Dicen que, como expresa una zamba, “uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida”. Con canas, anteojos y lejos de aquellos pantalones cortos de su juventud, se reencontraron entre abrazos emotivos y sonrisas cómplices. Ingresaron felices por la misma puerta por la que salieron a emprender sus vidas hace 50 años. Pasó el tiempo, pero los valores aprendidos adentro -advirtieron- no se perdieron. Y por todas esas herramientas volvieron a agradecer, con un regalo único, para el disfrute de todos los tucumanos.
Miércoles por la mañana. Los egresados de la cohorte 1967/1974 del colegio Gymnasium de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT) regresaron “a la segunda casa” para entregar a la institución un gran presente que persiguen desde un año: una escultura realizada por nada más -y nada menos- que la escultora y restauradora Beatriz Cazzaniga.
Del evento participaron alrededor de una docena de ex alumnos, el rector de la UNT, Sergio Pagani, el director del instituto, Luis Allier, y Cazzaniga, además de alumnos y familiares. “Volvemos a este Colegio porque talló nuestro corazón en una etapa formativa de nuestras vidas. Y volvemos agradecidos porque aproximándonos casi al final de nuestros caminos podemos darnos cuenta que lo que aquí vivimos fue tan excelente como pudo llegar a serlo dentro de las circunstancias que nos tocaron”, expresó, en representación de los egresados, Rodolfo Novillo.
Una obra única
Primero pensaron en algún material utilitario; después, en entregar una colección de libros, y más tarde se decidieron por una idea más loca. Recordaron que hacía algunas décadas, el predio de 25 de Mayo 621 había sido presidido por una imponente imagen mural del Discóbolo de Mirón. Con los años, la figura desapareció. Ahora, ellos la devolvieron a su lugar, pero mejorada.
“Todo se realizó a partir del emblema histórico del instituto, que es una G. La letra engloba al discóbolo, que es una figura en tres capas. Hay, además, una especie de libro atrás, que representan los valores transmitidos a lo largo de la estadía en la institución: libertad, autonomía e identificación”, resumió Cazzaniga a LA GACETA sobre la estructura, hecha en acero corten.
Según explicó la experta, la propuesta busca que los elementos sean reconocidos a simple vista por el espectador. Además -expresó- el “Nuevo Discóbolo” está hecho con relieves para crear un juego de luces y sombras a partir del sol.
La figura -contó la escultora- fue reproducida innumerables veces en diferentes épocas de la cultura occidental por su valor referencial. Es un símbolo de los ideales de perfección del cuerpo humano, con la idea del equilibrio entre lo físico y la mente.
Novillo recordó que la G fue adoptada por el colegio en 1949, sobre un fondo azul y rojo. Dos años después, se sumó el discóbolo como logotipo. Añadió que “en 1961, se dibujó inicialmente en carbonilla bajo la dirección del Tío Santos Legname y se pintó después en la pared lateral del patio una letra G blanca que abrazaba dentro de sí la silueta de aquél Discóbolo inspirada en la originaria escultura clásica griega de Mirón de Eléuteras. Con el transcurso de los años se sintió en el Colegio la necesidad de modificar en el patio interno la antedicha pintura mural. Y ahora, nuestro 50° aniversario de egresados... despertó entre nosotros la iniciativa de donar -como homenaje y agradecimiento al Gymnasium de la UNT- una escultura que reviviera en su fachada aquél distintivo colegial y arquetipo universal”, describe.
Ritos de fiesta
Estudiantes y ex alumnos se mostraron felices y emocionados con el descubrimiento de la figura. Entre aplausos, el “Nuevo Discóbolo” ocupó su lugar de honor. “El año pasado, en septiembre, aparece un egresado y nos dice que la promoción quería hacernos un regalo. Nunca me imaginé una cosa como la que nos traen hoy -se sinceró Allier-; es más que un simple objeto. Es un símbolo de aprecio. Representa el vínculo de quienes lo donaron con la institución, y nos habla de su amor y generosidad. Es un legado que durará en el tiempo enriqueciendo la vida de los alumnos”.
La figura no pasa desapercibida, y por ello Pagani consideró que va a ser un símbolo que se robe las miradas de los transeúntes, y que también representará “una historia de responsabilidad y un hacer al futuro para quienes entren por aquí”.
“El objetivo es dejar algo simbólico. Ese disco representa todo lo que nos dio el colegio: educación, trabajo colectivo, cómo compartir, respetar, querer educarse y saber... y venimos a dejar el disco a todos los chicos que vienen; a invitarlos a que se lancen a la vida así como lo hicimos nosotros”, reflexionó Carlos Amaya, minutos después de celebrar la obra de la manera más “gymnasista” del mundo: los egresados y los alumnos se reunieron en ronda para entonar “Chécale”, una de las canciones más emblemáticas de la institución.