¿Por qué debe el Estado invertir en San Francisco?

Es una joya de la ciudad, de alto valor patrimonial, y nadie estaba dispuesto a poner un peso para recuperarla.

La restauración de la fachada de San Francisco es una carrera contra el almanaque. El compromiso es entregar la obra a tiempo, con el objetivo de inaugurarla el 9 de julio. Por eso el equipo de arquitectos, escultores, artesanos y obreros que maniobran trepados a los andamios cruzan los dedos, rogando para que no aparezcan daños estructurales de último momento o, simplemente, para que no llueva. El municipio está financiando este tramo final de los trabajos en el frente del templo con $ 120 millones y a la intendenta Rossana Chahla le parece importante cortar la cinta en el marco de los festejos por el Día de la Independencia. Así lo acordó con la comisión que coordina las acciones.

El devenir de San Francisco ha sido motivo de editoriales de LA GACETA y merecedor de un seguimiento por medio de numerosos artículos. Y en más de una ocasión los lectores trasladaron sus inquietudes, entre otros temas preguntando si el Estado es el que debe hacerse cargo de una obra de estas características y no, por ejemplo, la Iglesia en cuanto institución, la Orden Franciscana o el laicado católico. Hay varias razones, empezando por la económica. Las autoridades religiosas informaron que no cuentan con los fondos necesarios y mucho menos los franciscanos; de hecho, ya no quedan miembros de la Orden en Tucumán. Alguien debía hacerse cargo y así se constituyó una comisión de notables, que se puso al hombro la misión de evitar el derrumbe del templo. Esto no es una metáfora, las condiciones de San Francisco son realmente preocupantes.

Pero por sobre todo se impone la cuestión patrimonial. El conjunto es Monumento Histórico Nacional (desde 1964 la iglesia y a partir de 1987 el convento) y también un Lugar Histórico Nacional (ya que se trata de la antigua la manzana jesuítica). En 1994 la Intendencia lo declaró Bien de Interés Municipal. ¿Era cuestión de dejar que se viniera abajo? Si la ciudad fuese un collar le faltarían un montón de perlas, trituradas por la picota con el paso de los años. No quedan muchas joyas y San Francisco es una de ellas, estratégica por su omnipresencia junto a la plaza Independencia, bella por su arquitectura, riquísima por su historia y llena de secretos, como el claustro que pocos tucumanos conocen. Y, claro está, con un valor espiritual que viaja a siglos pasados.

La situación era complejísima, porque la comisión había elaborado todos los planes de restauración pero nadie ponía un peso. Cultura de la Nación (antes Ministerio, hoy Secretaría) cajoneó los reiterados pedidos de auxilio. De allí el valor de la implementación de una política de Estado como la inaugurada por el ex intendente Germán Alfaro y continuado hoy por Rossana Chahla. El municipio aceptó financiar la obra y, lo que es igualmente importante, respetando las pautas de trabajo delineadas por los especialistas. Esto puso la fachada de San Francisco a resguardo de chapucerías; a fin de cuentas, habría sido más veloz y económico maquillarla con una mano de pintura y “venderla” como restauración. No es lo que está sucediendo, una vez que se retiren los andamios los tucumanos verán una obra bien hecha, cuidada en los detalles, elaborada a largo plazo. Y de postre, con los apropiados colores originales. Estamos acostumbrados -y con razón- a advertir sobre las permanentes agresiones que el patrimonio de los tucumanos padece. En este caso se da a la inversa; hay una virtuosa colaboración entre el sector público y el privado al servicio de recuperar nuestra ciudad. Si no hay demoras -otra vez a cruzar los dedos- el 9 de julio se verá el resultado.

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