa del territorio entre El Mollar y Tafí del Valle para que haya más controles.
5- Gestionar los residuos de un modo más eficiente.
6- Implementar todo esto como una política de estado provincial.
Merlini es categórico: “el loteo La Quebradita es un ejemplo de urbanización. Debería ser preservado como área patrimonial”. ¿Por qué no tomarlo como modelo y trasladarlo a otras zonas del valle?
No tiene precio
Si bien las comparaciones son incómodas, sirven para poner las cosas en su justa dimensión. Hace unos días, un abogado jujeño que volvía de Puerto Madryn a su provincia ironizó en un grupo de Whatsapp de amigos entre los que hay varios tucumanos: “primer semáforo en rojo que me toca en Tucumán y todos pasan igual. Hice miles de kilómetros y en el único lugar donde vi esto fue acá. Llegar a Tucumán no tiene precio…” Quizás no esté de más mirar qué se hace y cómo se vive en otras provincias para ver de qué modo podemos mejorar nuestros entornos. Tafí del Valle puede ser un buen lugar para empezar.