La crisis económica dispara la demanda de dos viejos oficios en Tucumán

Las modistas y los zapateros tienen cada vez más pedidos de arreglos. Comprar algo nuevo para muchos se vuelve inalcanzable. Como sea, buscan rescatar una prenda y darle una nueva oportunidad.

La crisis económica dispara la demanda de dos viejos oficios en Tucumán

“Nada se tira, todo se repara”. Esa es la frase que hoy se repite cada vez más en los hogares tucumanos. Comprar ropa o calzados ya no es la primera opción cuando algo se rompe, con precios que están por las nubes y un poder adquisitivo que cae en picada. Allí entran en juego dos personajes conocidos, el zapatero y la modista, para alivianar el bolsillo de quienes hacen malabares para llegar a fin de mes y apuestan a reciclar todo lo que se pueda.

En tiempos de crisis, modistas y costureras tienen mucho que ofrecer. Ellas saben mejor que nadie cómo dejar una prenda como nueva o adaptarla para otras necesidades u otros cuerpos. Un pantalón que quedó grande, una campera a la que se le rompió el cierre, un viejo tapado largo que se puede cortar, los joggins que los chicos estropean a la altura de las rodillas. Todo se puede mejorar, dice Silvana Medina, que empezó a trabajar en un rincón de su casa de Lomas de Tafí y hoy su taller ocupa casi todo el comedor.

“Como está tan cara la ropa, muchas personas deciden rescatar viejas prendas del placard, aggiornarlas o adaptarlas a sus medidas actuales”, cuenta. En estos últimos meses, según detalla, la demanda de trabajo aumentó al doble. “La gente está arreglando de todo, hasta sábanas y toallas”, describe Silvana. En 2020, decidió desempolvar una máquina de coser que había heredado. Al principio, hacía prendas solo para ella, siguiendo videos por YouTube. Luego, cursó un taller de corte y confección y hoy es su fuente de ingresos.

“Hay cosas que me traen muy rotas; parecen imposibles de arreglar. La gente lo mismo quiere darle un poco más de vida a esa prenda”, remarca Medina, que también borda, emparcha y forra botones.  Siempre que le dejan algún trabajo, se repite la conversación: “me dicen que la situación económica está muy dura y que les resulta imposible comprar cosas nuevas. Antes de que empiecen las clases, tuve mucho trabajo de arreglo de uniformes. Reciclar y recuperar fue la premisa para muchísima gente”, detalla.

Dobladillos, cambios de cuellos, costura de parches en rodillas y codos. “Todo tiene una nueva oportunidad”,  dice Mirta Díaz de Siufi, del taller  “Arreglo tu ropa”, en Laprida al 1.500. En el ranking de las prendas que más arregla por estos días, primero están las camperas. “Me piden más que nada cambio de cierres, que algo que se desgasta con el tiempo y deja de funcionar. Aparte, es una prenda que ahora está muy cara y la gente trata de aprovechar lo que tiene el ropero”, resalta la mujer que muchas veces tiene que  hacer “magia” con su máquina de coser.

“Hay personas que vienen con ropa de marca con alguna rotura, buscan arreglarla y dejarla en buenas condiciones porque saben que difícilmente puedan volver a comprarse algo así. En cuanto a la confección de prendas, no hay mucha demanda porque el precio de las telas también está muy alto”, agrega.

Clases de costura

Los talleres donde enseñan a coser son un termómetro de la demanda creciente de modistas. Micaela Guevara, quien dicta cursos para principiantes, cuenta que es sorprendente la gran cantidad de gente que quiere aprender el arte de la costura. “En su mayoría, lo hacen por necesidad de arreglar su ropa o hacer prendas para sus propios hijos”, cuenta.

“Como modista, tengo muchísimo trabajo, más en épocas de crisis”, detalla la joven que en sus redes también enseña a sus seguidores.  

La diseñadora de indumentaria y textil María Alejandra Maggi siente que en la actualidad hay una revalorización de la figura de la modista, que viene de la mano de un creciente interés por el reciclaje y la recuperación de la ropa.

“La crisis económica obviamente influye porque la gente se va a comprar y ve los precios que están muy caros. Entonces, si tiene algo en su casa, ve cómo hacer para seguir usándolo, lo readapta, lo reforma. Hoy mucha más personas se están animando a estas tareas”, sostiene la diseñadora, que dicta el taller “Secretos de Costura”, el cual está dirigido a principiantes y se desarrolla en el Espacio Cultural Don Bosco (avenida Mitre 396).

Los alumnos aprenden a coser a mano y a máquina, a bordar y a realizar distintas técnicas sobre las telas. “Les damos las herramientas para que, con aguja e hilo, puedan construir un nuevo sueño”, detalla Maggi. “Muchas de las que llegan aquí tienen máquina de coser, pero no la saben usar. Lo ven como una oportunidad para aprender a hacer sus propias cosas o como salida laboral. Por eso no sólo les enseñamos a hacer prendas, sino también a ser creativos y a poder realizar otros objetos, como por ejemplo juguetes”, apunta.

Tapados de trabajo

“Estamos tapados de trabajo”, confiesa Abel Soraire, desde el taller donde trabaja junto a su papá Juan Carlos, en La Madrid al 3.300. Cuenta que aumentó en forma impresionante la demanda de reparación de calzados, desde zapatillas y botas hasta botines de marca que antes iban a parar a la basura cuando se rompían por primera o segunda vez.

“Hoy la gente pone en la balanza lo que cuesta un par de zapatillas nuevas y lo que sale un arreglo, y busca como sea tratar de recuperar lo que tiene”, cuenta el joven zapatero. “Nos traen de todo, desde roturas pequeñas hasta calzados destruidos, que hay que volver a rearmar completamente. Para nosotros es un desafío, y hacemos lo imposible para darle una batalla más a ese calzado”, cuenta.

De fondo, aparecen los estantes atiborrados de pares de zapatillas y zapatos. Flota en el aire el olor a cuero recién lustrado. “Hacemos trabajo de costura, de molde, de pegado y limpieza. También confeccionamos calzados a medida, sobre todo para los tucumanos que calzan más de 44 (tienen hormas que van hasta el 53). Para ellos es muy costoso conseguir en el mercado o comprar afuera lo que necesitan”, resalta. Lo mismo le pasa a las mujeres que calzan 41 o 42, agrega.

Rodrigo Fernández, encargado de un taller de calzados céntrico, también cuenta que hoy el arreglo le gana por goleada al desecho. Estima que en general el trabajo que realizan sale menos del 10% o del 30% de lo que costaría un calzado nuevo. “Lo que más nos piden reparar es zapatillas y cierres de mochilas; también cambio de suelas”, enumera, mientras atiende a sus clientes, que deberán esperar dos semanas para retirar sus pedidos. “Disculpe; no damos a basto”, se excusa.

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