Argentina parece menos peligrosa para la inversión

En las últimas semanas fue noticia la baja del riesgo país, sumando a favor del gobierno nacional cuando las novedades mezclan lo positivo y lo preocupante.

Aunque no es algo que tenga efectos concretos sino que es un síntoma. Porque el riesgo país es el indicador de un problema y su descenso mostraría que los inversionistas creen que Argentina puede estar bien encaminada.

El concepto alude al riesgo macroeconómico de un país en cuanto volatilidad de la economía e incluye el cambiario y de default, es decir, variabilidad de la cotización de la moneda e incumplimiento de la deuda pública, y puede medirse a través de una prima de riesgo.

Una aproximación usa los precios de promesas de dinero. Los gobiernos mayormente se endeudan vendiendo títulos públicos, no negociando un funcionario gubernamental con otro bancario. Más bien, venden una promesa de dinero y los inversionistas la compran a un cierto precio. La relación entre la promesa y el precio es la tasa de interés, al margen de las especificaciones formales del título. Por ejemplo, un gobierno podría vender la promesa de entregar luego de diez años 100 millones de dólares. Si recauda 95 millones de dólares la tasa de interés a diez años será de 5,26 por ciento (se paga menos que el valor nominal porque se sacrifica consumo presente al entregar dinero).

Si otro gobierno vendiera una promesa de entregar 100 millones en diez años y los inversionistas le pagaran 80 millones la tasa de interés sería de 25 por ciento a diez años.

Como la promesa es la misma los diferentes precios se deben a la diferente calidad de los promitentes. La promesa de alguien más creíble es valorada más que la de alguien menos creíble y por la promesa de más valor se paga un precio más alto, de donde surge una tasa de interés más baja. La tasa más alta de la promesa menos valiosa ayuda a enfrentar el riesgo del incumplimiento.

Lo usual es transformar las tasas de interés a razón de cien puntos básicos por cada punto porcentual. La tasa del primer país equivaldría a 526 puntos básicos, la del segundo a 2.500 puntos básicos y la deuda del segundo país sería 1.974 puntos básicos más cara que la del primero. O sea, el riesgo país del segundo sería de 1.974 puntos básicos. Como puede notarse, el riesgo país es relativo; se toman como referencia las promesas del país más confiable y se compara el resto con ellas. En la economía actual ese país es EEUU.

Ahora, el cálculo no se realiza sólo cuando hay lanzamiento de títulos. Con cada compraventa se observa el precio, se estima la tasa de interés y se calcula el riesgo país. Pero valgan algunas aclaraciones. Una, las operaciones privadas sobre deuda ya emitida no afectan al emisor. Quien colocó la promesa de 100 millones a 80 millones debe pagar 100 millones habiendo recaudado 80 millones, no importa qué pase después. Sí cambia la situación de los inversionistas. Si entre privados la promesa por 100 se vende a 60 la tasa para el comprador sería 66,67 por ciento y el riesgo país subiría a 6.141, pero para el país emisor la tasa sigue siendo 25 por ciento. La diferencia afecta sólo a los inversionistas. Quien pagó 80 y cobró 60 perdió 25 por ciento. No el país. Para el emisor cambia la estimación del resultado de una próxima colocación. Por ejemplo, si necesitara 100 millones de dólares y el precio fuera 95 millones debería vender títulos por 105,26 millones. En cambio, si el precio fuera 80 millones de dólares debería prometer 125 millones. Un incremento del riesgo país le indicaría que la próxima colocación de deuda le resultará más cara.

Otra aclaración es que una operación puntual no necesariamente refleja la situación del país pues las necesidades privadas también influyen en el precio. Es posible que un inversionista venda títulos para aprovechar otra oportunidad de negocios, no por desconfianza en el país. Por eso para sacar conclusiones se requiere considerar montos relativos operados y tendencias.

Hay más: en el ejemplo se compararon tasas a diez años tomando el precio presente y la promesa final pero podrían haberse tomado tasas anuales transformando las primeras. El concepto y el cálculo serían los mismos.

Además, no suele tomarse un solo título sino conjuntos de ellos y cada calificadora de riesgos usa su método de cálculo de precios promedios para comparar los valores. Y también hay agencias que no usan el mercado para estimar un riesgo país sino que combinan evaluaciones de situación económica, funcionamiento institucional, tensiones sociales, relaciones políticas y más. Parece más completo pero las estimaciones son menos frecuentes que las diarias.

¿Por qué la mejora reciente? Esencialmente porque hubo más demanda por títulos argentinos. En parte por la suba de reservas en el BCRA ya que ellas indican capacidad de neutralizar una crisis de corto plazo y por lo tanto que no se entorpezca el programa o se traben una recuperación o la creación de condiciones para la recuperación. También ayuda el resultado fiscal, pues con él pueden comprarse los dólares para pagar deuda si hiciera falta. Y tienen que ver los rendimientos. Si el título AL30, por caso, se cotizara alrededor del 62 por ciento de su valor nominal tendría una tasa de 61,29 por ciento en seis años. Esto es 8,29 por ciento anual. Un plazo fijo en dólares paga menos de dos por ciento anual. Pero hay que animarse a pensar en seis años por una colocación cuyo pago depende del gobierno. Un menor riesgo país indicaría a los inversionistas que su futuro en Argentina depende más de ellos mismos que del gobierno. Eso es bueno, pero por ahora sólo es una señal de creer que el gobierno eligió el camino correcto. Falta todavía para que además de los operadores financieros los de inversión fija también manifiesten su fe.

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