Maduro: “dueño” y verdugo de Venezuela

Maduro: “dueño” y verdugo de Venezuela
05 Agosto 2024

Carlos Duguech

Analista internacional

Sí, dueño de un país de casi 30 millones de habitantes. Precisando aritméticamente los hechos, vale tener presente que desde el año 2015 (dos años después que Maduro asume el poder, sucediéndole a Hugo Chávez) la cuarta parte de los venezolanos se vio obligada a emigrar. Por los 7,7 millones de venezolanos que abandonaron su país conforme a datos precisos de Acnur (la Organización de la ONU para los refugiados) se convirtió Venezuela en el segundo país del mundo (después de Siria) que sufre despoblamiento por conflictos internos. Venezuela viene estando en la mira de muchos países del mundo y de la propia ONU de la que es miembro fundador, igual que Argentina, en 1945.

El abrazo del oso

Maduro, en sus apariciones donde se muestra y se afirma triunfador de las elecciones del 28 de julio, intuye que desde el continente sudamericano le llegarían apoyos o, por lo menos, no le cuestionarían su reiteración del “triunfo electoral”. Últimamente hizo su entrada en el escenario el conjunto de los países de la región, menos Bolivia, mancomunados en una petición pública hacia su gobierno: “mostrar la totalidad de las actas electorales”. Debe significarle “el abrazo del oso”, porque entre los países peticionan tres que ni imaginaba lo hicieran por aquello de “entre nosotros, fidelidad”: la Colombia de Gustavo Petros, el Brasil de Inacio “Lula” da Silva y el Chile de Gabriel Boric. Este requerimiento sobre las actas ni imaginaba Maduro que le fuera exigido nada menos que por sus “compadres políticos”.

Ello, precisamente, es como la piedra angular sobre la que se sostiene -desde tan distintos sectores en el mundo- la condena al hostigamiento sobre la ciudadanía del régimen absolutista de Maduro. Que los tres “amigos” del ensoberbecido presidente venezolano le requieran, como lo hacen, en lugar de apoyarlo a como sea en esta “cruzada electoralista” maquillada en exceso, es un golpe inesperado para su estrategia de quedarse en el poder por seis años más. Por otra parte, en el análisis del caso, viene muy bien para sostener la legitimidad de los reclamos desde adentro de Venezuela y desde Naciones Unidas, EEUU, Alemania, Portugal, Italia, Reino Unido, la Unión Europea (UE) y otros países que van sumando su requerimiento simple, pero esencial: la totalidad de las actas electorales deben ser mostradas, “sin tachaduras ni enmiendas”, obviamente.

Hay un ejercicio propio de un análisis incompleto aunque no sesgado. Primera parte: dichos y acciones de Maduro. Cada una de sus manifestaciones referidas a los recientes comicios- si solo se le siguiera a él- sin desviar la mirada hacia la realidad y a los muchos otros sectores de Venezuela y del mundo, nos convenceríamos de su “verdad”. Tal el desparpajo con el que Maduro se enfrenta como virtuoso ante al pueblo venezolano cada vez que “necesita” decir algo respecto de su apreciación de la realidad. Cuesta imaginar que está en su “sano juicio”. Aunque su discurso y sus concepciones de la realidad -de esa que golpea como un puño de nocaut- tengan una estructura idiomática y legalista con intenciones de conmover a los justos y democráticos.

Casi nunca cuestionadas

Las elecciones que en los países de fuerte y dura conducción política se realizan con resultados previsibles hasta para un lego (los de la ex URSS, la Rusia actual, Corea del Norte y otras no son cuestionadas especialmente como sí ocurre con Venezuela. Pasan a ser una mancha en la conformación de las divisiones políticas en el planeta y ello no convoca a un reclamo de terceros países aunque se las señale y analice desde la cátedra de la política internacional. Ello en tanto agrede a su modo a las relaciones entre el mundo de las democracias y el de los absolutismos, incluidas las monarquías cerradas, opresoras, como muchas del Medio Oriente y otras más.

El triunfo electoral de Edmundo González Urrutia como candidato a la presidencia venezolana ha sido reconocido por Ecuador, Estados Unidos, Costa Rica, Perú, Uruguay y Panamá. De Argentina se sabe hasta ahora solo lo manifestado por la canciller Mondino en su cuenta de X (y hasta por el propio vocero presidencial) que fue cuestionada por inoportuna por el PE. Lo del vocero es, en sí misma, una extralimitación de sus funciones, siendo como es que el presidente habla por su boca. Por tales pronunciamientos en casi todo el espectro periodístico del mundo aparece Argentina como reconociendo la victoria del opositor a Maduro, aunque es probable que eso ocurra en las próximas horas.

Judicializar, una estrategia

Cuando se tienen tan a mano comprobantes del fracaso electoral de Maduro resulta sorpresivo el impacto de su decisión de judicializar el proceso electoral. A menos que, como casi siempre sucede, se adquiere el derecho a suponer, por ejemplo, que tiene “comprados” a los jueces del Supremo Tribunal. Porque con una justicia independiente de verdad “en todo tiempo y para todos” Maduro correría un riesgo sin control. Esa palabra, “control”, es propia de los regímenes que se hacen fuerte y dispensan a los demás que “cogobiernan” la necesaria cuota de gestión con el cuidado de que no excedan la propia. Ni por un milímetro. Ocurre similar configuración con las fuerzas armadas de Venezuela que hoy permutaron su nombre por el de “Fuerza Armada Nacional Bolivariana” en agosto de 2008, durante el gobierno de Chávez. Las referencias al apellido de Simón Bolívar (muerto en 1830) implican un reconocimiento a su gestión militar libertaria en parte de América aunque, desde lo ideológico y social, hay una forzada interpretación y amoldamiento a nuestro tiempo. A las necesidades políticas del sistema socialista del chavismo). Esta “Fuerza Armada Nacional Bolivariana” diseñada, estructurada y sometida al sistema que se administra y comanda desde el sitial de Maduro.

La “Perla negra”

Ludmila Padrino Valderrama, hermana del general venezolano Vladimir Padrino López, ministro de defensa, conocido por el temor que infundía, difundió públicamente un video con un mensaje: le ruega a su hermano que se agregue a los militares y policías que se están “quitando los uniformes y abriendo el paso a la democracia” en Venezuela. ¿Lo hará? ¿O le teme a Maduro?

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