En 1854 el papa Pío IX declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María por medio de la carta apostólica “Ineffabilis Deus”. Cincuenta años más tarde, Tucumán celebró ese aniversario y dejó constancia de la devoción mariana con una inscripción en el frente del templo de San Francisco. Pasó el tiempo y en algún momento -no precisado- alguien tapó ese mensaje con una capa de pintura. Hasta hoy. El equipo de profesionales que trabaja en la refacción de la iglesia encontró ese retazo de la historia de San Francisco que permanecía oculto y lo dejará bien visible cuando el 9 de julio se inaugure la obra.
Como detectives
“En cierto modo nos convertimos en detectives del edificio”, explica el arquitecto Andrés Nicolini, integrante de la comisión encargada de esta remodelación que tanto tiempo y esfuerzo ha insumido. Lo acompañan sus colegas Ana Lozano y Laura Cuezzo, pertenecientes al Instituto de Historia y Patrimonio de la Facultad de Arquitectura (UNT). Los tres están involucrados en el proyecto desde el inicio y se encargan, día a día, de supervisar lo que sucede sobre los andamios. Es una tarea centímetro a centímetro sobre un muro que en pocas semanas lucirá totalmente restaurado.
Ya durante el primer cateo Josefina Elli había detectado en el sector del entablamiento, debajo de la imagen de la Virgen, una tonalidad que no coincidía con los otros colores. Ahora, concluido el decapado total, emergió esta leyenda en color azul, que está en latín -como se estilaba en la época- y cuya traducción dice: “8 De Dic -1854- Quincuagésimo Aniversario Definición Dogmática Inmaculada Concepción María- 1904-8 de Dic”. Al mensaje escrito hace poco menos de 120 años lo protegerá un acrílico y quedará claramente visible.
Plazos que se cumplen
Son los detalles finales agregados a una obra que está en la última etapa de ejecución, ya que las cuestiones estructurales están resueltas y los plazos van cumpliéndose. Por estos días se trabaja sobre los ornamentos -tarea del grupo de escultores- y quedará para el final la pintura con la recuperación de los colores originales. A la vez, se analiza con la Municipalidad capitalina, que está financiado los trabajos, cómo será la iluminación de la fachada.
Los arquitectos se apasionan al relatar cuáles fueron los desafíos que debieron superar, desde la exhaustiva investigación histórica previa y la elaboración del proyecto hasta los contratiempos que iban surgiendo cuando pusieron manos en la obra. En esa documentación aparecen las primeras imágenes de San Francisco, desde los vestigios de la antigua construcción jesuítica a la evolución del actual templo que empezó a construirse en 1875. Del análisis de esas fotos antiquísimas fueron surgiendo explicaciones y también respuestas para los problemas de hoy.
El reto de la curiosidad
Entre esos desafíos figuraba, por ejemplo, la necesidad de dar con los tonos exactos para la nueva coloración que tendrá la fachada. Para eso debieron apelar a un laboratorio especializado en Buenos Aires. También la búsqueda de soluciones prácticas para que las intervenciones se llevaran bien con los materiales originales. Y confiesan que resultó muy difícil la recuperación de los pináculos, que hoy lucen impecables en la zona del campanario.
¿Qué necesita un arquitecto para afrontar una responsabilidad de esta naturaleza? “Hay que saber de historia, conocer las técnicas, ser metódicos y rigurosos, y también es importante la curiosidad -apunta Nicolini-. Hay que preguntarse cómo hicieron esta fachada, por qué tomaron esas decisiones, de qué manera construyeron en altura. El trabajo en equipo es fundamental, también la mentalidad de la empresa encargada de la obra, que no debe centrarse sólo en lo económico. Es un desafío coordinar varias cosas, desde los criterios patrimoniales a los de seguridad. Cuando se da todo esto es factible llevarlo adelante”.
Lozano y Cuezzo subrayan el valor de este trabajo en San Francisco. “El patrimonio hace a la identidad de los ciudadanos, nos identificamos con eso -sostienen-. Por eso es importante que el Estado invierta, también tiene que ver con nuestra calidad de vida y va más allá de la religión. San Francisco forma parte de la memoria colectiva”. “Es la historia hecha en ladrillo”, redondea Nicolini.
Tarea pendiente
¿Y qué vendrá después? La pintura, con la paleta de colores característica del neoclásico italiano, se completará sólo en la fachada. Quedará pendiente todo el muro que da a la calle San Martín. Los arquitectos estiman que el 24 de septiembre sería una buena fecha para integrar ese sector. Y está además una cuestión de fondo: el interior de la iglesia.
“La sacristía y el presbiterio tienen serios problemas estructurales -explica Nicolini-. Lo que podría hacerse es habilitar el sector central de la nave, adelantando un poco el altar, pero para eso hace falta elaborar un proyecto de trabajo. Veremos cómo siguen esas etapas”. Lo concreto es que desde el 9 de julio la fachada de San Francisco lucirá nueva; pero no se podrá ir más allá de esa frontera.