Entre la admiración y el abuso: la violencia sexual en el deporte

Entre la admiración y el abuso: la violencia sexual en el deporte

Desde hace algunos años, el mundo del fútbol ha sido sacudido por una serie de denuncias y condenas relacionadas con abusos sexuales: Dani Alves fue condenado por agresión sexual a cuatro años y seis meses de prisión; Robinho, el ex jugador del Real Madrid, fue condenado a nueve años de cárcel; en 2017, Santi Mina fue condenado a cuatro años; Neymar también tuvo diferentes escándalos y rompió con Nike por no cooperar en la investigación de la denuncia realizada por una de sus empleadas; en 2021 el mayor exponente del fútbol argentino, Diego Maradona, fue acusado por Mavys Álvarez de abuso sexual. Si bien estos casos se extienden por todo el globo, uno de los más recientes ha sucedido en Tucumán: el escándalo que envuelve a Sebastián Sosa, Abiel Osorio, José Florentín Bobadilla y Braian Cufré, jugadores de Vélez Sarsfield.

La presunción de inocencia se ve desafiada constantemente cuando se trata de casos de abuso sexual. A menudo, cuando los implicados son personas reconocidas, las primeras reacciones de los allegados de los presuntos culpables y de una parte significativa de la sociedad se inclinan hacia la duda del testimonio de la presunta víctima, mientras que se defiende vehementemente al acusado. Frases como “seguro que lo hace para sacar dinero” o el querer saber el nombre de la denunciante son lamentablemente comunes, revelando una tendencia preocupante de cuestionar a la víctima en lugar de buscar la verdad.

En este contexto, el caso de los jugadores de Vélez en Tucumán ha adquirido una relevancia significativa. Las denuncias de abuso sexual contra estos jugadores han puesto de manifiesto la necesidad de abordar de manera urgente y decisiva esta problemática en el ámbito del fútbol. Sin embargo, más allá de la condena moral y el repudio público hacia estos actos, surge la pregunta inevitable: ¿qué pueden hacer los clubes ante casos como este?

Los clubes de fútbol, como instituciones poderosas y con una influencia considerable en la sociedad, tienen la responsabilidad de promover un ambiente seguro y respetuoso para todos los involucrados en el deporte, incluyendo a sus jugadoras (Diego Guacci, DT del Sub 15 y Sub 17 argentino, fue desvinculado de la AFA luego de que un grupo de jugadoras lo denunciaran por abuso sexual; Jorge Martínez, ex entrenador de Las Gladiadoras de Boca, afronta una causa judicial por una denuncia realizada por la ex jefa de prensa del equipo femenino xeneize, entre otros casos) y jugadores, personal técnico, aficionados y la comunidad en general. Esto implica implementar políticas y protocolos efectivos para prevenir, detectar y abordar cualquier forma de abuso o violencia, incluido el abuso sexual. 

La Asociación del Fútbol Argentino (AFA) también tiene un papel fundamental en este proceso. Como entidad rectora del fútbol en Argentina, la AFA debe establecer directrices claras y medidas concretas para combatir el abuso sexual en el deporte, así como brindar apoyo y recursos adecuados para las víctimas. Esto incluye la revisión de contratos como el realizado esta temporada en el club Nueva Chicago al jugador colombiano Andrés Escobar, quien estuvo preso varios años en Islandia por abuso sexual, la implementación de programas de educación y sensibilización, la capacitación del personal involucrado en la detección y gestión de casos de abuso, y la colaboración con las autoridades competentes en la investigación y persecución de los responsables. 

Sin embargo, una de las mayores barreras para abordar eficazmente el problema del abuso sexual en el fútbol es la tendencia a banalizar las denuncias de las víctimas, así como la falta de comprensión sobre el impacto psicológico y emocional que puede tener el proceso de reconocer y denunciar un abuso. Las mujeres que se atreven a hablar sobre su experiencia de abuso sexual son a menudo objeto de escrutinio, duda y descrédito, lo cual dificulta aún más el proceso de denuncia y perpetúa un ciclo de silencio y complicidad.

Es fundamental considerar que el proceso de reconocer y denunciar un abuso sexual puede ser extremadamente difícil y traumático para las víctimas. El tiempo que puede llevar a una mujer en estado de shock reconocer que fue víctima de un abuso sexual es variable y no debe ser utilizado como un argumento para desacreditar su testimonio. En lugar de cuestionar a las víctimas, es crucial brindarles apoyo, comprensión y creer en su palabra, así como garantizar que tengan acceso a los recursos y la atención que necesitan para sanar y buscar justicia.

Los clubes de fútbol y las entidades deportivas tienen la responsabilidad de promover un ambiente seguro y respetuoso, mientras que la sociedad en su conjunto debe trabajar para superar la tendencia a cuestionar y banalizar las denuncias de las víctimas. Solo así podremos construir un futuro donde el deporte sea verdaderamente inclusivo y libre de violencia.

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