Caída de los árboles, un problema recurrente

Especialistas tucumanos explican la situación y sugieren posibles soluciones. La importancia del manejo eficiente del arbolado.

ESCENA DE LA ÚLTIMA TORMENTA. Un árbol enorme y añoso se desplomó sobre dos automóviles. Felizmente, no había nadie dentro de los autos. ESCENA DE LA ÚLTIMA TORMENTA. Un árbol enorme y añoso se desplomó sobre dos automóviles. Felizmente, no había nadie dentro de los autos.
09 Marzo 2024

La noche de lluvias ininterrumpidas dejó imágenes caóticas para los vecinos de la capital tucumana. Seis árboles de gran porte cayeron obstruyendo avenidas sumamente transitadas e incluso con la destrucción de un auto en la avenida Salta. Esto produjo embrollos en el tránsito y el descontento de los ciudadanos que se vieron afectados por este evento signado de caídas y catástrofes arbóreas. Estos incidentes dejan una incógnita abierta: ¿son los árboles un problema para la ciudad?.

Pareciera que los árboles sólo traen consigo perjuicios para los ciudadanos y el sistema urbano. En otoño, la acumulación de hojas provoca la obstrucción de las cañerías así como ensucia la ciudad; son los iniciadores de las roturas en las veredas y los causantes del daño en la infraestructura, sin dejar de lado su caída que provoca daños indeseables.

Al fin y al cabo los árboles parecen no colaborar con el funcionamiento de las urbes. Sin embargo, los árboles también son muy virtuosos y cumplen funciones esenciales en la ciudad.

Gestión

Ezequiel Araóz, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CONICET en el Instituto de Ecología Regional, da cuenta de que es necesario generar un balance entre los beneficios y los perjuicios de los árboles. “Ahí es cuando en los sistemas urbanos pasa a ser muy importante el concepto de ‘manejo’. Si uno hace un manejo inteligente puede maximizar los beneficios del arbolado, minimizando los costos y los perjuicios que el árbol puede tener”, resalta el especialista.

Allí es que Araóz destaca una noción sumamente relevante en la problemática del arbolado urbano: la gestión y el cuidado de los árboles. Hasta no hace muchos años, la administración de los árboles no había sido considerado por los habitantes y dirigentes de las diversas ciudades y provincias.

“Las ciudades tienen algo en común que no es muy bueno y eso es que nunca se ha pensado ni se ha diseñado el arbolado urbano”, comienza explicando Pablo Quiroga, biólogo y secretario de ambiente de la municipalidad de Yerba Buena. “La gestión del arbolado por ejemplo, en países de Europa y en España sobre todo, eso está muy bien desarrollado y pensado, hay mucho conocimiento técnico. Sin embargo, acá en Argentina se empieza a hablar de la gestión del arbolado no hace más de 20 años”, detalla el funcionario.

Funcionalidad

El gran crecimiento de la población que se dio en los últimos años demandó la necesidad de extender las urbes, lo que llevó a otro accionar: la transformación drástica del entorno. Allí los árboles se destacaron por su funcionalidad, aunque tiempo más tarde comenzaron a presentar desventajas. La caída de los mismos y los daños a la infraestructura de la ciudad entre otras problemáticas, comenzaron a preocupar a los ciudadanos. Por ello se volvió pertinente maximizar sus virtudes en pos de una convivencia agradable con la ciudad, donde los riesgos se redujeran.

CAÍDA RECIENTE. Otro de los ejemplares que se vino abajo por el viento. LA GACETA / FOTO DE JOSé NUNO CAÍDA RECIENTE. Otro de los ejemplares que se vino abajo por el viento. LA GACETA / FOTO DE JOSé NUNO

En este punto comienza a tenerse en cuenta el primer paso a la hora del “manejo” que Aráoz mencionaba: el monitoreo. “Se tiene que empezar a monitorear el arbolado urbano, deberíamos contar con información cuantitativa de los diferentes árboles. El monitoreo y seguimiento a través del tiempo es fundamental para tener un buen manejo”, explica el doctor en biología. Sin embargo, “todavía es incipiente el monitoreo para recabar datos y extraer información.”

“Lo primero que no muchas ciudades tienen porque a veces es costoso y técnicamente difícil de hacer es un censo de los árboles, esto es una herramienta fundamental”, explica Pablo Quiroga como paso primario a la hora de gestionar el arbolado. El especialista destacó que pocas jurisdicciones de la provincia pudieron llevar a cabo este procedimiento. Una de ellas fue Yerba Buena que pudo desempeñar un censo del arbolado urbano el año pasado. Esto “nos dio como resultado que solo en Yerba Buena hay 32.400 árboles”. De acuerdo con el secretario, en ese número “había un porcentaje de árboles que estaba en estado crítico y había que reemplazarlos”, explicó el profesional.

En San Miguel de Tucumán también se ha tomado la cuestión del manejo, pero esta ciudad es muy extensa, por lo que la situación se hace más difícil de tratar. Además esta presenta mayores dificultades a la hora del crecimiento de los árboles, debido a la mayor cantidad de pavimento y veredas más cerradas. “Mantener un arbolado cuesta. No es una situación simple y las decisiones no son tan claras”, explica Alfredo Grau, Doctor en Ciencias Naturales y autor del libro pionero “Guía del arbolado urbano”

Tareas necesarias

Grau destaca cuáles son las medidas para prevenir las caídas de los árboles en la ciudad. “Las tareas de manutención parten de un censo que es como una visita al médico de un árbol, pero el médico va al árbol. El técnico municipal hace una evaluación de ese árbol, ve su forma y sanidad y con eso se hace un diagnóstico. Si hay ramas muertas será necesario eliminarlas, si el árbol tiene una forma inadecuada y presenta un riesgo hay que extraerlo.”

“Y después viene un paso importante, una vez que se ha extraído el árbol hay que plantar otro árbol lo antes posible”. Así el especialista destaca una urgencia que el investigador del CONICET, Ezequiel Aráoz explica una de las razones de esta urgencia con una teoría cautivadora: “La Teoría de la ventana rota”.

Necesidad cultural

Esta teoría se basó en un experimento social realizado en un barrio de la ciudad estadounidense de Nueva York. Allí se dejó un vehículo que parecía abandonado pero que se encontraba en buen estado, por lo que los ciudadanos lo respetaban. Sin embargo, más tarde los evaluadores decidieron dejar el mismo vehículo con la ventana rota. Allí se descubrió que las personas comenzaron a pensar que ese sitio estaba abandonado y por lo tanto que era pasible de ser vandalizado y de usarlo como basural.

“Cuando el Estado deja las cosas con sensación de abandono, a medio hacer, las personas piensan que tienen derecho a seguir arruinando ese lugar y eso desencadena que el lugar empeore”, reflexiona Aráoz. “Un arbolado decadente nos tiende a desestructurar como sociedad, nos autoriza, nos legitima a que sigamos degradando la ciudad o que no nos preocupemos por un buen manejo y cuidado de la misma. No reemplazar el arbolado nos da esa sensación de caos, de anomia”, detalla el profesional.

Calor e inundaciones

Las consecuencias de no plantar árboles, más calor y más inundaciones

Pero la falta de árboles también puede afectar a la ciudad de otras maneras, aumentando la temperatura de la misma. “Cuando tenemos menos árboles las temperaturas son más altas, eso es así. Yerba buena, por ejemplo, por su historia tiene muchos más árboles que la capital, entonces es mucho más fresco, entre 3 y 4 grados menos que el centro. Las altas temperaturas hacen sea más desagradable vivir en la ciudad y perjudique nuestra salud. Incluso hay que gastar más en aire acondicionado”, explica el doctor Alfredo Grau.

Sergio Ceballos, doctor en Ciencias Biológicas y especialista en dinámica de bosques, explica que “las ciudades funcionan como islas de calor, por el tema de las edificaciones, el cemento y las casas. Los árboles tienen la función de refrescar las ciudades. Eliminarlos hace que estas se hagan más calientes”.

“Los árboles nos dan seguridad en las tormentas. Cada vez llueve más y con mayor intensidad. Los árboles tienen la función de interceptar el agua de lluvia y de esta manera, no cae tanta agua en las ciudades. El agua desemboca en las ramas, las hojas o la corteza y eso es absorbido por el árbol, lo que reduce la correntía, el agua que corre por el suelo. Así como también absorben el agua a través de sus raíces y reducen el nivel de de la misma en las calles” destaca Ceballos.

Posible solución

“Los árboles no son un problema si elegimos la especie correcta, de acuerdo a las características de la vereda, el cableado que tienen arriba, entre otros factores”, explica Pablo Quiroga. Así el especialista destaca cuáles especies son ideales para la ciudad, como el fresno o el lapacho rosado.

También se han descubierto en los últimos tiempos especies más conflictivas como es el caso del nativo y emblemático Tarco. “[Los investigadores] están notando que los tarcos tienen una tasa de caída mucho mayor que los lapachos. Se debilitan más rápido, tienen una ecología que los hacen más propensos a caerse. Lo que se está haciendo es reemplazar el Tarco por el Lapacho, entonces se logra las dos cosas: se elige una especie que tiene un atractivo estético, a la vez que disminuye los costos de tener un árbol”, subraya Araóz.

Es así que la problemática de los árboles, su adecuación con los sistemas urbanos, su convivencia con la ciudad es mucho más compleja. Depende de factores como el espacio, la especie de árbol, su vejez y su interacción con los servicios de las urbes. Por ello es que los organismos e instituciones deben llevar a cabo tareas de cuidado del arbolado urbano, para minimizar los riesgos de caídas y perjuicios y maximizar sus muchos beneficios, tanto culturales como estéticos y naturales. (Producción periodística: Luisina Acosta)

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