El orgullo de ver la bandera argentina en lo más alto. Las estrofas del himno nacional sonando ante millones de espectadores, presenciales y virtuales. Una medalla de oro colgada en el pecho. ¿Cuántas sensaciones habrán pasado por el cuerpo de José “Maligno” Torres? ¿Cuántas veces habrá soñado con ese mientras hacía piruetas en una bici prestada en una plaza de Córdoba? Y ¿cuánto habrá rezongando cuando, ya con kilates encima, se vio en problemas para afrontar su futuro ante la falta de apoyo, sobre todo en un deporte que no es popular en Argentina? ¿Cuántos “Malignos” habrá a lo largo de los casi 3 millones de kilómetros cuadrados que representan a nuestro país?
Al lado de las potencias, Argentina siempre debió luchar para alcanzar el oro olímpico. Estadísticamente, ganamos un promedio de 3,5 medallas por juego. Cómo ejemplo basta decir que en Tokio 2020, Brasil, nuestra hermana sudamericana, ganó 21 preseas y se ubicó en el puesto 12 de la tabla general. Argentina en esa oportunidad quedó en el puesto 72. La diferencia abismal está en el apoyo del Estado. En nuestro país el presupuesto destinado al deporte es de 522 millones de pesos. En Brasil, sólo para becar a 8.000 deportistas en todo el país, se destinaron $ 13.000 millones. En España, el presupuesto deportivo de parte del Estado es de € 375 millones. ¿Es un milagro entonces que Argentina al menos pueda alcanzar alguna medalla en los juegos olímpicos? Y la respuesta la dio Santiago Lange, oro en Río de Janeiro y bronce en Atenas y en Pekín en Vela. “No es un milagro. Es todo gracias a los clubes”, aseguró.
Los clubes son los grandes formadores de deportistas en Argentina. Y no se habla sólo de gigantes como Boca, River o San Martín o Atlético en Tucumán, por nombrar sólo a referentes en fútbol. Se habla de clubes de barrio donde millones de chicos a diario dan sus principales pasos en actividades deportivas. Es ahí donde debe estar el foco del esfuerzo de todos. Porque no se habla sólo de “hacer un deporte”. La práctica deportiva conlleva además compañerismo, valores, dedicación, esfuerzo y sobre todo, en situaciones como las que desde hace años atraviesa el país, la posibilidad de que los chicos no estén en la calle, donde riesgos como la droga están latentes todo momento. A principios de año, el secretario de Deportes de Tucumán, Diego Erroz, lo dejó claro: “El servicio que los clubes le brindan a sus barrios es invalorable, cuando uno siente pertenencia por ese club, participa en ese club, y ese club le puede brindar un espacio acorde a lo que uno necesita para desarrollar el deporte, no solo mejora el club, mejora la comunidad, mejora el barrio, el chico hace deporte en su barrio y no tiene que trasladarse a otro lugar de la ciudad, la provincia para mejorar su deporte. Nosotros necesitamos generar eso: que el chico pueda desarrollar el deporte de la mejor manera en su comunidad”. Pero no se trata sólo de pedirle al Estado que se haga cargo. Los clubes de barrio pueden ser apoyados por privados, que de esta manera también contribuirían a la formación de deportistas, y sobre todo a apoyar la función social de las instituciones. “Se necesita de las dos partes porque por ahí hay clubes, o dirigentes que piensan que el estado tiene la obligación de solucionar las dificultades. El estado tiene que acompañar el desarrollo, tiene que ser un ida y vuelta”, aseveró. Entonces debería ser un trabajo mancomunado que sólo redundaría en beneficio para la comunidad. El resultado será entonces más chicos en los clubes, menos chicos en las calles.