“Una ciudad limpia no es la que más se barre, sino la que menos se ensucia”. La frase, con matices, es una de las que más se usa en campañas de concientización, sobre todo desde que la defensa del medio ambiente se convirtió en una cuestión de Estado, de la mano de cambios climáticos que azotan todo el planeta. Pero la basura es uno de los grandes enemigos que se presentan a la hora de pensar en una comunidad limpia.
Tucumán tiene normativas que regulan, y sobre todo penan, tanto a nivel provincial como municipal e incluso comunal el mal uso de la basura. Si bien todavía no se avanzó demasiado particularmente en la separación, punto fundamental a la hora del reciclado, hay campañas que apuntan sobre todo a acciones cotidianas que debemos llevar adelante los ciudadanos. Hace pocos días se informó sobre el programa ambiental que lleva adelante la Municipalidad capitalina implementado desde la declaración de emergencia sanitaria, hace seis meses. Va creciendo la recolección diferenciada y ya hay recolección de residuos en todos los barrios, aunque el cambio es lento porque primero se avanza con la concientización. Como siempre, el problema somos los humanos. Hay otra frase que se puede usar para analizar este tema: “las buenas acciones comienzan por casa”. Es decir, si en nuestra propia vivienda no mantenemos reglas de limpieza, difícilmente traslademos esas costumbres a la ciudad.
Afortunadamente las nuevas generaciones tienen otra visión con respecto al ambiente. Con figuras como la sueca Greta Thunberg, el ejemplo cunde y, como se dice, “los chicos tienen otra cabeza” al respecto. Pero el problema se da sobre todo con cuestiones logísticas.
La Municipalidad ha instalado 69 eco-puntos en parques, peatonales, plazas, escuelas y calles. Pero la falta de papeleros y basureros se nota. Una persona puede caminar varias cuadras hasta encontrar un cesto para tirar la basura. Y no se trata de culpar a las distintas administraciones municipales, ya que se ven obligados a reponer constantemente los papeleros, pero hay una cuestión que parece ser invencible: los ataques vandálicos. La enorme mayoría de los basureros están rotos, o directamente no se encuentran ya que hasta los roban. Y reponerlos incide tarde o temprano en los presupuestos oficiales. En San Miguel de Tucumán, por ejemplo, rige la ordenanza N° 1.387, que prohibe arrojar basura en lugares no permitidos. Se aplica sobre todo a vecinos que descargan los residuos en cualquier parte, sin respetar las normativas. Pero las acciones más urbanas, como tirar un papel en un cesto en el microcentro, se hace complicado ya que son pocos los basureros. En Banda del Río Salí, por ejemplo, también hay severas multas que llegan a los 100.000 pesos para quienes arrojan basura en la vía pública.
La lucha contra la basura se entiende sobre todo con cifras. En el país se genera 1,5 kilo de residuo sólido urbano por persona por día, lo que representa más de 20 millones de toneladas anuales. La basura electrónica es otro enorme problema global que contiene numerosos componentes tóxicos (plomo, cadmio, mercurio, entre otros): un estudio realizado el año pasado por el Observatorio Mundial de Residuos Electrónicos indica que cada argentino genera 12 kilos de basura electrónica por año, son 465.000 toneladas anuales, el 60% termina en basurales o rellenos sanitarios y sólo el 5% de esos residuos electrónicos se recicla.
Pero más allá de las campañas y de las acciones puntuales desde el Estado, el papel de los ciudadanos es fundamental. Desde el hecho de tirar un papel en el basurero hasta comenzar a darle relevancia a la separación. Todo contribuye. Y es necesario el compromiso de todos.