Los hermanos González, la dupla imbatible del rugby: una historia de superación y pasión

Radicados en Madrid desde hace cinco años como jugadores de Ingenieros Industriales, los mellizos comparten todo, incluyendo un amor enfermizo por Tucumán y por su club de origen, Lince.

SANGRE LINCERA. Marcos (izquierda) junto a su hijo Alejandro y su hermano Nicolás, capitán de Ingenieros Industriales. SANGRE "LINCERA". Marcos (izquierda) junto a su hijo Alejandro y su hermano Nicolás, capitán de Ingenieros Industriales.

En algunas semanas se cumplirán cinco años desde que los mellizos Marcos y Nicolás González arribaron a Madrid para probar suerte en el rugby español, con la fortuna de haber hallado en Ingenieros Industriales un club que los cobijó como si fuera una extensión de su amado Lince. Porque si algo hay que decir de los hermanos González es que no importa cuántos años pasen ni cuántos kilómetros los separen de Tucumán: los dos son "linceros" a un grado que raya en lo enfermizo. De hecho, a los dos les cuesta hablar de su club y de su provincia de origen sin que se les haga un nudo de nostalgia en la garganta. "Se extraña mucho. La casa, los momentos con los amigos, las tardes en el club. Por supuesto, sigo pendiente de todo lo que pasa a través de algunos ex compañeros, como Facundo Matar, Matías Bermejo y Marcos Castillo. Y también hablamos mucho con mi viejo, el 'Zurdo', que es fanático, va todos los findes y me cuenta jugada por jugada. Sé que el club no está pasando por un buen momento deportivo hoy, pero tengo ese deseo pendiente de volver a vestir los colores de Lince alguna vez", asegura Nicolás, ex tercera línea de los "Grises".

"También estoy en contancto con los chicos. Me parece que tiene que ver también con que van apareciendo jugadores nuevos, y cuesta acomodarse al principio. Es un camino largo. Yo por mi parte ya me voy a quedar acá, el año que viene me dan la nacionalidad española. Igual, estuve en febrero en Tucumán. La verdad, amo Tucumán", confiesa Marcos con la voz quebrada.

En las últimas semanas, los hermanos González se quedaron a las puertas de un logro histórico para Ingenieros Industriales. El club del municipio madrileño Las Rozas redondeó una gran temporada en la División de Honor B y alcanzó la final por el ascenso a la División de Honor A, la máxima categoría del rugby español, pero cayó ajustadamente a manos de La Vila, un equipo de Alicante. "Fue un trago amargo, porque era un partido que teníamos para ganarlo", lamenta Nicolás. "El objetivo del club era quedar entre los 10 mejores, pero los más viejos del equipo nos habíamos comprometido a luchar por más que eso. Los chicos tienen un coraje tremendo, pero también es cierto que es muy joven, hay chicos de 19 y 20 años, y eso pesa en las finales", explica Marcos.

Ingenieros Industriales tuvo una chance más por medio de un repechaje, pero le tocó enfrentar al Barcelona, la división rugbística del club donde hizo historia Lionel Messi. "Estuvimos a la altura en cuanto al físico y al contacto, y por momentos fuimos superiores, pero era un rival superior, con otra dinámica, otra calidad de jugadores y otro volumen de juego, acostumbrado a jugar en una liga muy competitiva. Así que nos quedamos con la amargura de esas dos finales perdidas, pero a la vez contentos porque es la primera vez en la historia que este club juega dos finales por el ascenso. Y lo mejor es que lo hizo con muchos jugadores surgidos de las categorías inferiores. Eso tiene que ver también porque el rugby español está sufriendo una crisis económica desde la pandemia. Muchos sponsors se cayeron desde entonces y ya no hay tantos recursos como antes para traer jugadores de afuera", cuenta Nicolás.

Asegura el ex tryman de Lince y jugador de los Naranjas que la realidad del rugby español no es la de otros tiempos y que, salvo en algunos equipos de la División de Honor A, con lo que se gana alcanza para mantenerse y poco más. "Nosotros ya estamos desde antes de la pandemia, pero a los chicos que vienen afuera ahora se les ofrece un lugar donde vivir, un auto para ir a entrenarse y algunos euros que alcanzan para comer y nada más. Es necesario buscar un trabajo, y si no tenés los papeles, se hace más complicado. Además, creo que es importante no quedarse sólo con jugar al rugby, porque eso se termina y llega una edad en la que ya no podés seguir jugando, y si no estudiaste o trabajaste en otra cosa, te quedás sin nada", advierte el ex "Cañonero" de Lince, quien actualmente trabaja como preparador físico junto a Marcos en un centro de entrenamiento de Madrid llamado Go Fit.

Caminos separados

Por su condición de mellizos, Marcos y Nicolás comparten todo literalmente desde la cuna: nacieron juntos, fueron al mismo colegio desde jardín hasta el último año, jugaron en la misma división en Lince, cursaron juntos el profesorado de Educación Física y comparten desde hace cinco años los colores negro y azul de Ingenieros Industriales. Sin embargo, sus caminos habrán de separarse, al menos dentro de la cancha. En la última final, Marcos le pidió a Nicolás (capitán del equipo) que le cediera la palabra ante sus compañeros, para anunciar su decisión de retirarse tras ese partido.

Un primer motivo es el desgaste físico, lógico por su función de primera línea. "Llevo muchos años jugando y necesito darle un descanso a mi cuerpo. Es como dice el tema de Gilda: es una pausa en nuestra vida, un silencio entre tú y yo. Ya veré cómo me siento el año que viene, si mi cuerpo se ha reparado", argumenta.

El otro motivo es tener más tiempo de disfrutar de su reciente paternidad. "Tuve un 'lincerito' y quiero estar para él y para mi mujer, que es española. Ella quería que yo jugara esta temporada y por eso me bancó haciéndose cargo del niño todo este tiempo, en el que yo salí a las seis de la mañana para ir a trabajar y volví bien de noche. Además me iba a ver a los partidos. Es más, ella no quiere que deje de jugar, pero ahora me toca a mí hacerme cargo y que ella también pueda disfrutar de su tiempo. Estoy feliz de la vida aquí y me pienso quedar", comenta Marcos.

Para el equipo y para su hermano, será una gran pérdida para la próxima temporada. "Gracias a Dios, tenemos una conexión especial que nos hace muy unidos", asegura Nicolás, y agrega: "se va una pieza muy importante del equipo, aunque a veces me haga renegar, ja ja. Pero ahora que me hizo tío no puedo más que agradecerle, porque es algo que me llena de felicidad".

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